1. Home
  2. Cultura
  3. Mi soledad es un soneto (II)

Mi soledad es un soneto (II)

Mi soledad es un soneto (II)
0

Uvel Vázquez

Al salir del taller literario no debe tener ningún complejo de inferioridad. Por el contrario, debe contar con las herramientas necesarias para competir con sus textos con cualquier poeta, o escritor del mundo. Sólo la literatura nos salvará de tanto olvido, para habitar este país de la ilusión, o de la mentira. ¡Ah, se me olvidaba ese pequeño dato, acerca del origen del taller literario en México! El taller literario surge en la vida de Juan José Arreola, de manera natural, y la enriquecen al dar taller a sus amigos: Arturo Rivas Sainz, Antonio Alatorre y Juan Rulfo. Ese el verdadero origen del taller literario en México, lo instaura Arreola en la UNAM, con apoyo del Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica. ¿Qué tiene que ver la corriente psicológica del constructivismo con nuestro trabajo acerca del taller literario como experiencia formativa? En el taller literario el integrante construye su propio texto a medida que el coordinador genera información acerca del objeto verbal.

A medida que le proporciona figuras retóricas como la anáfora, a través de la cual el escritor en proceso adquiere el manejo del ritmo, de la emotividad, de la sonoridad, de la repetición de una palabra, de una misma frase. A medida de eso, el integrante del taller hace su trabajo de manera lúdica, motivado por el deseo de construir con palabras un universo literario de acuerdo con su propia experiencia.

De acuerdo con lo anterior, Mario Carretero, en su libro Constructivismo y educación, en la página 21, enuncia:

“Básicamente puede decirse que es la idea que mantiene que el individuo-tanto en los aspectos cognitivos y sociales del comportamiento como en los afecto- no es un mero producto del ambiente ni un simple resultado de sus disposiciones internas, sino una construcción propia que se va produciendo día a día como resultado de la interacción entre dos factores”. Eso es lo que hacemos en el taller literario, cada participante construye su propia experiencia a través de un poema como actividad motivadora. La motivación es fundamental en la vida para emprender cualquier actividad, más aún cuando se trata de escribir. Ese proceso de educar-jugando se ha perdido en el modelo educativo actual, sobre todo en la educación preescolar de los grados posteriores a ésta. En la primaria la enseñanza se vuelve una dictadura, un sometimiento al alumno. Se militariza la educación. El maestro de primaria somete a los alumnos como máquinas repetidoras de aprendizaje. Pues, explica muy poco, o casi nada. Las operaciones básicas de matemáticas, las reproduce de manera mecánica. Sumar, restar, multiplicar, dividir, son las operaciones básicas con las que obligan a los alumnos a memorizar para tal resolución las tablas de multiplicar. Así, pues, de la actividad lúdica de preescolar a la primaria se produce un abismo, una ruptura enorme.

Las actividades lúdicas, motivadoras, ayudan a contribuir a mejorar el acto creativo. De ahí, que el taller literario trata de recuperar el espacio lúdico, la actividad motivadora, para que los asistentes construyan sus experiencias de manera lúdica.

Cada participante debe llegar contento donde se desarrolla la crítica, los consejos acerca del objeto verbal. En el taller surgen voces como éstas:

__Mire, coordinador como me quedó el poema, o el cuento.

El coordinador responde:

__Ahora considero que su texto puede quedar mejor si utilizamos estas figuras retóricas. O bien, construimos una serie de motivos, para estructurar una intriga y el personaje pueda moverse con mayor soltura en la hoja de papel. En el taller los asistentes construyen con recuerdos y lecturas, sus experiencias personales. Les posibilita para que los miembros del taller recreen textos por sí solos y con elementos técnicos para soportar la crítica literaria. Y rompan esquemas. Pero, ¿qué es un esquema? Carretero afirma: ”es una representación de una situación concreta o de concepto que permite manejarlos internamente y enfrentarse a situaciones iguales o parecidas en la realidad”. Si “la poesía es conocimiento” como lo pensara Octavio Paz. El conocimiento no es un producto individual, sino social. El conocimiento se construye, es un trabajo grupal. Es un ejercicio de todos. El taller literario es experiencia formativa, porque se fomenta el hábito de la lectura y al mismo tiempo el proceso de la composición literaria. Por eso, sería bueno que los padres de familia implementaran en el hogar un taller de lectura para que  con sus hijos  fomente el hábito de leer. Desafortunadamente el gusto por la lectura no se da de manera innata. El niño tiene que aprender a leer y al mismo tiempo amar la lectura de acuerdo con la cultura de los padres. El taller literario es provechoso siempre, mejora la escritura: ya sea poesía, o narrativa. El escritor Ezra Pound, enuncia recomendaciones de oro para el poeta en formación, por ejemplo: “No repitas en versos mediocres, lo que ya se ha dicho en buena prosa. No te imagines que algo saldrá bien en verso, sólo porque resulta pesado en prosa. La buena prosa no te hará ningún daño, y es buena disciplina intentar escribirla”, del texto El Arte de la Poesía, página 13, serie del volador, editorial Joaquín Mortiz, segunda edición 1986, México. Con ese texto en la mano como un equilibrista del lenguaje, flotó en el océano redondo de las palabras, que se adelgazan semejantes a lluvia.

