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Mar Pellicer, evocación / Al Sur con Montalvo

Mar Pellicer, evocación / Al Sur con Montalvo
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, Las cenas en casa de María Fernanda casi siempre terminan en desayuno. En esta ocasión, la presencia de la pintora Mar Pellicer fue el pretexto para amanecer en el muelle de Puerto Madero en busca de pescado fresco. Mar Pellicer no conocía esta región de Chiapas; tampoco le interesaba hacerlo por la visión parcial que se tiene de esta frontera en el país en donde nadie destaca las cosas positivas del Soconusco que, sin duda alguna, predominan por encima de los sucesos violentos que se registran en esta ciudad como en cualquier otra del mundo. 

Mar Pellicer se ha llenado la mirada de verde; mojó sus pies en la playa, viajó en cayuco por los manglares; visitó fincas, conoció algunos ranchos de la región, pero sobre todo, conoció a mucha gente y con seguridad, bebió agua del Coatán. Con sólo diez días de estancia en Tapachula, Mar Pellicer ya no quisiera regresar a su casa en Miami donde los manglares también abundan. A Mar Pellicer le cuesta trabajo comprender el por qué de tanta flagelación cuando los hombres de aquí son privilegiados por la naturaleza. Ella misma encuentra la respuesta parafraseando a Wilde: “Todos los hombres matan lo que aman…”.

En alguna ocasión el profesor Alberto Einstein preguntó a Freud si el hombre tendría salvación. Han pasado muchos milenios en la historia de la humanidad y todo indica que la condición humana seguirá sin evolucionar. Las pasiones milenarias de la envidia, el egoísmo, los celos, rencores y violencia prevalecen tan vigentes hoy como antes. Mar Pellicer vuelve a parafrasear a Stefan Zwig: “Mi patria espiritual, Europa, se ha destruido a sí misma… contra mi voluntad he sido testigo de la más lamentable derrota de la razón y del más salvaje triunfo de la barbarie…”.

Destruir es un acto simple, un acto que no requiere de mayor inteligencia; cualquiera puede destrozar una escultura dejándola caer o con un simple martillazo como sucedió hace años con el Moisés de Miguel Ángel en el Vaticano, pero no cualquiera la puede realizar; hasta un vaso corriente cualquiera lo puede destrozar pero no construir. La creación demanda más que de libros, de voluntad y talento, eso me lo dijo una vez Don Antonio Escobar Bado (qepd), padre de buenos amigos como Juan Carlos y Fernando. Don Antonio amaba la lectura, sus charlas amenas las recuerdo como lecciones de vida. Con él aprendí que si uno tenía ojos, había que aprender a observar y si uno tenía oídos, había que aprender a escuchar. Eso fue lo que hice, lo mismo que Mar Pellicer y es tan inagotable la riqueza de Tapachula como para poderla asir en una sola vida.

Don Antonio Escobar una vez dijo que si cada cual se ocupara seriamente de sus propios asuntos, esta ciudad sería maravillosa. Los agricultores al campo, los empresarios a generar empleos, el gobierno a gobernar, los estudiantes a estudiar: la fórmula es sencilla no requiere de ciencia, así de simple, decía don Antonio.

Mar Pellicer se sienta platicar con los hombres del mar cuyos barcos anclan en el muelle pesquero mientras escuchamos la canción de Pepe Elorza compuesta a Puerto Madero, “Ahora, ahora que es tiempo de lluvia, iremos al Cabildo y verás  la pampa plomiza, la lluvia y las flores mojadas”.

