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Para decir San Roque / El palo que habla

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Jorge Mandujano

Para decir San Roque

¿Cuándo será el último rezo?, pregunto tras la puerta cerrada, por donde siempre se asomó durante horas, mirando pasar los días, los autos, las desgracias y la gente que lo quiso. “No sé”, responde un joven que no sabe ni comenta la noticia, diría Joaquín Vásquez Aguilar.

—Es novenario, ¿verdad?, insisto. Un segundo varón de mediana estatura, cabello escaso y piel dorada que advierte la inclemencia del sol, voltea y me dice: “Hoy; éste es el último”. Tras la malla, sólo alcanzo a desearle: “Que Dios lo tenga en su gloria”. –Gracias, repone el Segundo Señor.

Y es que hace una lunas partió a la eternidad Jorge Cancino, Jorgito Cancino, “Cancinito”. El primer modisto de muchachos, muchachas, señoras y señores. El primer sastre hacedor de las camisas más estrafalarias de la juventud tuxtleca. El primer diseñador de los trajes de novia más novedosos del siglo XX. Confecciones que, si no eran perfectas, fueron inolvidables.

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Yo nací con la luna y sin plata. Nací en un pueblo aquí, cerca,llamado Jiquipilas, y los restos de mi nacimiento fueron trasladados al Tres Veces Heroico Barrio de San Roque.

Entonces, Tuxtlita La Bella era tan sólo una antología de lomas, calles, barrios y oscuritos recovecos que confirieron siempre a los enamorados la sacrílega posibilidad de besarse hasta el límite de la penitencia.

Hijo de la maestra que fundó el Jardín de Niños de mi pueblo, no podía darme el lujo de reprobar el Examen de Admisión para entrar al Honorable Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, el inigualableICACH. Mis hermanas habían llegado años antes. En la casa de doña Juanita de Cortazar, aquí, a unos cuantos metros, justo al dar la vuelta de la 5ª. Oriente, los viernes de cada semana mi madre y yo ensayábamos una suerte de discreta migración: veníamos desde el viernes, y nos retirábamos al  amanecer de los lunes, con tal de no perdernos ese insufrible programa Siempre en Domingo, que conducía Raúl Velasco.

Así fue que fui queriendo esta parcela poblada de sueños, de leyendas, de una por demás rica historia que ahora presumimos orgullosos por las ciudades desiertas y por las grandes ciudades. San Roque para mí dejó de ser una simple demarcación y pasó a configurarse en una pequeña grande patria a quien me debo, se debe mi madre, mi padre, mi hijo, mis hermanas y demás estirpe viandante.

Para mí, San Roque quiere decir rodadero, Icach, basquetbol en el Auditorio Municipal, altavoz desvelador de la Cooperativa Tuxtla(“Pasajeros con destino a Chiapa de Corzo, San Cristóbal, Teopisca, Comitán y puntos intermedios); Cine Vistarama (antes Coliseo) Instituto Tuxtla, Paraninfo, teatro de Luis Alaminos, infinita canchafutbolera de Alfredo Ovilla, garnachas de doña Anita, piñatas de la tía Panchita, dulces de la tienda de la tía Body, tacos del tío Arturo, tienda de la tía Cholita, Posada Muñiz, peregrinaciones fastuosas,mujeres y hombres que se trazaron sobre las aulas icachenses. San Roque quiere decir Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Noquis Cancino, Romeo C. Zebadúa, el maestro Tavo Ruíz y su marimbona; Laco Zepeda, Daniel Robles Sasso, Andrés Fábregas Roca, Álvaro Gómez, Ramiro Castañón, Agripino Gutérrez, Eliseo Mellanes, Mario Pinto, Jorge Jaime Alfaro y demás pléyade de entrañables personajes.

Hace ya varias lunas, y luego que mi madre la maestra MarthitaGuzmán me enviara un giro, domiciliado en la oficina de telégrafosNo. 01959 de la colonia Narvarte, allá, en la gran Ciudad de México, una oficial, por cierto, media feyona de carácter, con rostro adusto me preguntó: ¿Nombre de su colonia? A lo que, de manera cuasi automática, repuse: Barrio de San Roque. ¿País? —inquirióuna vez más, entre la sorna y la ignorancia. —“Bella, feliz e ingobernable República de Chiapas”, respondí, al tiempo que —visiblemente enfadada– bajó la cortina de acrílico de la ventanilla y partió hacia el fondo de una por demás emblemática oficina de telégrafos, adonde asistían forzosamente, por protocolos destinatarios, mis adorables vecinos Luis G. Basurto, Sara García y Lyn May, entre los menos conspicuos. 

Para mí, San Roque quiere decir vida en armonía. San Roque quiere decir paz. San Roque quiere decir luz, color, sonoridad. Pero la mejor traducción de San Roque es, sin duda alguna: solidaridad. En otros tiempos, bastaba un chiflido para que salieran de sus casas los parroquianos, a la hora que fuera, para asistirte cuando la maldad acechaba.

La tarde inolvidable que el enfurecido río de San Roque reventó el  embovedado y decidió, como golpes del odio de Dios, meterse en nuestras casas, la mano vecina acudió solícita y veloz a la decidida ayuda que hizo menos llorada la desgracia.

Los parroquianos saben de cierto que en cada muerto sanroqueño va su casa, sus tardes, sus cenzontles de agua; sus lunas de solsticio, sus años de luz. Que en cada cortejo sanroqueño va la luminosidadde la vida, la amistad eterna, la armonía y la felicidad; el equilibrio de su mundo, el canto de la marimba; la flor, los cuetes y el recuento de los días eternos sobre las calles del bendito barrio.

Cuando un sanroqueño muere, nace un barrio lleno de vida, de solidaridad y de esperanza.

Vayan todas estas desaliñadas líneas tan sólo para brindar por mi amoroso barrio que ahora está de fiesta. Desde las cuatro de la mañana nos despiertan las peregrinaciones, interminables caravanas festivas que, andado el tiempo, ya incluyen hasta parachicos. De nuevo los coletos (puestos que lo ofertan todo) han llegado a fincarse en el corazón del legendario barrio donde alguna vez amamos la vida.

—¿Cuándo es el próximo rezo?, vuelvo a preguntar frente a la puerta de Jorge. “Hoy era el último”, responde el señor moreno de sol.

Yo, comienzo a caminar sobre la angosta banqueta de la Segunda Sur. No logro evitar esa lágrima que resbala sobre mi mejilla izquierda, y me encamino a casa, a pergeñar estas humildes líneas que ahora les comparto. 

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