Coloco en la penumbra a ese monólogo, pensamiento en la maleza, caligrafía del tiempo, culebra la imaginación, manzana de la ciencia, dicha y perfidia, infierno y paraíso. Estrangulo la soledad, exprimo la imaginación como roca líquida.  Amo tu cintura enjoyada de sol. Amo tus talones tenaces, sobre la roca vacía, sobre el vacío que no avanza. Leprosa página en blanco, esa es la prosa absurda de la alegría de vivir. Ese es el oficio cotidiano de la segunda vida del cadáver que se levanta aunque esté vencido. 

Soy esta mancha del tiempo en la pared. Soy lo dicho en esa página. Soy ese momento real, e irreal. Soy esa moraleja de la tierra sin mar. Soy esa afirmación y esa negación. Soy el sonido y el sentido de ti. Boca de la palabra en llamas. Boca de manzana, aliento de la tierra frutada, enamorada de la soledad del hombre en busca de la muerte. Soy esa sensación de vacío en tu vida. Soy esa jodida soledad, que se va desprendiendo poco a poco de ti, todos los días.

El sol a diario, te carcome. Escribe tu nombre en el olvido.  Soy la vejez que silenciosamente, te consume como un leño humeante. Soy la congregación de tus sentidos, mutilado sin percepción, sin preceptos, caigo de mi altura. Tejo y destejo todos los días, el abanico de mi días. De mis palabras salen semen. Tiro mis versos sobre las piedras y nacen lectores. Las arrojo a tus sentidos, y te emborrachas recitando esas mentiras.  

La biblioteca es la inteligencia de los siglos. Estoy aquí chupándome esos libros. Muero y resucito gracias a Dios.  He vencido al fastidio en este día. He   vencido  a la soledad, no quiero más soledad, tírala lejos. La soledad pletórica de nombres, de horas, de callada sabiduría. 

Le levanto la falda a la soledad, eminencia, presencia, ausencia, abolición, premonición, hechizo, embriaguez, semejanza varonil, pueril. Paradigmas, árbol de las sensaciones, emociones, ondulo, ola, giro, eminencia del terror, impenetrable realidad de lo aparente, y el mundo siempre de espejos. Busco la poesía, escuchando el balbuceo de los sonidos: acostados, atrincherados, como  murmullo brotando de cada monosílabo, de cada significado plantado sobre lo dicho. Las palabras producen luz eléctrica, carbonizan los sentidos, los sentimientos detrás de la página. Intocable es la imagen poética, indecible, impredecible, amarrada y libre de sí misma. Las palabras vacías juegan con los significados como en un campo de futbol, ¿voleibol? Enciendo la palabra, arrojándola al cielo para que estalle como pólvora.  Fumo esa frase enigmática y  paseo con mi hambre, ya sin sabor. En el pubis de esa línea de tu vientre, como chorro de vino me alegra. Me atormento pensando que no eres mía. Me desmemoria saber que eres mía por un rato, por unas horas, por un momento. Declino a tu amor, renuncio a tus besos, a tu boca y a tus bellas manos: que despiertan mi cuerpo vencido por el apagón del tiempo de piedra. La Biblioteca: romance entre el escritor y el lector. Fantasía, espectáculo del lenguaje que seduce eternamente. Me sentía feliz   en la Biblioteca, enamorado por tanto conocimiento acumulado entre los estantes: cercanos y distantes.  La estatua de Don Ángel Albino Corzo, cagada por las aves, era el punto de reunión de las manifestaciones contra el mal gobierno. La lectura y la escritura como  pareja de enamorados, que nos divertían. No había celulares, ni Facebook. No había nada que perturbara la imaginación.

La imaginación era nuestro diario entretenimiento. Podía pasar horas y horas, adueñándose de los textos sin salir a ninguna parte. Había poquísimos televisores. La familia disfrutaba platicar sentados a la puerta de sus casas, mirando y saludando a los compadres y a las comadres. Entretejían horas imaginarias con hechos personales.  ¿En qué lienzo del paisaje te perdí? ¿Desde qué balcón estabas esperándome? Refugiado en ese conjuro de sílabas y monosílabos, en ese refugio de libros amarillentos transcurría las horas acaloradas. Golpeándome los latidos de mi corazón. Fastidiado por la pasión de tu olvido empinaba el codo con la rubia de categoría. El amor, duele como muela cariada. El olvido es agujero, por donde pasan todos los vacíos de los amores vividos. Quedan huecos, vacíos perennes, estaciones que recorres desmemoriado, cicatrices, trofeos, arrebatos ante la incomprensión de no estar contigo en la batalla de los días.

