Francisco Félix Durán
Cuando se habla de migración, muchos se preguntan por qué abandonarías tu país para vivir infortunios en otro, intentando cruzar esas líneas imaginarias que anualmente cobran miles de vidas y para quienes lo consiguen, las oportunidades de éxito son casi nulas. La cuestión correcta debe ser: ¿cómo vivían que deciden dejarlo todo?
Las películas” Òlòturé” y “Joy”, de las directoras nigerianas Kenneth Gyang y Sudabeh Mortezai, respectivamente, exponen las redes de trata y explotación sexual de mujeres entre África y Europa, retratando a jóvenes que emigran con la promesa de ganar dinero y tener una mejor calidad de vida, sin imaginar que ese sueño es verdaderamente costoso.
En el filme “Òlòturé”, se muestra a una periodista infiltrada como prostituta, indagando sobre cómo reclutan y llevan a las chicas a Europa, descubriendo una red de hombres políticamente poderosos que lejos de protegerlas, las vulneran. Además de denunciar que, a nivel mundial la explotación sexual genera 99 mil millones de dólares anualmente y la ruta a través de África produce 150 millones al año.
Por otra parte, en el largometraje “Joy”, se expone la vida que llevan las migrantes como prostitutas en Viena, trabajando para poder saldar una deuda interminable por haberlas llevado a Austria y poder comprar su libertad. Muchos se preguntarán por qué no escapan, pero sus arraigadas creencias se los impiden.
En ambas películas se muestra un pacto entre la organización y la víctima, a través de un ritual conocido como “Juju”, realizando un sacrificio que lleva consigo un juramento: saldar la deuda y no escapar, ya que de hacerlo pueden morir y por increíble que parezca, esto es una pieza clave de la red.
Ambos filmes invitan a generar conciencia y por mi parte espero que también provoque empatía hacía los hermanos migrantes, es una pena que cuatro de cada cinco migrantes africanas se dediquen a la prostitución y existan consumidores de este mercado ilegal, que globalmente genera 150 mil millones de dólares al año.