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Por su boca muere / La Feria

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Sr. López

 

De tía Maruca (de las de Toluca), nunca se supo si era tonta (muy tonta), o viva (muy viva), porque siempre salía con explicaciones de un optimismo extraño o con explicaciones que hacían dudar de la correcta conexión de sus neuronas. Una vez que se inundó su casa y media familia le ofreció ayuda, contestó que no, que muchas gracias, que de la planta baja nomás se había mojado un metro, pero que lo demás, que era la inmensa mayoría, estaba seco. Y cuando una de sus hijas salió con su domingo siete, le dijo que ni se preocupara, que luego, cuando se casara, sería ya todo normal: -Las señoras que tienen marido, tienen hijos –sí, pero nunca se casó.

 

Así hay gente, que todo interpreta de rara manera, gente que sostiene cosas como que durante la Revolución Mexicana, el país fue un remanso de paz y seguridad… pues sólo hubo diez días de escasas balaceras y esporádicos bombazos en la capital del país (y ni siquiera “en” la Ciudad de México, sino solo en una plaza, la “Ciudadela”), cinco batallas (Ciudad Juárez, Torreón, Celaya, Zacatecas y Orendáin en Jalisco), enfrentamientos fortuitos de gavillas que no se pueden llamar combates. Y explican muy serios que el país tenía miles de poblaciones y millones de pobladores, por lo que con la fuerza de la estadística: la más bucólica tranquilidad predominó durante la llamada por unos cuantos alarmistas, guerra civil, revolución armada.

 

Esos mismos afirman que México nunca estuvo ocupado por los EUA, pues los yanquis solo estuvieron en tres ciudades del total del país, Veracruz, Puebla y México, y en el resto… nada. Con tantito rigor topográfico, no hubo invasión.

 

Para esos optimistas irreductibles, la intervención francesa es una paparrucha… y el que sostenga lo contrario, no tiene remedio, cree consejas, se deja abrumar por versiones fuera de toda proporción. A ver: las tropas francesas ocuparon casi todas las ciudades importantes del país, o sea, menos del 0.1% de los dos millones de kilómetros cuadrados de territorio nacional… ¿a poco eso es “ocupar México”? Seamos serios, exigen.

 

Y así le siguen: Francia no sufrió alteración ninguna en la tranquilidad de su campiña, no hubo sobresaltos en sus serenas ciudades, ni estuvo en riesgo su población por el conflicto ese que histéricamente llaman los tremendistas, “Segunda Guerra Mundial”: en París no se rompió un cristal ni se disparó un tiro, las molestias que la ocupación alemana causó, no interrumpieron la digestión de nadie ni pasaron de muy eventuales enredos de tráfico por los desfiles, y salvo un diminuto 7% de la población, que sí las pasó canutas, es abrumadoramente mayor el 93% que siguió su vida en santa paz… y ya en estas: mis primas de Autlán eran castas, digo, en apego a la regla de tres simple: de los días hábiles del año, ni el 20% dedicaban al intercambio lúdico de secreciones corporales con sus varios novios (varios, cada una).

 

De ese corte son algunos de la comentocracia y algunos de los que dedican su tiempo a elaborar encuestas: El C.Anaya no va a jalar voto, el pleito es de dos y nadie alcanza al Pejesús Redentor de todos nosotros, además: como todo mundo odia al PRI y José Antonio Meade carga con los pecados de este gobierno y el de Zedillo, pues está acabado.

 

Este López es infalible prediciendo el futuro solo cuando ya es pasado, razón sobrada para que no se atreva a hacer pronósticos ni asegurar nada sobre el resultado de las elecciones del 1º de julio del próximo año, antes de que empiece cada candidato su campaña, antes de que haya candidatos (que ahora son todos “precandidatos”, eufemismo que usamos sin que nos gane la risa, acostumbrados como estamos en este nuestro risueño país, a la mentira y al sobreentendido).

 

Lo que sí está de pensarse es la razón que puedan tener aquellos que no siendo de izquierda ni seguidores del Pejehová, están dale y dale con que apostar al triunfo de Meade es como confiar en que la selección nacional (nuestro glorioso ‘Tri’), ganará el Campeonato Mundial de Futbol.

 

No duda este su texto servidor que si saliera a votar el 100% de los enlistados en el padrón electoral, el Pejeremías seguramente le provocaría un soponcio a los inmensos intereses domésticos y foráneos que prefieren el Apocalipsis a tener que tolerar seis años en Palacio Nacional al Pejecutivo, que entonces sí sería legítimo.

 

No duda este junta palabras que si estas próximas elecciones federales de 2018, con el porcentaje de abstención habitual (que ronda el 40%), fueran químicamente puras, pasteurizadas, sin gastar un centavo de más nadie en campaña, con toda la mapachada arrepentida de sus pecados y con firme propósito de enmienda (de todos los partidos, ¿eh?, que las trampas no son monopolio de ningún partido)… el resultado sería de pronóstico muy reservado. Nadie niega la habilidad del Pejesús para levantar voto.

 

No duda este menda que si todo eso pasara junto, tal vez viéramos al Pejecutor de malvados y salteadores del erario, terciarse la banda presidencial.

 

Pero nada de eso va a pasar. Ni los inmensamente grandes poderes nacionales y extranjeros se van a quedar cruzados de brazos; ni la gente va a salir a votar en masa; ni se van a dejar de gastar carretadas de dinero (todos); ni nadie va a amarrar a sus perros el día de la elección… y tampoco van a cambiar el INE ni el Trife.

 

Lo que sí se atreve este López a afirmar es que si se dieran por portento divino todas esas condiciones ideales, entonces también todo mundo votaría razonadamente y en ese caso, muchos más de los que uno se imagina, no van a votar por el enemigo de la mafia del poder, a la que ya otorgó amnistía anticipada (16 de agosto de 2016, en acto público), por el que propone pensar si no estaría bueno amnistiar a la delincuencia organizada, que propone cambiar de ciudad por sus puros calzones, a más de un millón de burócratas federales y mantener con dinero de los impuestos a 2 millones 300 mil muchachos para que no se metan de sicarios.

 

Eso sí se lo aseguro: el Peje por su boca muere.     

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