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¿POR qué NO? de David Tovilla, en Amazon.com

¿POR qué NO? de David Tovilla, en Amazon.com
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Francisco Félix Durán
@fcofelixd

David Tovilla me contó una anécdota durante la presentación de un libro en una universidad. Presentaba su propuesta de decálogo de cine erótico: las diez películas esenciales para el tema del erotismo que todos debiéramos ver. En la interacción con el público, un muchacho le comentó que, en su casa, se habían inquietado porque el volumen incluía a la película Garganta profunda.
Su respuesta fue: “Si alguien se precia de haber visto lo fundamental del cine sobre la sexualidad tendría que conocer el mayor clásico de cine para adultos”. Enseguida consultó a todo el auditorio con unas sesenta personas si habían visto la película en cuestión. Sólo levantó la mano la persona quien había hecho el comentario.
Insistió: “Bueno. Quienes hayan visto una película sexual, llamadas pornográficas…” Nadie. No se contuvo y dijo: “Es imposible que, en un universo como éste, nadie haya visto porno. Si les pregunto porqué lo rechazan me dirán que porque no aporta nada. ¿Pero si no lo conocen, porque se supone no lo han visto, por qué descalificarlo. Lo que, en verdad, existe es mucha hipocresía”.
El episodio me lo compartió hará unos seis años. Desde entonces, mantuvo el interés por escribir un ensayo sobre la pornografía. Por fin, lo hizo. El lunes 12 de agosto, la empresa Amazon puso en venta el título “¿POR qué NO?, de David Tovilla, para adquirirse como libro electrónico e impreso.
Como es característico en su escritura: no es un libro farragoso, semeja una plática personal, bien documentada, para hablar en concreto sobre algunos ejes relacionados con el tema: erotismo, delitos, industria, consumo, entre otros. Con media vida de indagación sobre esos temas, Tovilla accede a conversar para este espacio.
-Nos tenías acostumbrados a tus ediciones impresas que circulaban en librerías locales. Ahora vas con Amazon. ¿Y eso?
-Me formé en la cultura del libro de papel. Por eso, cuando un texto pasa a esa condición es un suceso. Durante años recientes se ha hablado de una oposición entre impreso y digital. Como algo contrapuesto sin que eso sea así, en estricto sentido. Hay libros que ameritan estar en papel porque son una herramienta de trabajo; hay otros que se leen por cultura general o circunstancias. Sin embargo, es hasta leer un dispositivo adecuado como el lector Kindle, cuando se ubica todo. Me resistí años. Llegué a leer libros, en una tableta, por necesidad. Pero eso no es un libro electrónico. Afecta la vista. Los lectores electrónicos, por ser de tinta electrónica, no tienen esa repercusión. Ahora, alterno ambos, pero el pequeño formato del Kindle estimula a leer, a ocupar los tiempos muertos, a cargar mucho en poco. Por ejemplo, me detuve mucho tiempo en el primero de tres volúmenes de la última edición en español de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. No se puede llevar el tomo de mil páginas a todas partes. Decidí probar en el lector, que es un poco más grande que un teléfono, y resultó una maravilla. En una semana avancé lo que no durante meses, por su practicidad. Después trasladé los subrayados a la edición impresa y todo resuelto. Hay convivencia. Así que mi propia experiencia de lector, en 2018, me llevó a poner mi nuevo ensayo en manos de Amazon, que en esta etapa tienen exclusividad. Hasta ellos pusieron el registro bibliográfico ISBN. Hace años ya había subido unos libros en versión digital en este sitio. La diferencia, ahora, es que lleva la marca de ellos. Más adelante, mucho después, saldrá la versión impresa del tipo de las que conoces.
-Pero ¿No sólo está disponible para lectores Kindle que vende la empresa Amazon o sí?
-Qué bueno lo señalas: es para todos. Amazon vende el libro digital y si tienes Kindle lo lees ahí. Si no, puedes bajarlo en una tableta, una computadora o tu teléfono. Manejes Mac, Windows o Androi, hay una app, un programa que te permitirá leer como en el Kindle y administrar tus libros ahí. Buscar el libro es de lo más sencillo: entras a Amazon.com y tecleas el nombre del autor en el buscador general y te aparece de inmediato.
