1. Home
  2. Columnas
  3. Morra que le gusta el football americano y otras idioteces del etiquetado moderno / Sarcasmo y café

Morra que le gusta el football americano y otras idioteces del etiquetado moderno / Sarcasmo y café

Morra que le gusta el football americano y otras idioteces del etiquetado moderno / Sarcasmo y café
0

Corina Gutiérrez Wood

Hace poco leí un comentario que decía algo así como: “Morra que le gusta el football americano, un vato más”. Y ahí me detuve, entre risas y un poco de incredulidad. En serio, ¿todavía en 2025 seguimos clasificando a las personas por lo que disfrutan? ¿Todavía sentimos la necesidad de etiquetar y minimizar a alguien solo porque su gusto no encaja en nuestras pequeñas ideas de lo que “debería” ser?

El asunto no es personal. Se trata de cómo funcionan las redes, los comentarios y la forma absurda en que algunas personas piensan que tener sentido del humor consiste en reducir la pasión de otros a un chistecito rápido. Lo que sigue es real, hay muchísimas mujeres que siguen la NFL. En mi propio círculo abundan, y no son “rara excepción”, ni están buscando aprobación masculina ni tampoco deberían ser objeto de etiquetas absurdas. Simplemente disfrutan del deporte, de la estrategia, de la emoción, de los domingos llenos de touchdowns y comerciales que tienen más producción que muchas películas.

Sí, me incluyo. Disfruto los domingos de NFL, sigo con devoción a los Patriots de Nueva Inglaterra y celebro cada Super Bowl como quien asiste a un ritual. Es emocionante, divertido y apasionante. Y sí, en alguna ocasión alguien comentó, medio en broma, que viendo el football americano pasaba de ser Fiona a convertirme en Shrek. No me molestó; al contrario, me causó gracia. Era un reconocimiento divertido de que me había apasionado tanto por el deporte que, de alguna manera, me transformé de la princesa controlada y elegante en un ogro entregado con gritos incluidos. Más allá del humor, la comparación sirve para ilustrar cómo nuestras pasiones a veces nos hacen romper moldes y sorprender a quienes nos rodean, aunque ellos lo vean como un cambio absurdo según su idea de “lo que debería ser”.

Recuerdo otra ocasión, viendo un súper partido y posteando algo al respecto en Facebook, alguien decidió cuestionarme seriamente: “¿Cómo es posible que estés viendo football americano si está Miss Universo en el otro canal?” Ahí me detuve, arqueé una ceja y pensé,así como a esa persona le parecía inconcebible que yo disfrutara de un partido, a mí me resultaba increíble que alguien pudiera pasar horas frente a un certamen vacío, sin contenido más allá de mostrar los atributos físicos de las participantes como si fueran mercancía. Fue un momento perfecto para darme cuenta de cómo cada quien mide “lo valioso” según sus propias categorías absurdas, y de cómo la pasión y el entretenimiento pueden chocar con la ignorancia o los prejuicios de los demás.

El problema de fondo es que esta tendencia de clasificar todo, cada gusto, cada afición, cada hobby, no es divertida ni inocua. “Morra que le gusta el football americano, un vato más” no es solo un comentario en redes; es un reflejo de cómo, aún hoy, algunas personas piensan que pueden definir a otros a partir de clichés simplistas. Y lo más curioso, mientras más intentamos educar, explicar y mostrar que disfrutar de algo no te hace menos mujer, menos interesante o menos “normal”, más evidente se vuelve la inseguridad de quienes necesitan poner etiquetas a todo.

Pensemos en lo ridículo, seguir un equipo, analizar jugadas, emocionarse con una atrapada imposible, celebrar un touchdown, sufrir con la derrota, todo eso no es exclusivo de un género ni debería ser motivo de burla. ¿Desde cuándo la pasión tiene género? ¿Desde cuándo el football americano es “cosa de vatos” y no de quien quiera vivir la emoción del deporte? Lo cierto es que este tipo de comentarios hacen invisibles a quienes realmente disfrutan de algo, como si su entusiasmo tuviera que ser aprobado por una mayoría imaginaria.

Lo irónico es que estas etiquetas suelen nacer de la ignorancia y del miedo; miedo a lo diferente, miedo a reconocer que otros disfrutan lo que uno no comprende, miedo a perder la sensación de “normalidad”. Y mientras tanto, los aficionados reales siguen ahí, viendo a sus equipos, discutiendo estrategias, disfrutando cada Sunday NFL y cada Super Bowl sin pedir permiso ni validación.

Por supuesto, esto no es exclusivo de mujeres. Los hombres también reciben comentarios absurdos cuando disfrutan algo considerado “femenino”. Pero en el caso de las mujeres y la NFL, es evidente que el comentario intenta colocar un sello de rareza, cuando en realidad no hay nada raro ni fuera de lo común. Hay pasión, hay emoción y hay comunidad. Hay un gusto legítimo que merece respeto y no una etiqueta simplista que reduce la experiencia a un meme.

El problema de etiquetar, de hacer comentarios que pretenden ser ingeniosos pero que en realidad son reductivos, es que perpetúa un patrón, convierte la pasión en objeto de burla, la diversión en escenario de juicio y la autenticidad en algo sospechoso. Y mientras algunos se entretienen clasificando a las personas por género o gustos, otros disfrutamos del deporte, de la emoción y de los domingos sin cargar con el absurdo de sus prejuicios.

Por eso, cada día de NFL, cada Patriots touchdown y cada Super Bowl es una pequeña rebelión silenciosa contra la estupidez del etiquetado. Es un recordatorio de que no necesitamos ser aprobados ni entendidos por todos, que nuestros gustos son válidos, y que disfrutar algo no nos define ni nos limita, nos libera.

En conclusión, comentarios como ese, son más un reflejo del machismo que del fanático. Una oportunidad de reflexionar sobre la necesidad de reducir todo a frases ingeniosas y la urgencia de dejar de inventar etiquetas para todo. Porque la próxima vez que alguien haga un comentario así, es importante recordar, la pasión no tiene género, el disfrute no necesita permiso, y sí, Fiona puede ver football americano sin convertirse en Shrek… aunque la broma siga siendo divertida.

Disfrutar, emocionarse y celebrar es un derecho, no un privilegio condicionado. Y mientras más mujeres (y hombres) sigamos reclamando nuestro espacio en el deporte, más claro seráque las etiquetas son solo eso, palabras vacías que no definen quiénes somos ni qué nos hace felices.

Al final, si alguien todavía cree que es más valioso un certamen vacío que un touchdown perfectamente ejecutado, que se quede en su canal. Nosotros, las que gritamos, celebramos y nos apasionamos de verdad, seguiremos disfrutando los los partidos de NFL, los Patriots y el Super Bowl, sin pedir permiso, sin disculpas y sin convertir nuestra diversión en un tema de debate absurdo.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *