Sr. López
Allá en Autlán, a principios del siglo pasado, las diferencias de opinión se resolvían a balazos y la abuela Elena contaba que de entre sus numerosos hermanos hombres, el mayor de todos murió joven porque, según ella: -No sentía miedo… y así no te cuidas –cierto.
Mucho se ha dicho sobre el miedo y su opuesto, la valentía. El justificado miedo a algo real (no al Chupacabras), es normal y necesario, prepara físicamente el cuerpo para responder al peligro: el organismo chorrea adrenalina a la sangre (por eso, por el golpe de adrenalina no es raro que el soldado en laexperiencia de combate, deje de controlar esfínteres, usted entiende); sube la presión arterial, todos los nutrientes se transforman en energía (necesaria para el pleito), se dilatan las pupilas y va más sangre a las piernas por si hace falta salir corriendo. El miedo es esencial para la supervivencia. No tener, no sentir miedo, es una peligrosa enfermedad congénita(síndrome de Urbach-Wiethe, según San Google).
El miedo, aunque todos lo sintamos, está muy desprestigiado y aparte, no se toma en cuenta que hay miedo invencible, ese que desde el siglo I antes de Cristo, los romanos (¡los romanos!, siempre los romanos), incluyeron en su derecho como dirimente de responsabilidad por lo hecho ‘propter metum causa’, por causa del miedo… pero no un miedo inventado, sino por ejemplo, el miedo del esclavo al castigo si no obedecía al amo en una mala acción.
Por su lado, la valentía es enfrentar el peligro dominando el miedo. El olvidado poeta y soldado, autor de ‘La araucana’, Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594), escribió por ahí “el miedo es natural en el prudente y el vencerlo es lo valiente”. Bueno, sí. El muy valiente Winston Churchill, dijo lo mismo de otra manera: “El miedo es una reacción. La valentía es una decisión” (‘Fear is a reaction. Courage is a decision’).
Pero la valentía está sobrevalorada y no es raro que se confunda con la temeridad, que es esa valentía tonta, esa excesiva imprudencia que expone a riesgos evitables o inútiles al valentón. No es valiente el que cruza la calle con los ojos cerrados, es estúpido. La valentía se explica mejor, recordando que la cobardía es ese no enfrentar el peligro que se debe enfrentar.
Todo esto viene a cuento por la respuesta de nuestra Presidenta al tal Trump que antier en el salón Oval de la Casa Blanca, declaró a la prensa: “Las autoridades mexicanas están petrificadas. Están petrificadas de presentarse a sus oficinas. Están petrificadas de ir a trabajar porque los cárteles tienen un control tremendo sobre México y los políticos y las personas que son elegidas”. Petrificado, vamos entendiéndonos, es el que se queda inmóvil por miedo.
Y la Presidenta Sheinbaum, le respondió ayer: “Pues no, claro que no tenemos miedo. La valentía tiene que ver con defender tus principios, con estrategia de seguridad, con apoyo a la ciudadanía y con enfrentar las adversidades, siempre”.
Dejemos para mejor ocasión comentar la extraña definición de valentía que hizo la señora (de veras, lo suyo es la física). Por el momento importa eso de “claro que no tenemos miedo”. Si dijo “no tenemos” en plural mayestático, refiriéndose a ella, vale; si lo dijo aludiendo a su gabinete, quien sabe si sea cierto.
Lo cierto es que ella no tiene miedo. Mal haría, protegida las 24 horas del día por el aparato de seguridad del Estado. Mal haría sabiéndose intocable por la ley ahora y el resto de su vida que se le desea sea muy larga. Mal haría.
Lo cierto es que México tiene miedo. No somos un país de imbéciles. Distinguimos en la que estamos.
Tienen miedo los niños sin medicinas, tienen miedo los papás de niños sin vacunar. Tienen miedo los enfermos sin atención en los hospitales. Tienen miedo los que están sujetos a lo que los malhechores dispongan. Tienen miedo las mujeres, mucho miedo, por muchas cosas tan vergonzosas. Tienen miedo los desempleados, miedo a su hoy y a su arduo futuro. Tienen miedo los choferes de camiones carga. Tienen miedo los que serán juzgados por jueces del Bienestar. Tienen miedo las madres buscadoras. Tienen miedo los migrantes. Tienen miedo los periodistas. Tienen miedo los alcaldes. Tienen miedo los jefes de policías de pueblo. Tienen miedo los soldados y los policías, esa mal pagada carne de cañón.
No tienen miedo los que disponen del erario a su antojo. No tienen miedo los que en pago a sus tropelías reciben consulados y embajadas. No tienen miedo los que disfrutan de los privilegios de los cargos públicos. No tienen miedo los que gozan de fuero. No tienen miedo los generalotes, impunes, inmunes y medrando a plenitud. No tienen miedo los hijos, amigos y cómplices del poder. No, no tienen miedo. ¿De qué iban a tenerlo?… ¿de la ley?… ¿de la opinión pública?… ¿de la historia?… se carcajean de todo eso junto.
La señora del bastón de palo podría haber dicho, aunque fuera mentira, que ella solo tenía miedo a fallarle a México y que la valentía de los que integran el gobierno nacional, está fuera de duda. Bien pudo refregarle al Trump que no está petrificado un país en el que han muerto enfrentando al crimen, miles de soldados y policías. Bien pudo exigirle respeto a esa sangre derramada por armas que ellos venden a los criminales.
O… no decir nada. Ignorar la afrenta. No aceptar la pregunta en su mañanera, soltar “a palabras necias oídos sordos”.
Y para que vea usted que este menda no solo critica, le hace saber que la Presidenta dijo una verdad como un templo en la misma mañanera, al comentar que en la lucha contra el crimen organizado, “no todo es policías, no todo es Guardia Nacional, no todo es militares”. Absolutamente acertada observación. Lo que falta es limpiar de corruptos a la estructura del gobierno… que es por lo que clama el Trump, por cierto.
Pero, igual, sí, muchos mexicanos tienen miedo. Pero el país no se paraliza. La gente le cumple a la vida y se desloma trabajando de lo que sea por lo que sea. Esos son los valientes. Sepa señora, aquí nadie se raja.