-¿Por qué hablar de pornografía?
-Por eso: porque es algo que se ve por todo el mundo, todos los días, a diversas horas, pero de lo que no se habla. En el libro incluyo las estadísticas recientes publicadas por el portal PornHub y, hoy, el consumo pornográfico se hace en los teléfonos celulares. Es un aparato que acompaña a todos y sirve para la vida y en ella está ver imágenes sexuales, genitales. El dato es que, ahora, en México el 81% de las visitas a sitios porno se hacen desde los celulares. Además, nuestro país ocupa el lugar doce en la docena de países que más consume porno. Entonces es un hecho que se ve, pero si preguntas en cualquier lugar: ¡todos dirán que no!
-Y ¿cuál sería el problema de no hablarlo?
-Que se consolida la hipocresía, el prejuicio, las suposiciones, las magnificaciones. La pornografía no son más que imágenes de los genitales y no es un problema ver, retratado o en acción, lo que todos los seres humanos tenemos. El tema es la actitud hacia ello. No se aborda porque se considera algo negativo, malo. Y es básico: a los videos se les llama pornográficos, cuando debieran llamarse sexuales. Porque eso es: muestran el sexo. Sin embargo, llamarlos videos pornos es calificarlos en negativo; mas bien descalificarlos. Es lenguaje pero en el fondo hay una actitud. No debería haber problemas con los genitales, pero suele haberlo cuando a su representación fotográfica o visual se les pone el nombre de pornografía.
-Quizá es porque luego hay maneras irregulares de hacer algunas fotos y videos…
-Eso es una parte del amplio mundo. Por eso dedico un capítulo para expresar con claridad que los delitos son tales y deben castigarse así. Sin embargo, en las leyes de México y el mundo la pornografía, es decir las imágenes sexuales, no están penadas, ni se persiguen: lo penado, condenable y perseguible es la explotación humana que pudiera existir para elaborar ese material. Por eso no debe consumirse la pornografía de mala calidad, improvisada y cuyos protagonistas dan pena en lugar de mostrar un gozo. Es probable que eso provenga de la comisión de delitos. Nada que ver con las cualidades actorales, el glamour, la belleza de las protagonistas de los sitios formales. Es como los teléfonos: sirven para ver porno. Eso no le hace daño a nadie. Sin embargo, un celular puede servir para una extorsión. No es lo mismo. El problema no es el aparato sino quien los usa para qué. Por ejemplo, en Yucatán, ya es delito circular imágenes sexuales sin consentimiento. Lo que se conoce como pornovenganza. Esto es: no es delito que unos amantes se tomen fotos desnudos o como sea. Lo es si uno de ellos utiliza esas fotos, las circula. Así los delitos no son inherentes a la pornografía, sino a las personas.
-En tu libro de frases, “Destellos”, ya adelantabas que pornografía y erotismo no son opuestos…
-Todo está asociado a la permisividad social. Son términos cargados de aceptación o no. Lo erótico es permisible, bueno, limpio; el porno es condenable, malo, sucio. Pero no es así, la sexualidad es una. En quien mira está lo negativo o positivo, no en el sexo. En medio de todo está la mirada: igual se quiere mirar de manera velada, sugerente; o bien, se quiere mirar a plenitud la acción genital. Son momentos, circunstancias. Lo uno no suprime lo otro.
-Tu idea era algo que constituyera un “cómo acercarse al porno”..
-No es tanto. Es análisis del contexto actual y algo de las exploraciones pornográficas que pueden compartirse. Es algo equilibrado. Ahí está, ahora sí al alcance de todos en Amazon.com.
-Pues no queda más que felicitarte. Seguro, tendrás mayores lectores…
-Gracias. El siglo XXI es el tiempo de la pornografía no porque ésta se lo haya propuesto sino por los mecanismos de consumo masivo. Eso es lo que cambió y ahí hay que estar. A ver…
-Gracias a ti y aunque ya tengo la versión electrónica, espero el volumen impreso tradicional.
-Lo tendrás, meses adelante… De nuevo, ilustrado con el trabajo fotográfico de Verónica Lyubanova, desde San Petersburgo.

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