Manuel Ruiseñor Liévano
No son pocas las razones que los ciudadanos tenemos para ir a votar. Más bien, si lo apreciamos a fondo, son muchos los beneficios que entraña cumplir con esta obligación cívica que fortalece nuestra democracia y que, antes que nada, constituye un derecho consagrado en la ley suprema de este país. No obstante, es necesario comprender el ejercicio del voto, para responder a la cuestión fundamental de por qué es necesario ir a votar el próximo domingo 2 de junio de este acalorado 2024.
Vale la pena entender por qué el voto resulta útil, racional y necesario; desentrañar la trascendencia de votar, más aún en un país como México, en que, en sus poco más de 200 años de vida independiente, en realidad no ha realizado un ejercicio satisfactorio ni mayoritario del sufragio, salvo contadas excepciones.
No ha sido, pues, una práctica socialmente aceptada donde cuando bien va, sólo se pronuncian en las urnas apenas 2 terceras partes del electorado. El voto en México, como pasa en otras democracias, debería ser obligatorio bajo sanción económica o alguna otra caución, a fin de desterrar el abstencionismo, del cual se sostienen el control y la hegemonía política del poder.
Más allá de esto, que es significativo, hay argumentos para cuestionar a ciertos grupos de edad, como los jóvenes, que no suelen acudir a las urnas o los indecisos. Esto en un contexto donde el voto será el fiel de la balanza entre dos propuestas de país.
En el México del 2024 hay de dos: o el aval popular se pronuncia por la continuidad en torno a un proyecto de nación transformador del orden y equilibrio del Estado mexicano, acaso concentrador del poder, en contra de una propuesta, la cual se erige como defensora de la democracia y de las instituciones a las cuales ve amenazadas.
¿Cuál de ambas propuestas puede proteger a los ciudadanos de manera más eficaz contra los acechos de los demonios de la democracia? Ambas racionalizaciones arrojan elementos que consideran de fuerza, a fin de arraigar sus razones en la cabeza de los electores. Todo esto, a efecto de contar con el aval que haga posible la concreción de sus proyectos. Uno que insiste en que se debe ahondar y consolidar el paso hasta ahora seguido con marcado enfoque social. Y otro que, a diferencia, se pronuncia por proteger la esencia de la tradición democrática mexicana, pero con la cara sucia de un pasado hegemónico y de corrupción.
La clave está en que el ciudadano comprenda y sepa bien lo que quiere para su futuro. Que no se vea a sí mismo y a su familia en un espejo de bolsillo de esos que se regalan a cada rato.
Debe quedar claro que estos son unos comicios únicos, porque, para infortunio social, el país se ha polarizado y la elección y sus candidatos parecen verse como una confronta entre el cielo y la oscuridad; entre lo malo y lo bueno, pero no es así.
Nada más claro, es tener en cuenta el poder que entraña el voto ciudadano, toda vez que sin el ejercicio de este derecho; es decir, sin acudir a votar el próximo domingo 2 de junio de este 2024; y más aún votar sin razonar, sería lo peor que le pudiera suceder tanto a Chiapas como a México.
La cuestión es esencial: votar y no dejar de votar. Para eso se escucharon las propuestas de los candidatos y para eso estamos mandatados los ciudadanos a optar. A decidir quiénes nos van a representar como autoridades. Conocimiento de causa sobre la o el candidato, sobre su propuesta y sobre el o los partidos políticos que lo abanderan. Lo otro es que sea alguien con quién nos podemos identificar.
Este domingo 2 de junio, lo que está en juego no es menor. Por el bien de la democracia chiapaneca, esperemos que imperen las condiciones de seguridad, orden y paz, para escribir una nueva página en la historia de una entidad federativa que este mismo año, suma 200 de haberse federado a México.
Habría que honrar la colosal memoria histórica de nuestra tierra, con el cumplimiento estricto de la responsabilidad institucional partidista y ciudadana. Con seguridad y en paz. Dígase lo que se pueda decir, lo más importante es votar. Ya veremos por qué.