Mar Pellicer desea conocer los manglares y vamos a Las Cigüeñas donde charla con las mujeres y hombres que ahora participaron en el rescate de los manglares con el apoyo de Ecosur y el ayuntamiento de Tapachula. Se maravilla al ver el entusiasmo de niños y jóvenes sacando la basura que se compone principalmente de envases plásticos. Le platican que tienen esperanzas en poder reactivar esta zona con restaurantes, alojamientos, paseos en lancha, criaderos de lagartos, iguanas y tortugas. De poblar la zona con mangle blanco, rojo y azul. En las expresiones del pueblo se nota el deseo por mantener sus esteros a salvo de la contaminación; por crear las condiciones que favorezcan el rescate de la fauna y la flora propias del Soconusco; pero también reflejan el deseo por aprovechar este paisaje para alentar los servicios turísticos que puedan brindarle a nacionales y extranjeros, la oportunidad de conocer sitios de inigualable belleza.

Hablan de Las Cigüeñas, de los pululos, del pez cuatro ojos, de las cigüeñas, los patos y las garzas que habitan en la zona en un número menor cada año. Ellos quisieran que los empresarios e inversionistas pusieran sus ojos aquí donde existe un enorme potencial turístico. Pero pocos son los que giran la vista hacia ellos. Ya vendrán algunos extranjeros con mayor visión de negocios a invertir por aquí, les comenta Mar Pellicer.

Mar no se da por vencida y les recuerda que en Miami las condiciones no son diferentes y quizá sí sean peores, lo que les ha impedido el desarrollo de proyectos eco turístico. No es una cuestión de impedimentos naturales, ni siquiera de inversiones, yo veo en esto un problema de cultura, de falta de voluntad, de una multiplicidad de organizaciones sin organización… Saber qué se quiere y qué se puede, es el principio de toda transformación.

Quizá, Mar Pellicer tenga razón: “los cambios no aceptan espectadores, únicamente actores”. El gobierno no puede provocar el cambio sin la participación de sus habitantes, de las organizaciones sociales y productivas, de sus instituciones académicas… en el cambio estamos todos imbuidos, cada cuál con su responsabilidad.

Los lugareños invitan a Mar a pasear de noche en lancha para observar a los cocodrilos en la Reserva de la Encrucijada. Ni presta ni perezosa acepta la invitación segura de encontrar en el viaje nuevos motivos de inspiración a su obra plástica. Quizá para algunos habitantes del Soconusco esto resulte intrascendente, acostumbrados al paisaje cotidiano en donde sus ojos ya no observan y sus oídos ya no escuchan…

Para Mar Pellicer el rencuentro con esta otra porción de Chiapas le abre los ojos, la mente y su percepción del estado cambia. Ella conocía Palenque, la selva y los las montañas al Norte; ella había sentido el dolor de la miseria en las comunidades indígenas y el coraje de los indios y campesinos de aquellas regiones, pero jamás se imaginó que en el Soconusco el sol brillará con mayor intensidad y la tierra fuese tan prodigiosa como pocas en el Planeta. 

Hace dos horas, su puso el sol. Desde hace dos horas Mar Pellicer se mantiene sentada en la arena con la vista fija hacia el mar como si en su nombre llevara la intensidad de los océanos y la vida misma de sus aguas. Nadie se atreve a interrumpirla en su soliloquio, en esa profunda contemplación en que se ha sumido con mil interrogantes en su mente tratando de descifrar mil ¿por qué? inexplicables para ella. Con seguridad, trata de descifrar los enigmas de esta región que se debate entre la miseria social y la riqueza natural sin lograr comprender esta paradoja. Los dibujos de Mar Pellicer realizados durante estos días reflejan el ojo de quien observa con admiración y encanto una región insospechada, es el ojo avizor de quien penetra en las personas para descubrir sentimientos y un coraje contenido por décadas que ella no alcanza a comprender. La percepción de sus sentidos es más fiel a su razón que la mala idea que tienen algunos de Tapachula fuera de Chiapas. Sus dibujos hablan de esa admiración que nace del conocimiento, su fuerza radica en el reconocimiento de un Tapachula que ahora desea difundir sin morbo ni tristezas. Sus dibujos son una cuestión de amor.

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