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No se vale llorar

No se vale llorar
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Por Jorge Castorena
En las pasadas elecciones se han suscitado muchos análisis acerca de la derrota de Morena en el Estado de México y del PAN en Coahuila (sin olvidar que este partido es el gran traidor a la democracia del 2006). Dentro de estos sesudos comentarios hay tan diversos que van desde el mesianismo de López Obrador hasta la falta de una cultura de participación democrática ciudadana e incluso visiones mas derrotistas que hablan de una ciudadanía apática carente de voluntad propia e indiferente ante el compromiso con una nación, donde el partido gobernante se ha mostrado completamente indiferente ante sus propios excesos de corrupción e impunidad. Todas estas conclusiones tienen un común denominador: la fantasía.
Hans Kelsen en su Teoria Pura del Derecho habla del ser y deber ser, donde explica en este análisis filosófico como debería conducirse el derecho y en realidad como se conduce. Es decir, estadísticamente tiene mas altas probabilidades, en nuestras sociedades modernas, de recibir justicia, un ciudadano con mayor poder adquisitivo que uno que perciba menor salario; pensar que las instituciones de impartición de justicia estan cumpliendo con sus funciones en una sociedad regida por el dinero, es por decirlo menos una falacia; aún así organismos como los de defensa de los derechos humanos, permiten que haya una mayor visualización del atropello de estos. Lo mismo sucede con las elecciones.
El único proceso 100% democrático que ha vívido este país fue la elección presidencial, donde el voto útil y el carisma populista de Vicente Fox llevó por primera vez a un candidato opositor a la presidencia, de ahí nuestra incipiente democracia fue asesinada por los mismos que se habían beneficiado de esta, primero imponiendo a su sucesor (Felipe Calderón) y luego permitiendo y entregando el poder a Peña Nieto. El candidato que ha enfrentado a toda la maquinaría del poder, y que se ha mantenido con una aureola de posibilidades de conquistar la presidencia de la república de una manera completamente en la vía de la oposición es Andrés Manuel López Obrador y ha sido la víctima, junto con un enorme número de votantes que creen que el cambio esta en él, de una serie de atropellos y fraudes, que le han impedido acceder a la toma de poder.
Pero en un país acostumbrado a que la ilegalidad y la tranza son cosas tan comunes, esta serie de tropelías no deberían sorprender a nadie. Me parece increíble que haya gente que señale como una de las causas la falta de la participación ciudadana en la jornada electoral, esto sólo puede entenderse como una falta de visión histórica reciente. ¿Se olvidaron de las más de tres millones de personas que marchamos contra el fraude en 2006? ¿Del movimiento del 132, que únicamente exigía que el poder empresarial alejará sus manos del proceso electoral del 2012? O en esta misma elección, que es la historia de siempre donde de manera extraña las casillas donde la oposición encuentra su mayor número de votantes, se quedan sin papeletas, abren tarde o simplemente se roban las urnas. La cuestión de las derrotas electorales no tiene que ver, en su mayoría, con la apatía de los votantes, sino de sus dirigentes que no contemplan el escenario como es y no como debiera. En muchos casos estos mismos repiten las mismas prácticas del partido en el poder, pero sin contar con los mismos recursos que estos, convirtiendo el escenario electoral en una verdadera pesadilla.
Lo que debe estar ocupando la mente de la dirigencia de la oposición de este país, para la elección presidencial, debe ser ya no esta teoría que sólo conduce a derrotas, porque un segundo lugar si es una derrota, es comprender que aunque haya una gran afluencia de votantes para el 2018, el gobierno se va a encargar de desaparecer, minino un tercio de votantes, como en Coahulia donde el instituto electoral local desapareció 1 de cada 3 votos.  Lo que debe quedar como lección es que debemos organizarnos mejor en contra de las elecciones de estado: crear cuadros, estructura electoral y política, medios críticos e independientes y una ciudadanía con el coraje y el hartazgo de enfrentar al sistema hasta sus últimas consecuencias. Nosotros sabemos perder, lo que ellos no saben es contar. Por ello para el 2018 la defensa de la democracia debe ir más allá de emitir nuestro voto, debe también ser la defensa hasta la movilización social que detenga a este país, una defensa de nuestra propia dignidad como ciudadanos, una defensa por a patria, que bien vale defenderla hasta con la vida, porque hoy no se vale llorar, porque hoy comenzamos a luchar.

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