Sr. López
Contaban de un tío Lencho que allá a principios del siglo pasado, fue el rey de la leche en San Pedro de Los Baños; famoso no sólo por su leche sino por otras cosas muy impropias de comentar (34 hijos reconocidos… ya se da una idea); pero en especial asombraba la rapidez con que tomaba decisiones y no se tenía noticia de que se equivocara; por lo mismo, largos años fue Juez de Paz y nomás oyendo a la gente sabía a quién dar la razón, a la primera y sin protestas (mejor que Salomón), porque atinaba siempre. Se acordaba la abuela Virgen (Virginia, la de los siete embarazos), que una vez oyó a su papá preguntarle cómo hacía y que contestó: -Por el modito, Fernando, por el modito –ha de ser.
Dude usted siempre que lea en alguna columna o nota periodística, que la información se obtuvo gracias a que alguien -anónimo-, contó asuntos confidenciales o al menos privados, de presidencia de la república. Puede ser cierto, claro, pero es extraordinariamente difícil pues quien está cerca del poder grandote, sabe que es mucho lo que se juega y mucho lo que puede perder, a cambio de la dicha inicua de quedar bien con un periodista. Faltaba más.
Antes, habitualmente los presidentes del país eran discretos, hablaban poco en público y cuando lo hacían, tenían bien meditado lo que dirían (y no era nada raro que antes, encargaran a sus secretarios y asesores, notas, datos precisos y proyectos de declaración)… ¡ah!, y las entrevistas periodísticas se sujetaban rigurosamente a las preguntas previamente autorizadas, no era censura, era prudencia, el Presidente no podía meter la pata, balbucear o correr el riesgo de improvisar una respuesta. Eso afiló mucho el colmillo de los reporteros de “la fuente” y el olfato de los comentaristas para interpretar hasta las pausas “del señor” al hablar, sus silencios, sus miradas, a quien mencionaba y a quien no, y el cómo se distribuían los asientos de quienes lo acompañaban en un acto público. Y finalmente, los hechos, el indudable idioma de los hechos, era la verdadera fuente de información. Otros tiempos.
Con el actual Presidente es al revés, sobra información, diario celebra conferencia de prensa y declara de todo, sueltito (aunque hable afectadamente despacio), y a pesar de que es notorio que les dan hechas las preguntas a los reporteros habituales de las mañaneras, a veces sí entran reporteros y lo ponen en aprietos… pero siempre sale bien librado porque ha saturado la capacidad de indignación de nosotros, los indignables. Ya lo que diga da lo mismo.
Pero hay una excepción y entonces entra en funcionamiento la inveterada costumbre de analizar los silencios.
Sí, mire usted, esta semana, la jefa de Gobierno de la CdMx y corcholata destapada reiteradamente por el Presidente como posible candidata a la presidencia de la república, Claudia Sheinbaum, ha descalificado muy airada (enchiladísima), el peritaje que contrató con una empresa extranjera (DNV) para saber qué provocó el terrible accidente en la
Línea 12 del Metro, sucedido el 3 de mayo del año pasado, que costó 26 vidas y al menos 80 heridos (hubo cinco desaparecidos, pero ni rascarle más).
Tal vez tenga razón la doñita y esa empresa no hizo bien su trabajo, aunque cuando la contrató se deshizo en elogios y no era para menos: DNV tiene 158 años de existir, muchísima experiencia en peritajes forenses, opera en más de cien países, tiene más de 11 mil empleados y factura al año arriba de 20 mil millones de dólares; y cien países no andan regalándole dinero a ninguna empresa.
La cosa es que doña Sheinbaum, informó que están pensando en meterle a DNV una denuncia penal porque, acusó, la empresa responde a los intereses de opositores del gobierno federal y de su administración y remató de pecho: “(…) es parte de este uso que hacen los adversarios que no tienen ninguna moral, ninguna ética”. ¡Jesucristo-aplaca-tu-ira!
¿Y por qué?… porque DNV incluyó en su peritaje, las fallas de mantenimiento y eso salpica a la administración de doña Claudita. Hay mucha información regada acerca de las presiones que hicieron a la DNV para que sacara de su informe lo de las metidas de pata con el mantenimiento, pero por un contratito esa empresa no se juega su prestigio y pusieron muy claro que aparte de todas las fallas que detectaron, también hubo omisiones en el mantenimiento correctivo. No podía ser de otra manera, circulan por las redes videos y fotos del tramo que se derrumbó, claramente deformado, aparte de testimonios de operadores del STC Metro y de usuarios. El accidente se pudo evitar, de debió evitar, con solo cerrar la vía y ponerse a repararla… toda.
Y que nadie quiera crucificar a la simpatiquísima señora Sheinbaum: ella no, NO, es responsable ni indirecta… pero políticamente ya se embarró por su puro gusto. No eran sus muertos, ella se los echó al hombro. Lástima.
Aquí regresamos al hilo en que veníamos: el Presidente en junio de 2021, ordenó y dejó muy claro que él y solo él, daría informes sobre el accidente del Metro en clara maniobra de arropamiento de doña Sheinbaum, quien lo confirmó y dejó el asunto en las sacras manos de su Jechu (contracción de Jefecito Chulo). ¿Sí?, pues ahora, el señor Presidente que tiene explicación para todo, incluida la caída del Imperio Romano de Occidente, de esto no ha dicho ni una palabra. Silencio en la noche.
Este novedoso y sorprendente silencio presidencial no es porque lo asuste el asunto o la DNV. Tiene respuesta para eso y más (como la delirante cifra de muertos por la pandemia), y si no la tiene recurre a ese argumento lógico invencible tan suyo: “tengo otros datos” y ¡listo!
No, ese silencio para doña Sheinbaum es ominoso y amenazante, porque si su Jechu no le entra al quite, tal vez sea porque ya se la quitó.
Lo malo para el Presidente es que su otra corcholata, Ebrard, también está en entredicho por esto, pues bajo su administración se construyó la Línea 12… le quedan más corcholatas, sí, claro, pero anda muino y callado porque no le gusta que le ahorquen sus mulas.