Juan Carlos Cal y Mayor
Durante la Edad Media, en plena Inquisición, tan solo en un año en Alemania, unas 5 mil mujeres murieron en la pira acusadas de brujería. Fueron etapas de la humanidad donde no existía el más mínimo respeto por la vida humana. Lo mismo se encontraron los españoles cuando, recibidos por Moctezuma en la gran Tenochtitlán, observaron con horror miles de cráneos, algunos de niños y mujeres, incrustados en las paredes del Templo Mayor, que eran sacrificados en honor a los dioses mexicas.
Ya no es un secreto que los aztecas practicaban además la antropofagia y que la carne humana era parte de lo que ahora se conoce popularmente como el pozole, cocinado con granos de elote, al que después los españoles combinaron con carne de cerdo traída de España. En la plaza de La Concordia durante la Revolución Francesa, la muchedumbre aclamó la decapitación de la reina María Antonieta, victimizada para saciar los rencores sociales, al igual que la de miles de franceses a los que condenaron sumariamente a morir en la guillotina.
Durante la Alemania nazi, el régimen de Adolfo Hitler sacrificó en los hornos de Nuremberg y otros tantos más a cientos de miles de judíos a los que el Führer dirigió todos los odios bajo el criterio de que la raza aria era superior, por lo que no podían supeditarse a una raza inferior dedicada a la usura ante un pueblo que padeció la hambruna a la que los condenaron después de la Primera Guerra Mundial.
La Carta Universal
Un poco después de los juicios de Nuremberg, la Sociedad de Naciones pasó a llamarse la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y suscribió la Carta Universal de los Derechos Humanos, en la que no solo condenó el genocidio, sino que elaboró el decálogo de dichos derechos. Todo ello influyó en las constituciones, al menos de las democracias occidentales, que incorporaron y ampliaron esos derechos.
Desde que tengo memoria, no he conocido una sola bruja a no ser la de Blancanieves o la del 61, doña Clotilde, en la vecindad de El Chavo. Se supone que todo ese cruel oscurantismo ha ido desapareciendo con el paso del tiempo, solo que ahora, aposentada en esos derechos, ha surgido toda una corriente ideológica en defensa de los derechos de las minorías.
Desiguales
El problema es que, en algunos casos, violentan los derechos de igualdad al categorizar a las personas en términos de su identidad, género, preferencias sexuales, autopercepción, raza o color, bajo la narrativa impuesta como doctrina del capitalismo heteropatriarcal blanco, que se define como un sistema de organización social, política, económica y cultural que favorece la posición privilegiada de los hombres; curiosamente alineado a la izquierda del espectro ideológico desde una visión del marxismo cultural.
Wokismo
Es lo que los anglosajones conocen como wokismo o cultura woke, o progresismo, mismo que se ha enraizado y potencializado al grado de que las leyes se han reformado para proteger esos derechos con acciones afirmativas, estigmatizando a una buena parte de la sociedad a la que tachan de racista, discriminatoria, misógina, homofóbica, etc., poniéndola en clara desventaja respecto de sus propios derechos, de lo que resulta que ya no todos somos iguales ante la ley. Se ha expandido a Occidente desde las universidades e instituciones diversas.
La cancelación
La cultura de la cancelación es ahora la nueva neo-Inquisición. Las redes sociales se han erigido en el conducto para linchar en la plaza pública digital y no necesariamente ante los tribunales, a quien ose atentar contra esos derechos que se han extrapolado a niveles insospechados. Como en la novela de Nathaniel Hawthorne, se trata de colgarle la letra escarlata a los elegidos por los colectivos inquisidores. Para que sea ejemplar, los personajes predilectos son elegidos por su fama pública para que el linchamiento alcance, a modo de lección, a todas las capas de la sociedad. Son muchos los famosos a los que les ha tocado ser inmolados en aras del nuevo orden establecido.
Canibalismo
Por eso no es de extrañar que cualquier noticia o infundio sirva para que parte de una sociedad enfermiza, odiadora y contaminada por el wokismo, se preste de inmediato al escarnio y el canibalismo, sin medir las consecuencias y el daño que provocan. Es parte de lo que ahora se conoce como la batalla cultural, en tanto que han surgido en contraparte intelectuales y políticos en defensa de lo que consideran los valores, principios, tradiciones y costumbres que tienen su origen en la cultura occidental.
La familia
Se trata de defender a la familia como base de la sociedad ahora que se han normalizado criterios como los de la autopercepción respecto de la identidad de género, la adopción de parejas del mismo sexo, el poliamor y una gran variedad de ocurrencias sacralizadas como derechos. La inclusión ha llegado al grado de desvirtuar el lenguaje y provocar que la industria del cine, las series y la televisión normalicen conductas atípicas como si fueran cotidianas.
Holliwoke
Ahora la sirenita y Superman son afros (decir negro es delito). Cuitláhuac es blanco (no caucásico), Romeo y Julieta mongoloides. Los personajes de los nuevos cómics y reality shows ahora son bisexuales, pansexuales, asexuales, demisexuales, skoliosexuales, transgéneros, omnisexuales, sapiosexuales, genderqueer, genderfluid o cualquier otra identidad de género no convencional. ¡Hágame usted el favor!
El feminismo liberal
El feminismo liberal, que muchos apoyamos para que las mujeres puedan ejercer de manera efectiva todos los derechos en igualdad de circunstancias que los hombres, tomando en cuenta sus características biológicas, ha degenerado, incluyendo toda esa variedad de clasificaciones en lo que se conoce como la comunidad LGTBI+.
La vuelta al oscurantismo
Desde la cultura liberal, el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Bajo ese principio, cada quien puede hacer lo que se le venga en gana, pero eso no quiere decir que los demás estemos obligados a adoptarlo. Para muchos liberales conservadores de nuestros valores (y no es una contradicción), se asume que la biología es inequívoca y solo existen dos géneros: el hombre y la mujer. Las preferencias son otra cosa. Solo que ahora resulta que eso se ha vuelto legal y políticamente incorrecto. Se trata de una imposición que deriva del empoderamiento de todas esas nuevas corrientes ideológicas y eso ha dado pie a una nueva cultura de linchamiento, la vuelta al oscurantismo, como si volviéramos a la Edad Media.
¿Victimarios o víctimas?
Los victimarios ahora somos las víctimas. Bajo esas percepciones, se ha creado una cultura de odio donde, por ejemplo, todos los hombres somos vistos sistemáticamente como agresores, acosadores o violadores en potencia. El valor de la vida y la libertad se ha diferenciado en la ley como si la libertad o la vida valiera menos en función del sexo. A eso hemos llegado y contra eso hay que luchar. Se trata de defender los valores de la sociedad y fundamentalmente a la familia como base de la misma contra esa guerra sistemática que amenaza nuestra cultura. La tarea no es sencilla, pero habemos personas dispuestas a luchar por ello. La razón hará que la verdad triunfe sobre la mitología destructora.