Sr. López
¿Cómo se mide una tragedia?… no se refiere su texto servidor a que su esposa de usted le anuncie que su madre (de ella) va a vivir con ustedes, estamos hablando de tragedias que afectan a la sociedad, terremotos, huracanes y tantos desastres naturales más… ¿cómo se miden las tragedias? Bueno, lo primero es separar las consecuencias humanas de las materiales.
Las primeras, las humanas, se miden en muertos, heridos y damnificados (palabra que en nuestro benemérito idioma, aplica únicamente al grave daño de carácter colectivo).
Las segundas, las materiales, en dinero, en cuánto es necesario para reparar y reconstruir, idealmente con especificaciones mejores que impidan o mitiguen consecuencias similares en lo futuro (por ejemplo, nuevas normas de construcción, como se hizo en la capital nacional después de los sismos de 1985, que han evitado el desplome masivo de edificaciones en eventos iguales sucedidos posteriormente… ahora en Acapulco a ver si se prohíben fachadas de paneles de cemento o yeso, digo, o estructuras de anuncios espectaculares diseñadas para vientos de noche de verano).
Es conseja eso de que lo material no importa porque se repone, en tanto que las vidas se pierden irreparablemente. Claro que es más grave y triste la muerte o lesiones de las personas, pero las consecuencias de los daños materiales también importan, también afectan a los individuos, a veces a largo plazo, y eso se traduce en sufrimiento de la gente que puede durar años (los damnificados por los sismos en la CdMx de 2017, siguen protestando más de cinco años después, por el lento o nulo avance en las tareas de reconstrucción, protestas que caen en oídos sordos de la autoridad porque el tema, de tan repetido, ya no da ni para escándalo mediático).
Así las cosas, los daños del huracán Otis en Guerrero, se resumen en dos grandes brochazos: 47 muertos y 15 mil millones de dólares. La primera cifra la proporciona el gobierno advirtiendo que es preliminar; está bien. La segunda cifra equivale en pesos a 270 mil millones y es el estimado que hacen expertos internacionales en desastres por causas naturales (Enki Research, en El Financiero del 31 de octubre pasado). En el mundo están horrorizados por la embestida de este huracán de potencia máxima en pleno puerto de Acapulco (por cierto, sí han ofrecido ayuda a México varios países… anda por ahí en las redes una nota falsa diciendo lo contrario).
Como sea, Otis, 47 muertos… terrible, sí, pero nuestra violencia cotidiana, arroja este año un promedio diario, con cifras oficiales, de 91 asesinatos, equivalentes a dos huracanes Otis por día y el Presidente, a diferencia de esto del huracán, no tiene pensado un “plan de rescate” para el país, no, eso ya está atendido y muy bien, es cosa de dar más abrazos.
Un huracán es la fuerza ciega de la naturaleza, un fenómeno natural, en tanto que un homicidio es un crimen causado por alguien. Y vale reflexionar en que el número de homicidios en México, obedece por un lado, a la rampante criminalidad y a la falta, la omisión del Estado en la procuración e impartición de justicia, junto con la “cultura” de la sociedad mexicana de no denunciar: en nuestro risueño país no se denuncia el 93% de los delitos cometidos, según consigna el Inegi en la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública; pero más grave es saber que de los delitos denunciados se esclarece el 1.1% (según el Inegi, no son inventos)… o sea, fíjese bien, de cada cien delitos que se hacen del conocimiento de las fiscalías, se aclara uno y estamos hablando de todos los delitos, todos, lo que reduce a casi cero la posibilidad de que un asesino pague su fechoría. En México es más peligroso vender enciclopedias a domicilio que dedicarse a matar.
De regreso a lo del Otis. Ayer el Presidente anunció el Plan para reconstruir Guerrero (Acapulco y Coyuca de Benítez, aunque seguro incluye los demás municipios afectados). Con su habitual hablar contundente, categórico, seguro y convincente, explicó que el plan consiste en 20 puntos (20, pa’que se eduquen).
De los 20 puntos, el número 1 es “apoyar con todo lo necesario”, pues sí; el 18 es su “reconocimiento a trabajadores y directivos de la CFE”, bueno; el 19 “subraya el trabajo responsable de soldados, marinos y elementos de la GN”; y el 20 es su “reconocimiento al pueblo de Acapulco y Coyuca de Benítez; no han perdido la fe y siguen luchando por la vida”. O sea, andaba de cachondeo. Reste de los 20 puntos esos cuatro.
De los 16 restantes, el 2, el 3 y el 4, son sus programas sociales. El 10 y el 14, son créditos a pagar. El 5 es prórroga de pagos (Infonavit, Fovissste e IMSS). El 13 es la promesa de construir cuarteles de la Guardia Nacional. El 11 y el 16, son parte del presupuesto de egresos. Ya nos quedan siete puntos, pero reste otro (el 17), que dice que Segob y el gobierno estatal se coordinarán. Son seis puntos (podría ser uno y ser completísimo), para 925,678 habitantes y 273,844 viviendas afectadas
Como sea, el plan de reconstrucción de 20 puntos que son seis, según el Secretario de Hacienda, suma 61 mil 313 millones de pesos, pero el Presidente aclaró que si se necesita más dinero, ¡más dinero habría!
Pues que vaya haciéndose a la idea, los montos que anunció para la reconstrucción de casas (de 8 mil pesos a un máximo de 60 mil), sirven solo para mantener la precariedad, los techos de lámina. El Centro Nacional de Ingeniería de Costos de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), estimó que una vivienda digna de 40 metros cuadrados (!), sale en 253,463 pesos…
Y pensar que solo incrementando el precio estimado del petróleo en la Ley de Ingresos, sin tocarle un peso al Presupuesto de Egresos, sobraría dinero para hacer cada casa como debe de ser, con techo de concreto armado, pero subir el estimado del petróleo reduce los ‘excedentes’ que el Presidente puede gastar en lo que le pegue la gana… pero ha de decir, ¡total!, si así viven… sí, pero no es vida.