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Neodictadura / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

La aseveración parece agresiva. Nos les agrada a los fans de la 4t y sus aplaudidores. Quisieran ver al presidente enfundado en una casaca verde y una chaqueta con condecoraciones para por fin aceptarlo. Al menos en la percepción de la opinión pública eso sería una dictadura, pero a nada estamos. No se necesita ahora que un general tome el poder mediante un golpe de estado como acaba de suceder en la exrepública Myanmar.

Nos quedamos con la idea del asalto al palacio de la Moneda en Santiago de Chile, la muerte de Salvador Allende y el arribo al poder de Augusto Pinochet. Una dictadura de derecha, de libre mercado, en contraste con la de Fidel Castro que junto al Che Guevara organizó una incursión guerrillera que provocó la caída de Batista. Ese no fue un dictador según la izquierda mexicana sino la revolución hecha gobierno.

Lo que sucede ahora es que los neodictadores arriban al poder por la vía democrática. No son tan burdos como los de antes. Portan traje de civil, pero sus comportamientos son los de un autócrata. Son los tumores malignos de la democracia que hacen metástasis en la raíz popular. La constitución les incomoda. La división de poderes les es un obstáculo. Son populares, eso sí. Encarnan a la oclocracia, simulan interpretar los deseos del pueblo. Empoderan al ejército para afianzar su lealtad. En esa ruta transita peligrosamente López Obrador.

¿Es un ser intuitivo o un genio Maquiavelico, un lobo con piel de oveja? Pero necesita ejercitar el poder sin cortapisas, sin obstáculos para construir, según él, una sociedad una sociedad igualitaria. Los emprendedores son explotadores no generadores de empleo. La tecnología y la inteligencia artificial son invenciones macabras de la modernidad para suplantar la mano de obra de los obreros y trabajadores.

Para el presidente, el estado, debe obrar por el bien de la colectividad. El pueblo es un rebaño que necesita un pastor para llevarlos por el camino de la prosperidad que no radica en el bienestar económico sino en la sensación de felicidad. Y esa condición debe estar desposeída del apego a los bienes materiales que solo deshumanizan a los pueblos.

El estado debe regir la economía y no el mercado. No debe ser subsidiario ni solidario sino rector del comportamiento social y la moral pública. La soberanía un ejercicio de autosupervivencia como si se viviera en un estado de guerra y una amenaza permanente a nuestra independencia e integridad. El estado debe regir la educación, implantar la verdad histórica, santificar a sus próceres y conducirse por un predestinado a la par de nuestros héroes patrios. Hay que asegurar el legado. No son hombres de estado, ni garantes de su preservación. Ellos son el estado. Ellos encarnan a la nación.

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