Por Manuel Ruiseñor Liévano
De manera provocadora a la inteligencia, en su disertación sobre política y verdad, la especialista Hannah Arendt (historiadora y socióloga alemana), desconfiaba del papel de la verdad en la política en razón de que consideraba que el espacio público era el lugar de la acción, que en su pensamiento es libre, espontánea y contingente, y estos caracteres se oponen a los atributos de objetividad, firmeza y necesidad, implicados en la idea de verdad”.
Arendt, estimaba que “el lugar de la verdad debía ser ocupado por la opinión, que es el reflejo de los puntos de vista plurales de una sociedad”; y sostuvo su reflexión diciendo que la verdad y la política “nunca se llevaron bien” y que la veracidad no se cuenta entre las virtudes “propiamente políticas”.
Agregaba que, no tiene tanto que ver con la verdad en sí, como con el modo en que se la suele defender; como si fuera definitiva, absoluta, y más allá de toda crítica. Hasta aquí la referencia al especialista Alejandro Sahuí Maldonado, en su ensayo publicado en “ENCLAVES del pensamiento, año VI, núm. 11, enero junio 2012, donde desmenuza la tesis de Arendt.
Lo anterior viene a comentario, en relación con la verdad que sustenta la actual escena política de Chiapas, en la contienda por la gubernatura del estado en donde, hasta el momento, el único precandidato posicionado es el senador con licencia por MORENA y la coalición “Juntos seguiremos haciendo historia por Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar y, por consecuencia, su verdad está presente en la arena social.
Mentir en la política de Chiapas, equivaldría hoy a negar que la opinión mayoritaria del colectivo chiapaneco, no considerara al senador con licencia como inminente ganador. Si hoy la política y la verdad se llevan bien, es por la certeza en torno a que el aspirante al gobierno estatal, no tiene rival enfrente capaz de arrebatarle las prendas de la victoria. Dice – y con razón la politóloga alemana–, que la verdad tiene mucho que ver con el modo en que se la defiende, la evidencia que la sustenta. Y eso se percibe en sectores cada vez más amplios de la sociedad.
De ahí que se aproxime la hora en que la propuesta se imponga sobre la mentira corriente, la cual pretende manipular datos y crear infundios para desacreditarla. La verdad no se reemplaza por meras opiniones, sino por otras verdades. Los Diálogos por la Transformación son un ejemplo palpable en torno a la siembra de la semilla de la verdad, cuya cosecha, es bastante probable, genere una caudal de apoyos que superarán cualquier expectativa antes dada en materia electoral.
De modo que, al menos en Chiapas, el desencuentro entre la verdad y la política es una mera sospecha. Negar la verdad en la vida política no significa reemplazar la discusión y la deliberación ciudadanas. La política sólo tiene sentido cuando sirve para servir a la ciudadanía. Queda en manos del poder de la ciudadanía, hacer que se imponga la verdad sobre la mentira política.
Chiapas tiene un ferrocarril que riela aceitado y por ende poderoso rumbo al 2024. Su color es negro y su virtud es la determinación felina. Cualquier otra cuestión, significa abrir la puerta a la mentira por encima de la responsabilidad política, acreditada por Ramírez Aguilar, en un trayecto de dos décadas pensando en el bienestar de una tierra tan entrañable como Chiapas. Bicentenaria en su voluntad histórica y ansiosa de futuro transformador. Más allá de la continuidad, está como trasfondo un cambio de régimen. Política y verdad.