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Ni que fuera para tanto / La Feria

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Sr. López

 

Linda se llamaba y le quedaba chico el nombre. Era de las sobrinas chicas de la abuela Elena, de las de Autlán de la Grana, Jalisco, que, bueno, para me entienda: tenía el cuerpo de Sophia Loren a los 19 años, la cara de Greta Garbo en su esplendor, la personalidad de Dolores del Río y mirada de soplete de acetileno. A su paso aflojaba los adoquines de la calle; su estampa debía estar tipificada en el Código Penal como atentado formal a la institución matrimonial. Ver sus labios era pecar de pensamiento y por eso el cura párroco (87 años), no le daba la comunión con la mano, sino que ponía la hostia consagrada en la patena, y se la acercaba con los ojos cerrados para no mirarla sacar la lengua. Y para rematar tales prendas, caminaba como Sarita Montiel en ‘El último cuplé’. Contaba la abuela que un joven rubio de ojos verdes, bien plantado, guapo de interrumpirle la digestión a las chamacas del pueblo, que encima de su prestancia cantaba mejor que Jorge Negrete y floreaba la reata que daba gusto, hijo del ranchero más rico de la región (hacendado, pues), pero rico-ricote, tenía muy apalabrado con el papá de Linda, tío Macro, el matrimonio con su  chamaco, … pero Linda no le hacía caso, ella quería a Isidro, un trabajador de su papá, prieto, macizo, fuertote, manos de orangután, ceñudo y tosco sin más gracia que ser el mejor domador de caballos de la región… y aquello fue creciendo hasta acercarse a drama de Verdi. Enterada que fue la abuela Elena, mediante carta que le mandó Linda, en siete pliegos -ambas caras-, hizo un viaje relámpago a Autlán. El papá, la mamá y los 16 hermanos de Linda, querían que se casara con el galán hijo del rico-ricote, y la abuela, que cuando se enojaba perdía las formas les dijo a todos: -No es lo que ustedes quieran… a ver ¿de quién son las nalgas? –sí, la abuelita enojada era terrible… y duró menos de un año el matrimonio. Bueno.

 

Insisten los medios de comunicación en repetirnos ‘ad nauseam’, que el Presidente es más popular que la Cafiaspirina para bajar la fiebre, que el chupón para que no chille el niño, que el sildenafilo para no hacer el ridículo (elemento activo del Viagra… se hace el ridículo). Ya lo sabemos. Ayer se dieron vuelo con sus palabras sobre lo que ha hecho en sus primeros cien días (oficiales), en la presidencia. Ok.

 

Para empezar, eso de los ‘primeros cien días’ es otra cosa que le hemos copiado (mal) a los yaquis (el primero que lo hizo fue Franklin D. Roosevelt en 1933, en circunstancias muy especiales que exigían revitalizar el optimismo de la gente, aun ahogado en las consecuencias de la Gran Depresión, pero además sí hizo anuncios vitales para la economía de su país: mandó a volar la preminencia de los banqueros, del gran capital y los insertó en una versión de la izquierda y del estado de bienestar que salvó a su patria: eran gente de otra pasta).

 

La verdad es que en cien días es casi imposible presentar resultados que dejen a nadie con la boca abierta, a menos que se hagan anuncios de corte ideológico, conceptuales, por ejemplo que hubiera anunciado ayer la salida de los tratados comerciales del país (TLC incluido), del FMI, la OCDE, el Banco Mundial y la expulsión de los Boy Scouts, que eso sí se puede hacer rapidito; pero, no, todo sigue igual. Todo.

 

La prensa nos tupió con “infografías” y encuestas de las que la gente normal, el tenochca simplex, nomás se queda con la impresión de que a la locomotora Morena ya no la para nadie… pero si lee usted con cuidado, parece que no, que los resultados no coinciden con el aplausómetro. El diario El Universal presentó una encuesta amplia, pero hay que buscar hasta abajo, en la letra chiquita de “la liga” que encuestaron a 1,200 de nosotros, risueños integrantes del peladaje, con una tasa de rechazo del 20.7% (no aceptaron la encuesta), lo que deja pensando…

 

Como sea, presentan que de los aciertos que más celebra el pueblo bueno, el primero es el “Combate al huachicoleo”, que se lleva el 26.4% de aprobación (y eso ni en la universidad más gansito del país es aprobar, digo, 2.64, es estar reprobadísimo), y en sentido contrario, ¿se puede concluir que 73.6% no aprueba?… es pregunta); luego, los “Programas Sociales”, los aprueba el 16.5% de la población (¿o sea, el 83.5% no los aprueba?; también es pregunta); y el “Combate a la corrupción”, lo aprueba el 11.8% (¿88.2%, lo reprueba?).

 

Lo que cuenta es que él como persona física y Titular del Poder Ejecutivo (él, se insiste: ÉL), tiene un avasallador 79.4% de aprobación popular. ¿Y…?… ya sabemos que es el Presidente que ha ganado con mayor margen y contra toda esperanza… ¿para qué nos siguen convenciendo de que es el que escogió una abrumadora mayoría?… ¡cuidado, señor Presidente!, mande investigar qué le hicieron a Luis Echeverría en sus tiempos… chéquelo… no es por mal pensado el del teclado (de estos López), sino porque huele raro y más raro cuando una misma encuesta se contradice (está usando su texto servidor los datos publicados por El Universal de ayer), pues un párrafo después dice que el 65.8% aprueba su combate a la corrupción, cuando un par de centímetros arriba señalaron con colorcito y toda la cosa, que nomás el 11.8%

 

Hablando en serio (frase equivocada en México, el 99.73% de las veces, según encuesta no realizada por nadie, pero suena bien): falta un par de años para saber cómo estamos. ¿Por qué dos años?… porque es el plazo que nos han concedido los dueños del dinero gordo del planeta. Qué pena con usted.

 

Si ya terminó nuestro Presidente de dejar muy clarito que él manda y de aquí pa’l real ya pone a trabajar a todo su gabinete, ya veremos cómo vamos. Ahorita, por lo pronto, en Hacienda, Energía, Turismo y Obras Públicas, las cosas están entre regular y mal y hasta entre mal y graves. Lo seguro es que el Presidente no perderá popularidad: es como Juan Gabriel, la gente le aplaudíamos hasta cuando desafinaba.

 

En fin, es el que escogimos y si no… total, otro sexenio. Ni que fuera para tanto.

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