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Pemex, CFE, Telmex y FF.CC / Al Sur

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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, Las empresas energéticas y de comunicación más importantes de México se han pulverizado; aquellas, que fueron motivo de orgullo, prestigio y de calidad mundial, hoy constituyen una vergüenza nacional y un hazme reír internacional.

Durante 6 años el señor López se dedicó a culpar al neoliberalismo, la corrupción y la incapacidad de los anteriores mandatarios en vez de remediar la situación transparentando contratos, definiendo acciones concretas para un verdadero combate a la corrupción estableciendo candados, saneando la administración pública y evitando el desvío de recursos hacia programas sociales sin contar con una eficiente ingeniería fiscal, financiera y económica para tal fin.

Las empresas, CFE, PEMEX, FF.NN., CAPUFE, como muchas más, se encuentran en la disyuntiva del quebranto, privatizarse o mantenerse dentro del control del Estado. La experiencia privatizadora de Telmex y de Ferrocarriles Nacionales así como de las autopistas no ha sido realmente halagadora ni ejemplo de eficiencia ni de beneficio a la sociedad. 

TELMEX. En su momento, Telmex prometió elevar su capacidad, mejorar los servicios al público, mantener una tarifa competitiva y accesible a las mayorías. Sin embargo, desde su privatización, Telmex impuso un incremento mensual a sus tarifas con el pretexto de enfrentar los elevado costos de infraestructura, rehabilitación y modernización de sistemas necesarios para mejorar el servicio. Después de privatizada, Telmex enfrenta severas críticas de parte de los consumidores quienes se quejan reiteradamente de cobros indebidos, de cuotas estratosféricas que no condicen con una empresa que mantiene prácticamente el monopolio de las comunicaciones y quien ya contaba con una amplia infraestructura creada. 

Ciertamente, a partir de la privatización de Telmex, este sector creció cinco veces más que la economía, y el incremento global de las líneas telefónicas fue del 85 por ciento durante estos años. Sin embargo, las cifras macroeconómicas no se reflejan en el beneficio al consumidor. Su cobertura alcanza apenas una tasa de 10 teléfonos por cada 100 habitantes, muy por debajo de la media de los países similares a México. En resumen: la privatización no fue signo de desarrollo social.

TRENES. Desde el año 2000, México es de los pocos países del mundo que no subsidia su ferrocarril. Esto significa la desaparición del transporte de pasajeros, el cual sobrevivía gracias a los fondos públicos, dado que nunca se desarrollaron opciones atractivas para el mercado desde el porfiriato. De hecho, el gobierno pagaba casi el 80% del valor de cada boleto. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes decidió acabar con estas partidas, argumentando que ya no puede distraer más recursos del gasto social a la inversión ferroviaria. Durante el actual gobierno del señor López, se anunciaron obras ferroviarias monumentales; incluso en su discurso de toma de posesión expresó: “¡me canso ganso!, construiré el Tren Transístmico que conectará las costas del Pacífico y el Golfo de México, y funcionará a partir del 2023”. ¡Seguimos esperando!, junto con sus otros mega proyectos ferroviarios.

El tren de pasajeros está destinado a su muerte desde hace ya algunos años. Si se consideran los trenes suburbanos de corto recorrido la cifra es de casi 30 millones de pasajeros considerando que la CDMX y Estado de México absorben el mayor número de la estadística. Si embargo, el decremento en ferrocarriles de pasajeros y carga de largo recorrido muere cada día desde el año de 1996 a la fecha. Recordemos que en 1996, el gobierno vendió La línea Nacozari (grupo México por 2.5 millones de dólares Estadounidenses) y la Línea Chiapas-Mayab (Compañía Chiapas- Mayab por 1.4 millones de dólares Estadounidenses).

La CFE, no obstante la promesa del ser López de bajar las tarifas de electricidad, gas y gasolinas, es otra de las empresas más demandadas por las confusas políticas tarifarias que se aplican en sus regiones las cuales contrastan con la aportación de energía eléctrica derivada del estado de Chiapas. La manipulación de los recibos de luz en cada hogar vuelve al consumidor impotente ante la prepotente actitud de la CFE que no cede ni siquiera a la débil actuación de la PROFECO. En resumen: La CFE plantea proyectos de privatización, abierta u oculta, que beneficiarán a la macroeconomía en deterioro de las economías populares. El tema de la CFE merece un artículo aparte y exclusivo.

PEMEX. La contribución de PEMEX a la economía de Tabasco y Veracruz ha sido significativa, sin embargo, no se puede afirmar lo mismo para el caso de Chiapas cuyas localidades petroleras gravitan sobre la economía de Tabasco y poco aportan a la economía del estado de Chiapas.

Con el prurito de incrementar tarifas para destinar los ingresos a programas de desarrollo social, el gobierno federal anunció el alza de tarifas en electricidad, gasolina y diesel. La medida, según la versión oficial, incrementaría la infraestructura, provocando ahorros para destinar mayores recursos a los más pobre. Pero la contradicción radica en que estos recursos terminan repercutiéndose justamente en los más pobres quienes los terminan pagando en el incremento de los productos que consumen de manera cotidiana.

Cualquier incremento a gasolinas y diesel provoca estragos en la traqueteada economía familiar. En resumen: PEMEX contribuye al enriquecimiento de la macroeconomía y las empresas privadas a su alrededor, pero no aporta nada a la economía del estado, los municipios y mucho menos al bienestar social de la población.

No te veo, no te escucho, no te siento, parece ser el lema de las grandes empresas estratégicas que contribuyen al crecimiento de la macroeconomía nacional, al enriquecimiento familiar y de amistades como al empobrecimiento de la economía familiar.

CAPUFE. De las carreteras, ni hablar, este fue el sexenio con el mayor decremento en su construcción.

Aunque el panorama se vislumbra terrorífico, confiar en un próximo gobierno menos mentiroso,  menos corrupto, más moderado y  abierto a la inversión para la reactivación de las empresas paraestatales, sería una cuestión de amor.

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