Sr. López
La pareja peor avenida de toda la familia era la de tío Armando y tía Elsa. Él, codo, avaro. Ella manirrota, gastalona. En lo demás se llevaban bien pero era lo de menos, tanto así que acabaron separándose (nadie se divorciaba en los años 50 del siglo pasado, menos en Toluca). Ella contando que él le hacía diario las cuentas del mercado y le pedía el cambio. Él diciendo que para ella todo era dinero. Las señoras, todas, del lado de ella, los señores… mudos.
“Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa (…)”, así comienza el artículo 40 de la Constitución del país. Es según los que saben, el más importante de su parte orgánica (en la que se definen la organización del Estado, la forma de gobierno, las instituciones, lo orgánico, pues).
Eso de república representativa significa que nuestras autoridades electas o nombradas nos representan (ajá, sí, claro), y toman decisiones en nuestro nombre y beneficio (ajá, sí, claro), por eso los que asumen un cargo, por elección o nombramiento, son mandatarios, no mandantes, porque reciben el mandato, que dice el diccionario es la orden o precepto que da el superior; así, todos los del entusiasta peladaje nacional, venimos a ser los superiores de nuestros gobernantes y funcionarios (ajá, sí, claro).
Quien se sienta en La Silla presidencial, es el primer mandatario, el más obligado, el primero que tiene que representarnos y sujetarse a nuestro mandato. Ya otra cosa es que a nadie, nunca, se nos pida opinión de nada: nuestros gobernantes hacen lo que les sale del forro de la voluntad, para bien o para mal (no aplican restricciones).
Habrá quien diga que no tienen que atender nuestros mandatos, porque en el Cielo nuestro eterno destino por el dedo de Dios se escribió, y eso viene a ser la Constitución que juran cumplir conforme dispone su artículo 87:
“(…) Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la Repúblicaque el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”.
Como sea, estamos claros: quien llega a la presidencia de la república jura la Constitución, la existente cuando se trepa, por lo que no debería poder cambiarla. Hágase de cuenta que a alguien lo contratan para jardinero y pavimenta el prado… como que no; al que contratan para un trabajo no puede cambiar el contrato, cumple o lo corren, faltaba más.
Fuera bueno que las reformas constitucionales no tuvieran vigencia durante el mandato del Presidente en funciones y que necesitaran la ratificación del siguiente Congreso… no lo veremos, acá el chiste es que el Ejecutivo pueda hacer, como hace, charamuscas con la Constitución y las leyes, haciendo que su juramento no sea más que una humorada, un ejercicio de simulación muy formal, eso sí, no les gana la risa, pero nadie se lo toma en serio, como prueba que de sus 136 artículos, 772 veces han cambiado 117, con 258 reformas. No es serio, de veras.
De regreso a lo de la representatividad y el mando, en estos días el gobierno federal prepara con descaro o más bien cinismo, su autocelebración, un PejeFest, solemne conmemoración de siete años de transformación de la patria.
Invitó personalmente la señora del bastón de caramelo, el pasado 21 de noviembre: “Los invito el 6 de diciembre al Zócalo de la Ciudad de México a celebrar siete años de transformación” (no es por nada pero hubiera quedado mejor que dijera “los primeros siete años”, porque así, como lo dijo, suena a que hasta aquí llegó la cosa y no es de creerse un arranque así de decencia, de seriedad… en fin).
Con dinero ajeno (nuestro), la señora retacará el Zócalo con acarreados que llegarán de distintos estados; ya circulan por las redes, los mensajes de los organizadores hablando sin pudor de los pagos que harán. Otra vez copiando al Señor de Badiraguato que llenó el Zócalo unas 20 veces (él dijo que 60, ya sabe cómo es); otra vez a copiar (mal), a ese viejo priismo imperial para siempre ido. Y les va a salir bien, no lo dude (y no habrá Bloque Negro, es de ellos).
La señora es la primera mandataria del país y es de dudarse que los tenochcas simplex, en muchedumbre o insistencia machacona en las redes, le hayan mandado, ordenado su mega kermés, esa verbena de desdichados pobretones, porque a esas simulaciones masivas, no van más que los amolados, los muy amolados, sin que el gobierno caiga en cuenta de lo que significa la exhibición impúdica de un pueblo que se traga su dignidad por unos pesos, una mala torta y un refresco al tiempo.
Un evento así cuesta no menos de 50 millones de pesos, tal vez no sea mucho para el gobierno, pero son nuestros 50 millones.
Y ya hablando de dinero, se solicita información sobre quiénes le ordenaron al gobierno que regale dinero así, al bulto, sin control, sin reglas, que eso son sus programas sociales, una hemorragia de dinero (nuestro), que no resolverá la compleja ecuación del país y ya empieza a ser un problema para la economía nacional.
La Presidenta y su fétido antecesor, no se cansan de presumir que gracias a sus programas sociales, entre 2018 y 2024, salieron de la pobreza 13.5 millones de agradecidos tenochcas.
Si eso es cierto y si los programas oficialmente los recibieron este año 33 millones de gallardos nacionales mexicanos, sin torcer la lógica, para el año que entra, debieran salir de los programas de compra de adeptos, esos 13.5 millones y no son pocos, son el 41%… pero fíjese que no, el presupuesto para tirar dinero a lo loco, va subir de 850 mil millones este año a poco más de un billón -un millón de millones-, casi un 18% más… por cierto, al sector salud le tocamenos dinero.
No anda uno de cuenta chiles ni piensa que todo se arregla si se cuida el dinero, no. Todos sabemos que algo anda mal: el gobierno.
Lo triste es que se pondrá remedio, no lo dude, pero después de mucho más mal.