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Narco-Normalización / Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Desde hace poco más de una década, es posible conocer en televisión y plataformas, de la vida de La Reina del Sur, El Señor de Los Cielos, Pablo Escobar o Amado Carrillo.

Para el caso de nuestro país, las historias de enfrentamientos, territorios controlados o presencia tangible de narcotraficantes se sabían en Zacatecas, Guanajuato, Tamaulipas. Entidades del centro o del norte de México. Para Chiapas aquello eran escenarios ajenos.

La semana que concluye, otro suceso violento dio cuenta de que esa realidad ha cambiado. El narcotráfico -no haré apología señalándolos por nombre- tiene presencia en el estado, en cabeceras municipales, en la frontera, en caminos y carreteras y es una hiedra que crece, devora y contamina. Sobre el asunto, sin pretenderme especialista comparto tres reflexiones:

Normalización social.
Mis tres apreciades lectores y casi cualquiera en Chiapas conoce de casos de personas con estilos de vida no acordes a sus ingresos aparentes. Grandes casas, vehículos lujosos. Solemos no cuestionar -ni somos policías y a veces es mejor fingir que no se ve-, pero al tiempo y tal vez involuntariamente, terminamos conviviendo y asimilando a estos personajes, incorporándolos a ellos, a sus parejas, a sus hijos e hijas. El rumor está pero hacemos como que no lo escuchamos.

Normalización política.
Muy de la mano de la normalización social viene la normalización política: cualquiera de mis ya referidos tres lectores chiapanecos ha escuchado de los vínculos que personajes políticos de primera línea sostienen desde hace tiempo con diferentes cárteles del narcotráfico: se les permite, a los capos y sus tropas, transitar sin molestias, mover estupefacientes y migrantes, controlar plazas, cobrar piso e incluso imponer funcionarios o candidatos. Todo a cambio de recursos para financiar actividades políticoelectorales. Es sabido, son personajes públicos que sin pudor se promueven “para el siguiente cargo” con dinero manchado de violencia y sangre, personajes que llevan a cabo multitudinarios eventos para informar a la sociedad, pero que también celebran cumpleaños o bautizos -por decir algo-, y pasan por “gente decente” y de la “alta sociedad” pero que sotto voce se sabe que están coludidos con el narco. Hacer negocios gracias a la política es deleznable. Hacer política gracias al narco lo es mil veces más.

Normalización de la violencia.
“No vayas por Frontera Comalapa”, hay retenes y toque de queda, “No pases por Jiquipilas”, la balacera lleva casi dos días.

Irónicamente, lo peor que nos puede pasar es acostumbrarnos a esta violencia y al mismo tiempo es imprescindible asumir que la fuerza con la que está plaga crece y se enraíza no se modificará en seis meses ni seis años: veamos el ejemplo de Colombia. Casi treinta años para reencauzar el problema y controlarlo.

La paradoja es que buena parte de los “negocios” que se dejaron de hacer en Colombia, hoy se hacen… en México.

Oximoronas 1. Casos de adolescentes intoxicados aún sin causas claras en Bochil y Tapachula. La explicación más simple es la más probable: un dealer que buscaba enganchar y que se le pasó la mano.

Oximoronas 2. Muy cerca de Tuxtla no solo tenemos el Cañón del Sumidero como gran atractivo turístico. Al lado contrario, en Ocozocoautla se ubica la Sima de Las Cotorras. Actualmente es posible apreciar su majestuosidad montando en la aeronave ultraligera del capitán Ricardo Gómez, desde el Aeródromo Valle Bonito y también lo imponente del sitio a rapel y ascendiendo a través la Vía Ferrata que se habilitó en meses recientes gracias al entusiasmo de Paco Méndez. Sensacionales experiencias. Altamente recomendables.

Oximoronas 3. Catar. En español se escribe Catar. No Quatar. Aclaración inspirada por el maestro Luis González de Alba, que hasta su fallecimiento insistió en que en español era Pekín y no Beijing.

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