Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen, El proceso de poblamiento de Tapachula es una historia de migraciones interminables. Cuando alguien se refiere despectivamente con cierta xenofobia a la gente de fuera, pareciera que la lengua le sangrara pues en esta región no se puede hablar de familias de abolengo ya que ninguna de las existentes cuenta con más de 400 años de tradición en esta ciudad como para acuñar el linaje de algún apellido.
Según escribe escribe Remesal, “durante la colonia Fray Tomás Casillas y Fray Tomás San Juan llegaron a la villa de Soconusco, de donde se domina toda la Provincia, fundada entre los pueblos que ahora se llaman Azcuintla, Acacoyagua y Guaypetagua, que entonces además de ser muy poblada de indios, tenía casi doscientos vecinos españoles”. Hasta 1553 el Soconusco dependía de la Audiencia de México, poco después pasó a formar parte de la Audiencia de los Confines de Guatemala. En 1563 esta Audiencia por Cédula Real de Felipe II se integró a Panamá y con ello el Soconusco volvió a pertenecer a México, pero en enero de 1569 pasó a pertenecer nuevamente a la Audiencia de Guatemala.
En 1700 la capital del Soconusco fue trasladada a Escuintla. Pero en 1794 sufrió los estragos de un huracán, que destrozó casas y plantaciones, por lo cual la población emigró a Mapastepec, Huehuetán y Tapachula. A ésta última se le nombró capital del Soconusco e inició así su crecimiento. En 1813 adquirió la categoría de Villa. y en 1818 se convirtió en cabecera parroquial. En 1842 se elevó al rango de Ciudad. A fines del período colonial la Provincia de Chiapas pasaba por una catastrófica situación económica, esto llevó a Mariano Robles Domínguez, (Diputado de la Provincia en 1813), a informar a las Cortes de Cádiz sobre la miseria de Chiapas por lo cual se le concedió el título de Ciudad de Santa María a Comitán, y fueron elevados a la categoría de villa: Tuxtla, Tapachula, Tonalá y Palenque; se abrieron los puertos de Tonalá y Tapachula, con libertad de derechos por diez años y sólo para el comercio entre Guatemala, Nueva España y Perú.
La mexicanidad en Tapachula es reciente, muy reciente, ni siquiera deviene del decreto del 23 de octubre de 1821 ya que, en tanto se preparaban las elecciones para determinar si Chiapas dependería de México o de Guatemala, el 24 de julio de 1824 el Ayuntamiento de Tapachula levantó un acta en la que expresaba “...que el Partido de Soconusco se separaba de Chiapas y determinaba formar parte del Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Centroamérica…“
La indefinición culminó con la intervención de los ejércitos de México y Guatemala quienes al final declararían la neutralidad del Soconusco. Así el Soconusco permaneció independiente tanto de México como de Guatemala por casi 18 años, lapso en el que se sumió un una crisis económica y se convirtió en refugio de delincuentes y contrabandistas de los países vecinos; así como de opositores al régimen dictatorial del general guatemalteco Carrera. El 18 de mayo de 1840, el alcalde de Tapachula solicitó la protección del gobierno de la Nación mexicana para salir del abandono en que se encontraba la región del Soconusco. En 1842, con la intervención de Matías Romero, comisionado por el Presidente Santana, la Villa de Tapachula firma el acta levantada para su incorporación a México como parte integrante de Chiapas elevándose a la categoría de ciudad.
La historia moderna de las migraciones en Tapachula proviene con la apertura a la colonización para las inversiones impulsadas con la política de deslindes implementada por el gobierno de México que consistía en determinar los terrenos baldíos que existieran y venderlos a particulares. En el Soconusco la mayor parte de las tierras fueron vendidas a extranjeros: “La compañía Lous Huller deslindó en el Soconusco 287,950 hectáreas. Un 80% de las tierras las vendió esta compañía a extranjeros, en su mayoría alemanes, sin respetar la cláusula de nacionalidades” Incluso la Secretaría de Relaciones Exteriores en 1891 pidió facilidades para que los particulares alemanes compraran tierras baldías en el Soconusco, para establecer ahí fincas de café.
“En 1897 se estableció la Soconusco Rubber Plantations, en 1903 lo hicieron Paul Furbach y el peruano Bruno García Mijares, quien después sería dueño de la primera empresa eléctrica de la región. Además de alemanes, llegaron franceses, suizos, españoles, ingleses, norteamericanos y mexicanos provenientes de otros estados como el zacatecano Carlos Gris, los Bejarano de Veracruz, los Acosta de Baja California, los Ortega de Guanajuato, los Murillo de Michoacán; Matías Romero de Oaxaca y algunos pequeños capitalistas de Comitán, San Cristóbal y Tuxtla. Sin embargo, fueron los alemanes quienes monopolizaron la comercialización, el transporte marítimo y la fijación del precio internacional del café”.
Los archivos históricos señalan que con el fin de establecer plantaciones llegaron varias compañías extranjeras: Hidalgo Plantation Commercial Co.; Smith, Kabayashi; Rosing Brothers Co.; Wohler Rartring; Giessemann Co.; W. Struckien; Harrison; Baron Von Tricklein; Hevenson; Archie and Vallance y Gebhardt, entre otras. En 1927 el Consulado alemán reportaba que existían 94 fincas cafetaleras; el 34% propiedad de alemanes, el resto de europeos y norteamericanos.
La escasez de mano de obra era tanta, que se llegaron a importar negros jamaiquinos e indios kanakas de Polinesia y para el cultivo del café se recurrió a los jornaleros de Guatemala. En 1897 llegó la primera migración de japoneses, más tarde arribaron los chinos quienes se negaron a trabajar en las plantaciones. Con el algodón migran hacia Tapachula gente proveniente de Coahuila, Sinaloa, Chihuahua y Nuevo León; con el plátano y el mango llegan familias de Veracruz y con las instalaciones de PEMEX prácticamente se llena de gente de todas partes de la República.
Tapachula es producto de intensas migraciones pero también ha sido punto de paso para transmigrantes cuyo horizonte apunta hacia Norteamérica y muchos de ellos, se han quedado en estas tierras al frustrar sus intentos. La historia de los trabajadores agrícolas temporales va unida a la de los migrantes que hoy ocupan extensas colonias de Tapachula viviendo en la zozobra o en la simulación de ser mexicanos al haber obtenido algún documento nacional por medios ilegítimos pero con descendencia mexicana quienes demandan un trato humano y justo.
La frontera entre México y Guatemala no solamente es sutil en sus márgenes geográficos sino en sus expresiones culturales, étnicas, religiosas por tantos valores tradicionales que compartimos. Los refugiados, son otra historia que no pertenece a la categoría de migrantes sino de protegidos al amparo de las leyes internacionales y el cobijo del gobierno mexicano a quienes corren peligro de vida en sus propios países.
Pronto, Tapachula habrá de convertirse en el más importante receptáculo de corrientes migratorias y para ello, debemos estar preparados. Después de todo, esta nueva oleada marcará una nueva etapa en la historia de las migraciones al Soconusco de las cuales todos y cada uno de quienes vivimos aquí, no somos ajenos, a pesar de esas actitudes xenófobas.Crear una cultura humana de las migraciones es una cuestión de amor.