En la explanada de esas palabras, hago y deshago el texto como ejercicio de la memoria clavada por cuatros casas celestes. Desde aquí chupaba mi cigarro, recogiendo con  giros verbales que expresaban mi vida en cada línea. Avanzaba despacio, no tenía prisa terminar el texto. Como un mendigo trataba de levantar la imagen, la construcción verbal que se erguía como mar de consonantes y asonantes. 

De la cara pecosa de los libros surgían sonrisas, estrechos abrazos, escenas de amor y de sacrificio. Del cuerpo maravilloso brotaba una fuente de agua viva. El agua viva transformaba la maldad, en bondad. Las páginas en la yema de mis dedos, era un masaje al  alma. Los libros eran como habitaciones cerradas y abiertas, por las cuales, aventuraba a entrar a cada recamara,  donde encontraba sorpresas. Palabras con gestos de embrujo. Del paisaje se desmenuzaba la luz.

Las palabras tenían largas piernas seductoras. Las palabras tenían brazos delgados, coloreadas las hermosas uñas de las manos. El blanco tobillo de las palabras, avanzaba admirablemente altiva en el plano del lenguaje.  De las líneas de tu cuerpo, surgía la timidez como espectro entre las sábanas. La luz destruida en el golfo de sombras. Los libros danzaban armónicamente en todo momento. 

El concierto de imágenes llenaba mis sentidos. La orquesta provocaba sensaciones, emociones  al cruzar un túnel entre la multitud de rostros. Mi desolación cantaba en la biblioteca. Quincho me invitó al taller que coordinaba el poeta Juan Bañuelos en la Facultad de Humanidades que impartía en el Edificio Maciel, en el Quinto Piso. Corrí con mucha suerte al Mtro. Bañuelos, le gustó el poema que le presenté. Ejemplo: HAY UNA HORA. Cuando los perros duermen. Entonces voy a ti .Y te beso. Bajo la luna el deseo. Nos mancha las ropas. Se escuchan. (Sólo) los suspiros. El poeta Juan Bañuelos, me sugirió que el poema ganaba más ritmo, con el adverbio: (solamente) en vez, de (sólo). Sin embargo, trabajé muchas veces ese texto: HAY UNA HORA. Cuando los perros duermen. Entonces voy a ti. Te beso. El deseo. Nos mancha las ropas. Se escuchan suspiros.

La corrección lo hice solito. Como podrán observar cada texto elaborado tiene trabajo de carpintería. La anáfora es una figura retórica, que consiste en repetir una y otra vez una misma frase, una misma palabra. Eso proporciona colorido al texto, le da ritmo.

Los  políticos  utilizan mucho la anáfora. Ejemplo: Primer Paso: Vamos a utilizar la frase: en México…Esa frase la vamos escribir muchas veces, para ir elaborando un pequeño texto, esa repetición ayudará a ir construyendo un posible texto, ya sea en prosa, o en verso. Sigamos realizando el ejemplo: En México hay libertad de expresión. En México no hay desaparecidos. 

En México no existe hambre. En México no habrá nunca más agresiones contra estudiantes ni de profesores. En México no existen bloqueos. En México todos somos hermanos. En México no existen analfabetas. En México no existen problemas de salud pública. En México existe una verdadera democracia. En México no existen pobres. En México sólo existe el gobierno amoroso con su pueblo. Segundo Paso: Ahora bien, vamos a quitar la frase (en México) los enunciados. Quedando de la siguiente manera: Hay libertad de expresión. No hay desaparecidos. No existe hambre. No habrá nunca más agresiones contra estudiantes y profesores. No existen bloqueos. Todos somos hermanos. No existen analfabetas. No existen problemas de salud pública. Existe una verdadera democracia. No existen pobres, ni indígenas. Sólo existe el gobierno amoroso con su pueblo. Como podemos observar Secundino Gregorio, se hacía experto en el manejo de la anáfora que contribuye a mejorar un texto. Ahora bien, vamos a utilizar la palabra “sentado”. Con esta palabra vamos a escribir todo lo que se nos ocurra, es bueno darle vuelo a nuestra imaginación. Veamos, que resulta, con este experimento verbal. Verbal, porque todo texto está elaborado con palabras. Otro ejemplo: con la palabra “sentado”. 

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *