Sr. López
El honestísimo y siempre fiel contador de tío Agustín, fue a decirle que Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, le robaba en la inmensa ferretería, en la que lo tenía de gerente. Y tío Agustín dijo: -Déjelo, déjelo, que usted tan honesto casi me quiebra y con Pepe robando, gano como nunca… -tan tan.
Corrupción viene del latín ‘corruptio’, que a brocha gorda, se forma del prefijo ‘cor-‘ (junto) y el participio de ‘rumpere’ (romper, quebrar), de modo que su significado original es la ruptura de lo que en su estado natural, estaba unido, completo. Más fácil se entiende por sus antónimos: honradez, integridad.
En español, corrupto es lo podrido, lo que se descompone, lo que se corrompe y por razones que no hace falta explicar, se aplica al aprovechamiento ilícito, indebido, de los cargos públicos. Y la corrupción es tan vieja como los cerros.
Tal vez el caso registrado más antiguo sea de por ahí del año 1100 a.C., en el antiguo Egipto, en el reinado de Ramsés IX. Se consigna en un papiro en el que Peser -un gato del faraón-, acusa a otro funcionario de complicidad con profanadores de tumbas (y eso era muy grave), no se sabe qué sucedió… pero entonces no había presunción de inocencia.
La Grecia clásica tiene un surtido rico de casos de corrupción, unos ciertos, otros no se sabe; el inmenso Pericles (495 a.C.- 429 a.C.), apodado ‘El incorruptible’, fue acusado de sisar en las obras de construcción del Partenón (sisar, palabra muy bonita en desuso para llamar al hurto cuando se maneja dinero ajeno).
Por esos mismos tiempos, el gran Demóstenes, el político, arrollador orador (es el de las ‘Filípicas’, usted se acuerda), gran defensor de Atenas contra Macedonia, fue condenado a prisión y a pagar una multa de 50 talentos (unos 20 millones de dólares actuales), por un lío de mucho dinero; huyó y arruinó su vida política; acabó suicidándose (no por eso, otro día lo comentamos, es buen chisme).
El afamado Julio César… no, no el boxeador, el general y emperador de Roma, fama de honesto nunca tuvo y vivía entre auditorías (y escándalos).Otro muy famoso, Catón el Viejo… ¿qué?, no, no el del Reforma, Marco Porcio Catón (234 a.C.-149 a.C.), gran militar, político y escritor, que desempeñó los más altos cargos, se echó nada más 44 juicios por corrupción (los ganaba… ya se imagina cómo).
Más para acá, Dante Alighieri (1265-1321), el de la ‘Divina comedia’ (que realmente se titula ‘Commedia’), el considerado padre del idioma italiano, el Supremo Poeta, fue condenado al exilio por recibir sobornos. Un último ejemplo, Napoleón decía de Talleyrand, su ministro de relaciones exteriores, el hombre más poderoso de entonces en Francia, que era “el hombre que más ha robado en el mundo”… nadita.
Debe hacerse notar que estamos hasta aquí hablando de la corrupción consistente en robar del erario o aprovechar el cargo público para enriquecerse, cuando también es corrupción apartarse de la ley, pervertirla, torcerla, cambiarla a la mala para lo malo o usar el poder del cargo para manipular a la ciudadanía, usando el erario para crear grandes clientelas electorales e imponerse, tal vez la peor corrupción.
Créalo, Adolfo Hitler nunca tocó un centavo (un ‘pfennig’, en este caso), el tipo vivía de las regalías de su libro ‘Mi lucha’ (‘Mein Kampf’), y en su testamento personal legó sus bienes a sus “fieles trabajadores”, como su ama de llaves, Anni Winter, que darían lo necesario “para el mantenimiento de una vida sencilla y modesta”. Muy honesto el canalla… con el dinero, que con la ética y la moral, fue peor que muy corrupto, igual que Stalin que tampoco robaba, pero mataba al mayoreo.
De la corrupción en nuestra risueña patria se puedenescribir enciclopedias. Había corrupción en los tiempos aztecas (se castigaba con pena de muerte y en casos leves, los rapaban en público); en el virreinato también y todos los funcionarios, virreyes, presidentes de Audiencia, gobernadores, alcaldes y alguaciles, eran sometidos al juicio de residencia una vez terminado el encargo, para que ya sin poderquedaran arraigados donde mandaron y los que supieran de sus desafueros los denunciaran (y era muy en serio la cosa). Nuestro zangoloteado siglo XIXno fue excepción (por ejemplo, Benito Juárez que fue tentoncito). Y siempre, hasta la fecha.
Nuestros gobernantes predican con fervor la honestidad y la lucha contra la corrupción. Sí. En 1979, el entonces presidente José López Portillo, en su informe ante el Congreso, prometió remediar la corrupción para conseguir “el rescate del decoro y el honor”. Su sucesor, Miguel de la Madrid (1982-1988), hizo lema la “renovación moral” de la sociedad y “eliminar la corrupción, construir una sociedad más igualitaria y avanzar en el proceso de democratización”. Y ahora en este 2025, tenemos una Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno (el chiste se cuenta solo).
Nada de esto viene a cuento del escandalete contra Adán Augusto López Hernández, exgobernador de Tabasco, exsecretario de Gobernación del mequetrefe que ya sabe y actual líder de los senadores de Morena, pues eso tiene un tufo insoportable a pleito interno entre cuatroteros. A ver si le sale a doña Sheinbaum… son arenas movedizas.
Tampoco ese recuento a volapié de casos antiguos de corrupción es para resignarnos, no, pero siempre habrá ladrones, honestos, damas, pindongas y cornudos, es la naturaleza humana.
Lo que nunca, nunca ha pasado en la historia, ni de México ni del mundo, es que un gobernante seacómplice de pandillas de delincuentes. Nunca había pasado y el citado mequetrefe con su caterva de sumisos funcionarios cuatroteros, puso a México en esa tesitura. No es un papelito mojado la acusación OFICIAL del gobierno de EUA de que nuestro crimen organizado opera sin trabas “debido a una relación intolerable con el gobierno de México”.
Acá responden que exigen pruebas y tan frescos… pero la historia queda y como prueban los asuntos arriba relatados, hay manchas que no borran ni siglos ni milenios.