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Ni santos ni demonios / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

 

A diferencia de lo que se manifiesta en las redes sociales, donde no hay medías tintas, sino una polarización extrema en torno a la figura del presidente; no tengo ninguna fijación en su contra aunque en ocasiones así lo parezca. Creo eso sí, en el ejercicio de la crítica y la libre expresión como parte inherente a la democracia. El presidente de la república ha sido reiterativo respecto a respetara la libertad de expresión, sólo que con una variante a la que los mexicanos no estamos del todo acostumbrados.

 

Contra las críticas y señalamientos el presidente también ha defendido su derecho a la replica haciendo abiertos señalamientos hacia algunos medios de comunicación. Se inaugura así una nueva forma de hacer política que abre la puerta a que la libertad de prensa derive en respuestas que a su vez critican el ejercicio del quehacer periodístico. Y eso no funciona así. Esta situación ha acentuado la polarización a pesar de que, en ocasión de los abucheos hacia los gobernadores de extracción no morenista, el presidente ha llamado a la reconciliación advirtiendo que la campaña ya terminó.

 

En más de una ocasión el presidente ha rectificado posturas precisamente en ocasión de las críticas a las acciones que ha emprendido su gobierno. Incluso se ha contrapuesto a iniciativas de algunos legisladores de su propio partido. En otros casos como la cancelación del NAIM se ha mantenido firme y ha anunciado ya, el arranque de la construcción del nuevo aeropuerto en Santa Lucia del cual no se conoce el proyecto definitivo y una terminal más en el actual AIM en lugar que ocupaba el hangar presidencial.

 

Llama la atención el papel que han desempeñado los viejos y sobre todo los nuevos comentócratas que utilizan todo tipo de argucias para tratar de justificar y contextualizar a la luz de forzados razonamientos (maromas les llaman) las posturas del presidente. Al mínimo intento de autocrítica, son objeto de toda clase de improperios por parte de los propios correligionarios del presidente que actúan bajo un principio de fe. Decía Santo Tomás de Aquino: “A aquel que tiene fe, ninguna explicación le es necesaria”.

 

Los usuarios de las redes mantienen un fuego cruzado donde nadie se salva de los anatemas. El país se divide entre quienes están devotamente en favor del presidente y sus críticos que, por más benevolentes que sean, son acusados de conservadores, hipócritas, racistas, clasistas, encubridores, chayoteros, fifís, cómplices de la mafia del poder y son englobados con la etiqueta de la derecha que obra y se resiste al cambio que país necesita. Así como no estoy de acuerdo en los insultos contra quienes disienten y opinan, tampoco lo estoy contra quienes también insultan al presidente repitiendo una misma pauta que no nos conduce a ningún lado. En la violencia verbal se engendra el desprecio hacia la otredad y la violencia física.  

 

El país enfrenta al grave flagelo de la delincuencia mientras nos agredimos unos a otros buscando culpables en el pasado y en el presente. Para el presidente, el germen de esa violencia esta en la desigualdad y la falta de oportunidades producto de una política económica errática. El neoliberalismo el es padre de todos los males que azotan al país. Amlo apuesta a compensar esos desequilibrios con  programas de apoyo económico directo a la par de conformar la guardia nacional. Pide tiempo para abatir los índices delictivos. El dice que seis meses mientras que Alfonzo Durazo, el secretario de seguridad, pide tres años para pacificar al país. Lo cierto es que a  todos nos ocupan y preocupan  los hechos violentos que se suscitan a diario en nuestro país. Anhelamos, esperanzados en que las cosas cambien para bien de México. 

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