Sr. López
Cuando tía Elenita estaba de veras enojada con tío Artemio y llevaba días sin hablarle, él invitaba a su casa a varios matrimonios de la familia o de amigos, y ella, buena anfitriona, cuidadosa de las formas y del qué dirán, atendía a todos con su mejor cara y a él le decía como siempre, “mi amor”. Ya solos otra vez (y con sus copitas), se reconciliaban. Siempre le funcionó.
Emmanuel Macron, presidente de Francia, aprovechando que andaba por el rumbo, visitó México el viernes pasado; estuvo en Brasil a donde fue a perder el tiempo en una reunión previa a la trigésima conferencia de la ONU sobre el cambio climático(COP30); los líderes de los países que más contaminan el mundo tenían una ropita que lavar y no se presentaron: China (campeonísima en echar CO2 al aire); los EUA y la India. Pura perdedera de tiempo.
El anfitrión, el presidente Lula da Silva, declaró: “no queremos que la COP siga siendo una exposición o una feria de productos climáticos ideológicos, donde cada cual ve lo que quiere, cómo lo quiere, y nadie está obligado a hacer nada para que las cosas sucedan”.
Don Lula, llamó a estas reuniones, “mercadillos ideológicos”, porque además de todo, está por verse el sustento científico, duro y verificado, de los augurios de un desastre mundial por el aumento de la temperatura del planeta por culpa de los terrícolas. Hay un acalorado (ese sí), debate científico.
Los eruditos en general, coinciden en que la temperatura del mundo aumenta; sobre lo que no hay consenso, es sobre el motivo, sin descartar que sí influyen las emisiones provocadas por los humanos, de CO2 y metano (gases “efecto invernadero”), claro que sí, el asunto es si poco o mucho, sin olvidar que para abrir boca, hay muchas críticas a los métodos para medir el clima dadas tantas fallidas predicciones.
Los científicos también estudian la influencia en la temperatura del mundo, de la actividad solar y si el calentamiento observado es parte de un “verano” de la Tierra que podría tener “estaciones” planetarias y mecanismos climáticos autónomos.
Abonan a lo anterior tres cosas que no pueden refutar los agoreros del apocalipsis climático, la primera: hubo un “óptimo climático medieval”, del siglo X al XIV, con cosechas de dar gusto; luego, una Pequeña Edad de Hielo que empezó el siglo XIV y congeló a Europa entera y lugares como Nueva Zelanda, con hambrunas por falta de cosechas, claro; pero en el siglo XVII la Tierra empezó a caldearse y a fines del siglo XIX todo estaba ya como hoy lo conocemos: ¿qué enfrió y luego calentó al planeta?, no había contaminación; pudiera ser un “clima planetario”.
La segunda: los océanos absorben, más carbono que todo el emitido por usar combustibles fósiles en todo el mundo, concluyó en marzo del 2019, el estudio de la NOAA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, agencia científica y reguladora de los EUA, dedicada al clima.
Y tercero: a partir de imágenes satelitales estudiadas por científicos, desde el año 1982 aumenta la biomasa -las plantas y los árboles, pues-; el planeta ahora está casi un 40% más verde que nunca porque el alimento favorito de las plantas es el CO2. Sorpresa.
Nada de eso significa que podemos seguir contaminando, para nada. Si alguien tiene su casa hecha un chiquero, no se va a caer pero no hay que ser cochinos, y por supuesto debemos cuidar donde vivimos. No es civilizado ensuciar el aire, el agua, el planeta. Pero no porque lo vayamos a destruir. Se necesita soberbia en grado enfermizo para suponer que podemos destruirlo.
Pero se debe comentar que entre esos apóstoles del apocalipsis climático, algunos forman parte de ese bonito fraude de los “bonos verdes”, que son una ingeniosa maniobra para cobrar impuestos por respirar, cabildeada por gente del poder grandote como Al Gore, exvicepresidente de los EUA (1992-2001). Esos bonos funcionan así:
Una empresa contamina, echa humo al aire todo el día, y para seguir contaminando compra bonos verdespara supuestamente, financiar “acciones verdes” en otros lugares… pero sigue contaminando. Lo llaman ‘greenwashing’, lavado de imagen verde. Pero el costo de los bonos verdes se repercute en el precio de los productos, que al pagarlos la gente, sin darse cuenta está pagando un impuesto por respirar aire limpio, aunque los compradores de los bonos siguen contaminando. Lindo.
No se lo digo al desgaire. Los bonos verdes en el mundo suman al 2024, por ahí de 6 billones de dólares (millones de millones) de dólares; en 2007 el Banco Europeo de Inversiones los empezó a vender, como Bono de Concienciación Climática; le siguió el Banco Mundial y se hizo la regazón en otros países. Paraeste año se estima que han sido comprados otros 700 mil millones de dólares.
En nuestra risueña patria, el gobierno olió la sangre y en 2015 se lanzó a recaudar dinero con estos bonos que acá llaman Bonos Verdes, Bonos Azules y Bonos de Desarrollo Sostenible (Bondes G); al fin del año pasado, ya habían vendido a través de la Comisión Federal de Electricidad, Banobras, Bancomext y el FIRA (Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura), que es de Hacienda, 678 mil millones de pesos. Por supuesto nuestro honradísimo gobiernodebe haber gastado en mejorar el aire que respiramos y el ambiente en general, hasta el último centavo de esos 678 mil millones de pesos… si la duda ofende.Dejemos esto, es enojoso.
De regreso a don Macron. Tal vez a la Presidenta le dio de veras mucho gusto recibir visita, digo, llevabaunos días de pesadilla, cuando menos se distrajo un ratito.
También tal vez por eso, no le pidió a don Macron que se disculpe Francia con México por las dos veces que nos han invadido (1838-1839 y 1861-1867), digo lo de España que no existía, fue hace 500 años y ya ve. O a lo mejor no sabe doña Sheinbaum que la primera invasión fue para cobrar unos pasteles que cobraron -600 mil pesos de esos-, a la francesa, a la mala, como prueba su historia. Estuvo bien así, nomás nos faltaba que Francia la declarara ‘non grata’.