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OBSERVANDO Y SUGIRIENDO

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POR: SHEILA GARZA

La jornada electoral del 2021 en México se tiñe de sangre, huele a muerte y está empañándose con más actos violentos a medida que se acercan las votaciones. 

No hay orden, no hay control. ¿Quién detiene a los malhechores que hacen de las suyas ante un completo estado de indefensión ciudadana que puede ser víctima de daño colateral entre la figura del Estado y los delincuentes que andan por ahí sin deberla ni temerla ante tanta opacidad?, ¿Qué personas o grupos en particular se benefician con esta situación de violencia extrema a unos cuantos días de las elecciones?

En nuestro país el ejercicio político electoral pende de un hilo. En teoría, durante la fiesta democrática más importante se deberían cumplir varios  objetivos, algunos de estos por ejemplo: garantizar que sus ciudadanos decidían libremente a quienes los representen, contribuir a la vida democrática de un país y fortalecer su sistema de gobierno que incluya a sus instituciones; sin embargo, tal parece que ese escenario dista mucho del ideal nacional debido a la ola de crímenes perpetrados. 

Desde que inició el proceso para sufragar el voto en septiembre del 2020 hasta hoy en día suman 88 asesinatos, 34 de ellos contra candidatos aspirantes a un cargo de elección popular y alrededor de 500 sucesos relacionados con violencia política, entre secuestros, atentados, amenazas, extorsiones e  intimidaciones. El caso más grave y más reciente: el homicidio de Alma Rosa Barragán, candidata por el partido Movimiento Ciudadano a la Presidencia Municipal de Moroleón, en el estado de Guanajuato. ¡Claro!, de los que se tienen registrados oficialmente, imagínese los que no sabemos o no nos enteran por la dificultad de acceso a zonas marginadas o de conflicto donde tampoco existe ley o autoridad que garantice salir vivos bien librados.

Los datos van a la alza cada día por lo que las mismas Instituciones oficiales públicas como el INE o los partidos políticos, la iniciativa privada ó los civiles ya fijaron su postura: están preocupados y exigencia para establecer estrategias de seguridad nacionales y locales que protejan a las personas ante el fallo en el mismo sistema para cuidarlas porque al parecer el lema “Abrazos, no balanzas” gira en sentido contrario.

Lo más grave de todo esto es leer con detenimiento y observar dos cosas: uno, 2018  y 2021 son los  años con más casos registrados de violencia política en México desde el año 2000, ocupando el primer y segundo lugar respectivamente. ¿Qué mensaje podría indicarnos esto? Y dos, los señalamientos sobre los responsables, declaraciones de las propias víctimas o dirigentes que los representan apuntan a la delincuencia organizada (narcotraficantes), a los adversarios dentro de los mismos grupos políticos e incluso a la misma autoridad que ostenta el poder en los territorios donde sucedieron los hechos. Entonces si esos fueran los casos, el enemigo a vencer está dentro y es la forma de demostrar que tiene o quiere el poder absoluto y el dominio económico, político, social. Además de conjuntarse elementos como la ingobernabilidad, la corrupción, la impunidad, la complicidad, la infiltración y la vulnerabilidad expuestas claramente.

La violencia en cualquiera de sus manifestaciones debe parar y no tiene que formar parte de nuestro estilo de vida diario de ninguna forma. No se debe normalizar en las calles, ni en los hogares, ni en los espacios laborales, ni en las ciudades, ni en los pueblos. ¿Por qué tiene que ser el común denominador del día a día?

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