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No pueden engañarnos / La Feria

No pueden engañarnos / La Feria
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Sr. López 

Hace varios años conté a usted cuando el abuelo Armando estuvo varios meses en un polvoso pueblo de Coahuila durante la Revolución. Era capitán de artillería del ejército federal (el que perdió) y por alguna extraña estrategia del alto mando o por olvido, su regimiento quedó ahí varado, lo que propició que se relajara un poco la disciplina militar por el calorón y porque no había qué hacer en todo el santo día, más que ir a misa de seis o al burdel; pero como la misa duraba poco, iba pura viejita, no se podía platicar y no se servían bebidas, prefirieron Casa Antonia, donde aparte de los servicios genitales propios de esos negocios, se servían comidas y buenos mezcales a precios módicos, y había música para bailar por las noches, a cargo de un pianista viejito y un violinista casi ciego, que interpretaban valses, polkas y algún chotis, que era lo moderno en esos tiempos. 

Divertido decía el abuelo que por la cotidiana frecuencia, las relaciones entre algunos de tropa y las señoras que ahí atendían, pasaron de lo comercial a lo romántico, lo que pronto causó problemas por negar las ya enamoradas, la parte sustancial de sus servicios a los demás clientes, aparte de algunas escenas de celos un poco violentas entre ellas y pleitos a botellazos entre parroquianos y alguna balacera, lo que doña Toña, muy molesta, remedió metiéndole una bronca a sus pupilas que hubiera hecho llorar a un sargento mayor, y con un letrero a la puerta de su negocio que rezaba: “A nuestra distinguida clientela: en esta casa las damas todas son putas”… -decía el abuelo divertido. 

Ayer hubo mucho escándalo en eso que llaman ‘redes’, por algunos ‘gritos’ que incluyeron entre los héroes del inicio de nuestra independencia, al Presidente de la república y su 4T. En particular despellejaron a Isabel Arvide, dama de ninguno de los respetos de este menda, quien en su pasado carga muy largas y productivas relaciones profesionales con la crema y la nata del priismo, actual cónsul de México en Estambul, Turquía. 

Llama la atención esta súbita indignación general por un ‘grito’ mal dado, cuando nadie alzó una ceja cuando el 28 de julio de 2020 le otorgaron el nombramiento que hoy ostenta, contra la Ley del Servicio Exterior Mexicano, que en la fracción VI de su artículo 32, dispone que para ser cónsul es necesario “tener por lo menos el grado académico de licenciatura por una universidad o institución de enseñanza superior mexicana o extranjera con reconocimiento de validez oficial” (risas del respetable). 

La verdad es que eso del ‘grito’ se presta a cualquier exceso verbal y los añadidos que le hizo el Presidente López Obrador no son más desatinados que los de otros presidentes. 

Hay quien piensa que tal vez se debería emitir alguna Ley de Celebraciones Nacionales Mexicanas, que las normara todas y prescribiera exactamente lo que se debe gritar el día del ‘grito’. Vano afán. La especialidad nacional es sacarle la vuelta a las leyes. Nuestros presidentes, gobernadores, alcaldes y personal diplomático, darían el ‘grito’ oficial que mandara esa ley para -a renglón seguido-, agregar el discurso que les saliera de su ronco pecho, vitoreando a su abuela si les pegara la gana. 

Y de ribete, en México hay distintos raseros para escandalizarse: no hubo ninguna crítica a que Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, dirigiera un discurso en la ceremonia cívico-militar previa al desfile del Día de la Independencia, la nuestra. Dirá alguien que cada quien invita a su fiesta a quien quiere y es cierto, pero lo de ayer era la fiesta de todos, no la del Presidente López Obrador por más que haya aclarado apenas el martes pasado que la política exterior se rige por el artículo 89 de la Constitución, que parece interpretar como que él puede hacer lo que le parezca mejor en esa materia. 

Ese artículo de la Constitución en su fracción X (diez, pues), dice que son facultades y obligaciones del Presidente, entre otras, “dirigir la política exterior”. Correcto, pero la misma fracción ordena, al titular del Ejecutivo, entre otras cosas, observar “(…) los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención (…) el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos (…)”. 

¿Y?, estará usted pensando. No, nada, solo que el Presidente en su discurso de ayer, instó al presidente de los EUA, a actuar con grandeza, levantar el bloqueo económico contra Cuba y, con ello, poner fin a los agravios contra la Isla. Bueno, perdone pero eso es andar de metiche, a menos que los EUA no tenga derecho a la autodeterminación o a que no intervenga nadie en sus asuntos. Por cierto, Cuba no está bloqueada, es cuento, y aparte, puede comerciar con todo el planeta. ¿Qué pasa en Cuba? 

Y sobre la obligación que en materia de relaciones exteriores tiene nuestro Presidente de respetar, proteger y promover los derechos humanos, si le anda mandando recados a Biden, ahí tenía a su lado al Díaz-Canel, al que bien pudo pedirle que ya vaya empezando su gobierno a respetar los derechos humanos, asunto que sí es un escándalo mundial como dejó de manifiesto que ayer mismo, el Parlamento Europeo emitió una resolución instando a que la Unión Europea adopte sanciones contra los responsables de violaciones de derechos humanos en Cuba; dice la resolución: 

“(…) las últimas acciones represivas de las autoridades cubanas contra ciudadanos se suman a las acciones persistentes y sistemáticas contra presos de conciencia, defensores de los derechos humanos, disidentes, activistas de la oposición y la sociedad civil, artistas y periodistas, todo lo cual constituye violaciones adicionales (…) la situación de la democracia no ha mejorado y el deterioro de la situación de los derechos humanos en Cuba solo ha empeorado”. 

Y el tal Díaz-Canel fue el invitado principal a nuestra fiesta de Independencia. 

Pronto, muy pronto, los políticos de hoy dejaron ver que son casi iguales a los de antes. Diría Juanga, se parecen tanto que no pueden engañarnos.

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