Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen,
Nimbe no se hizo poeta, nació siendo poeta. Escribir poemas, lo hace cualquiera. Hacer poesía demanda valor, decodificar códigos heredados y creados desde la experiencia; es el idioma del espíritu con el cual se nace; es aquello que no se aprende, en todo caso se perfecciona con técnica, pero la esencia del poeta en un gen interno que se descubre, explora y cuando el miedo se pierde, se expresa hasta emprender la aventura de publicarlo como un grito al viento. Como el viento, su poesía se siente al escuchar su ulular. Más allá de las palabras son los sonidos de una MÚSICA PETRIFICADA repitiéndose incesantemente en su memoria.
La describió fielmente al escritora asturiana María Esther García al decir: “Las palabras de Irma se entrelazan en un baile sensual, revelándonos sus anhelos y los miedos que palpitan en lo más profundo del ser. <Miedo y amor latente / Corazón en ensamble /Construcción perenne>. En cada estrofa, la piel se eriza mientras la tinta se convierte en el vestido que cubre los cuerpos desnudos
En la poesía viajan historias encubiertas de palabras; palabras como códigos indescifrable, sólo comprensibles para quien escribe desde la intimidad de su propio ser.
Conservo de Nimbe un mensaje cautivante de hace 11 años; de ella, quien cada mañana se repite la frase de Nietzsche: “me gusta ponerle atención a cosas simples como las nubes, la lluvia o las estrellas. Ya saben, esas cosas que la gente ya no se percata de que existen”. Por ese motivo, transcribo algunas líneas de aquellas palabras lejanas años escritas desde nuestra mistad decían: “El próximo lunes 25 será luna nueva, no sé qué signifique esto realmente pero me encanta el embrujo de la noche, la oscuridad iluminada de la luna, el movimiento de las mareas y de esa forma me excita el vaivén de todos los fluidos. Mi parte chamánica, me hace vibrar esos días, agradecida a los astros y al universo porque el conjuro está funcionando. Pedí que las estrellas se alinearan, desde hace muchos años mi deseo era siempre el mismo, “ un hombre espiritual, generoso, amante real de la vida, preocupado por el bienestar del otro y de los desposeídos, protector del medio ambiente, sensible al arte y la cultura, respetuoso de nuestras tradiciones y de México, y que me amara y lo volviera loco. ¿Acaso es mucho pedir señor equilibrista?”
En aquella época, firmaba como “Equilibrista”, porque como le he dicho en otras ocasiones, la vida es una cuerda floja de inicio a fin donde aprendemos a no caer y cuando es inevitable la caída, se prende a saltar de nuevo a la cuerda para seguir caminando como lo hace Nimbe también.
Más adelante, Nimbe escribe: “Los años hacen que uno se vuelva extremadamente meticuloso, perfeccionista, en pocas palabras “viejo” jeje, el volver a amar en mí se volvió causa perdida, alguna vez te dije que estaba blindada al amor, así era, así fue! Pienso que uno puede atreverse a hacer lo que sea, mientras no lastime a terceros (esa es mi regla) ahora me he lanzado al precipicio y encontré en el fondo a un hombre extraordinario. ¿Recuerdas qué texto dedicado al hombre de 69 años?, (números cabalísticos y muy eróticos) o ya estoy inventando el número porque ese me gusta jajaja”.
Después de describir al hombre que la hizo vibrar, sigue diciendo: “Mi vida social es muy activa por fuera, aunque soy tímida y reservada y sólo me conocen mis cuatro amigos, mi trabajo de PR es de mucho glamour y apariencias, estoy rodeada de egos y puedo manejar esa parte. Él me dice que tengo dos personalidades una que me tocó vivir, por qué no me quedó de otra y la que siempre he querido, la he conseguido a “cachos” y no la he podido alcanzar. Cómo dejar el ritmo de mi vida, de citadina neurótica y volverme hacia trabajar el barro, hacia el caminar descalza en el pasto, amanecer con los ocres del alba y dormir con el canto de los grillos, tomar chocolate caliente por las tardes, meditar frente a la naturaleza, y despertar con unos brazos amorosos… El dilema es el brinco, el salto cuántico jeje! O será miedo?
Era miedo, indecisión, quizá inseguridad o temor a la crítica. Por fortuna para la literatura, Nimbe rompió todas las ataduras el día en que entró en ella misma: “En mi parte espiritual haré un retiro de 15 días.. me podrás ver volando en las nubes, no será la virtual y estaré ausente por esa razón, y en la parte literaria me estoy comprometiendo a mí misma a escribir más y ese es el real dilema, pues mi tiempo es para mi trabajo, mi casa, mis hijas, mis padres, mis actividades y compromisos y YA ESTOY HASTA LA MADRE DE TODOS jajaja, quiero paz o que me dejen en paz. “… quiero sentarme a escribir todo el tiempo eso es lo único que quiero hacer, pero la única hora que puedo es a las 10/11 de la noche y hay veces que en mi oficina lo hago en mis ratos libres, no dejaré de hacer esto por ningún motivo, si pudiera describirme de alguna forma lo diría como Flaubert, “ escribir es una forma de vivir” y yo llegué tarde y no quisiera desperdiciar mi tiempo en otras cosas, ese es mi principal dilema, como detener ese instante, cómo recuperar la generosidad del tiempo que me queda y esas horas y segundos volverlos eternos”.
Ese momento decisivo la condujo a producir y producir; a participar en varias antologías internacionales donde fue bien recibida por la crítica internacional y más tarde a esculpir en arcilla como a publicar su poemario “AL BORDE LAS VIEJAS HERIDAS TOQUÉ EL FONDO DE OTROS MUNDOS” antes de su obra: “MÚSICA PETRIFICADA”.
Amaia, el personaje de uno de sus relatos dice: “Me perdí a mí misma y me petrifiqué!” Desde ahí leo a Nimbe, la mujer fuego, agua, deseo, ensamble, caracol, murmullo, soledad, Luz, objeto, sagrada, extraviada, tinta, niña, verde. Mujer dolor; mujer gato. Todas las mujeres en el cuerpo de Nimbe, en esa palabra poderosas que es Recordar: “volver a pasar por el corazón”, eso significa. O en ingles: “learn by heart” que significa “aprender del corazón”.
Dejo a Kary Cerda con la última palabra: “Nimbe es deletrear lo femenino. Música petrificada en el palpitar de la vida, más que un libro, es un andamio poético, construido por Irma Nimbe, desde su pluralidad inscrita en la plástica y en la literatura. Tanto poemas como esculturas tienen el poder de evocar sin necesidad de ilustrar. El todo se establece a partir de la sugerencia y el detalle, más nada es necesario. Música petrificada es también un tránsito incesante desde la fragmentación que nos agobia hacia la plenitud reclamada y posible. Una mujer multiplicada y diversa se construye a través de los dieciséis poemas y las tres esculturas contenidas en este libro, en un ejercicio de reconocer con meticulosidad el paraje interior de la circunstancia íntima”.
A su padre le dedicó su amor y estas palabras: “Escribo para curar la carne abierta, el dolor de esa muerte que estalla en mí, una granada que me explotó en la cara, la esperaba, uno nunca está listo y llegó de frente. Escribo para no claudicar en el miedo, para tomar las medidas al nuevo horario, para recordar contigo las castañas en la leña del invierno. … Celebro tu vida, gratitud es la palabra, por enseñarme a vivir la mía”. Al final, detrás de una gran historia, las letras de Nimbe son una cuestión de amor.
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