Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen, “el arte salva; nos salva de nosotros mismos; no salva de los otros devolviéndonos a la vida”, me dice Lucía Vázquez Maza, con formación en relaciones internacionales y autora del libro Mujeres de Frontera, con su amplia experiencia con mujeres migrantes de muchos años atrás, asume ahora, la misión de trabajar con las mujeres migrantes procedentes de diversas partes del mundo, en su mayoría con venezolanas quienes en Chiapas, esperan la oportunidad de proseguir su largo y penoso viaje hacia los Estados Unidos; mujeres valientes y fuertes, de rostro fatigado, con el dolor en un ojo, y la esperanza y la ilusión en el otro.
En una charla de varias horas, Lucy me narra su experiencia en esta nueva misión con mujeres migrantes donde siento su vehemencia al narrar su trabajo presencial; y le pregunto: ¿por qué y para qué, te involucras en esta tarea con las mujeres migrantes?
—Soy una mujer idealista y ojalá algún día, las fronteras nos unieran y no nos separaran. Ojalá, logremos construir políticas públicas sostenibles, capaces de atender a las migrantes, a las mujeres en prisión y a otros grupos de mujeres poco visibilizados carentes de autoestima que requieren de atención.
—Los migrantes son una estadística fría; poco conocemos de su pensar, su sentir, de sus largos trayectos recorridos entre el hambre, las inclemencias del tiempo y su preocupación por los hijos con quienes se acompañan; poco sabemos de su transitar por las selvas… Lucy, ¿cuántas mujeres migrantes hay en México.
—De enero a abril del 2024, transitaron 481,251 personas extranjeras según la SEGOB. El incremento es exponencial; tres veces el número de personas en movilidad de manera irregular entre 2023 y 2024; de ellos, 156 mil son mujeres quienes huyen forzadamente para alejarse de los conflictos, de la violencia, la persecución, la degradación ambiental, los desastres provocados por el cambio climático y otras situaciones que afectan su seguridad en su lugar de origen, lo que ha significado una importante reconfiguración en la diáspora, al diversificarse el país de origen de los extranjeros.
—Háblame de la situación en Chiapas, le pido a Lucy.
—En este sentido, el territorio chiapaneco se ha convertido además de un lugar de tránsito obligado, en un espacio de asentamiento de migrantes provenientes de diferentes países, principalmente Venezuela, Ecuador y Honduras, seguidos de Haití, Cuba, India, Bangladesh y algunos países africanos como Camerún y El Congo, por citar algunos. Las cifras de mujeres en condición de movilidad humana son cada vez mayores, quienes, debido a circunstancias estructurales y a los efectos en las relaciones inequitativas de género, enfrentan la migración con alta vulnerabilidad y riesgo. Aunada la violencia de género, la cual es una constante para mujeres en movilidad humana, tanto en su país de origen, como en el tránsito y destino.
—¿Y qué hacer, entonces?, Lucy.
—Es prioritario impulsar iniciativas que coadyuven en la atención integral de las personas en procesos migratorios. Sin duda, el arte es una herramienta perfecta para este fin, estimula la creatividad, el bienestar individual y colectivo. Y de eso trata este programa. En Tuxtla Gutiérrez, particularmente, existen pocos espacios para la atención de personas en movilidad humana, algunos pocos albergues oficiales y otros no oficiales como el estacionamiento de la terminal de la OCC convertido durante un tiempo en campamento improvisado y otros albergues, donde se requiere de un permanentemente acompañamiento emocional y socio-afectivo para las mujeres migrantes que tenga un impacto positivo en su salud.
—Lucy, platícame en qué sentido brindas ese apoyo.
—Mira, según la RAE, empoderar significa “hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido”. En el contexto de la movilidad humana, empoderarse es recuperar el poder como personas, tomar el control en aspectos más importantes de la vida, tomando las mejores decisiones. El autoconocimiento como parte del proceso de empoderamiento, permite reducir el estrés, la ansiedad, la autocrítica, el auto-sabotaje, la comparación con otros, la autoexigencia, impulsa el bienestar emocional y la calidad de vida, mejora la relación con uno misma, aumenta la autoestima, la seguridad y mejora las relaciones personales.
—Pero en esas tarea, no basta con las buenas intenciones, ¿cómo se logra?, Lucy.
—Por eso, es relevante la intervención, a través de un modelo metodológico que les permita desarrollar un nivel de determinación, firmeza y tener la capacidad de superar obstáculos y dificultades para enfrentar la transformación de vida que están buscando. En este modelo se incluyen sesiones de trabajo para desarrollar habilidades como el autoconocimiento, el autodesarrollo, el trabajo en equipo, liderazgo, la resolución de problemas. Muchos relatos de mujeres migrantes que aparecen en mi libro “Mujeres de Frontera”, me inspiran para no ser indiferente y a través del arte, lograr que ellas conecten consigo mismas.
—Coméntame que tipo de actividades desempeñas con ellas.
—Trabajamos en la elaboración de figuras con la técnica origami, sin cortarlo ni usar pegamento, para crear formas en dos o tres dimensiones, facilitando la reflexión, perseverancia, el trabajo en equipo, la disciplina y la tolerancia a la frustración. Esto contribuye al desarrollo y fortalecimiento de las habilidades blandas de mujeres (adultas, jóvenes y niñas) en contexto de movilidad humana. A través del Arte y la Creatividad, iniciamos un proceso de empoderamiento socio-afectivo que se complementa con talleres de Empoderamiento Emocional; mesas de diálogo a partir de las experiencias de las mujeres migrantes; transmisión y difusión de información respecto a los riesgos de la migración irregular, incentivamos la creatividad, y montamos exposiciones de las figuras elaboradas con la técnica origami; además, estamos por iniciar, talleres de empoderamiento emocional; lectura de relatos; mesasde diálogos, entre otras actividades complementarias.
—¿Cómo fue el abordaje y quienes te apoyan?, Lucy.
—El proyecto lo patrocina la Secretaría de Cultura de la federación a través de CONECULTA. La población a la que se dirige son mujeres en contexto de movilidad humana, adultas, jóvenes y niñas (10-17 años), atendidas en el Servicio Pastoral Migrante San Martín de Porres (SEPAMI) en Tuxtla Gutiérrez y campamentos instalados por migrantes. Desde ahí, las invitamos a participar creando confianza, escuchándolas en su miedos, temores y desconfianza. Les explicamos el programa. Primero se integraron algunas y progresivamente, fueron llegando otras. Unas se unieron porque había alimentos para sus hijos y cuando descubrieron la atmósfera de convivencia alegre, tomar confianza. Son cuidadosas de lo que dicen; se guardan muchas experiencias duras del trayecto, pero el arte terminó por atraerlas así como la oportunidad de conectar entre ellas. Aprender las técnicas de respiración, las relajó y así pudimos emprender muchas actividades.
—Para ti, ¿qué significa esta experiencia?, Lucy.
—En lo personal, siento un enorme compromiso con ellas, una empatía donde me pongo en sus zapatos y puedo sentirlas y comprenderlas; y como tú dices: darles atención es una cuestión de amor.