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Malos modos y apuraciones / La Feria

Malos modos y apuraciones / La Feria
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Sr. López

 

La muy buena noticia ayer fue que el tratado comercial de México y los EUA ya se resolvió. El tratado es trilateral y la incorporación de Canadá es un hecho, nomás es cosa de que vean cómo hizo México la suerte charra y firman.

 

Cuando el grosero, burdo, gañán, maleducado, ordinario, patán, rústico, tosco, zafio Donald Trump amenazaba durante su campaña presidencial (y después) con que iba a sacar a su país del “peor tratado comercial de la historia” y reafirmaba el voto de sus seguidores diciendo que México abusaba de los EUA, escribió este López que de lengua se comía un plato: a nosotros nos podía perjudicar (y mucho), la cancelación del TLC, pero el tío Sam iba a salir también muy lastimado (y allá las consecuencias son mayores que acá, son intereses comerciales e industriales inmensos, y esos no saben de pobrezas).

 

Aparte: no era ni es decisión del tal Trump seguir o no con un tratado que implica más de un millón de dólares de intercambio comercial POR MINUTO, sino de su Congreso, no porque su Congreso lo haya aprobado, sino por un detallito no muy sabido: por los vericuetos de la legislación yanqui el texto del tratado firmado entre México, Canadá y los EUA, no tiene validez en ese país, lo que le da valor es una ley de implementación, que expide el Congreso de allá, para aprobar e incorporar el texto del tratado a su derecho de ellos. Esa ley es la que da vigencia al TLC, no el propio tratado. Y para emitir esa ley tuvieron que modificar una montaña de otras leyes de ellos. Y de ninguna manera el Presidente puede modificar leyes (allá).

 

Efectivamente: cuando el Congreso yanqui aprobó el TLC, emitió una ley nacional de implementación del tratado, llamada “North American Free Trade Agreement Implementation Act” (NAFTAIA). Esa ley yanqui es la que obliga a los EUA, no el texto del tratado firmado con México y Canadá. Así las cosas para liquidar el TLC se requiere abrogar esa ley y volver a modificar las leyes que reformaron para que el TLC funcionara. Dicen los que saben (como el Dr. Juan Manuel Saldaña Pérez, exdirector del Seminario de Comercio Exterior de la Facultad de Derecho de la UNAM; Foro Jurídico; 1 noviembre, 2017), que eso se llevaría unos tres añitos de saliva en el Congreso de los EUA. ¡Tres años!

 

Por eso en octubre de 2017, Thomas Donohue,  presidente de la Cámara de Comercio de los EUA, pidió al Presidente Trump que si le parecía bien hiciera gestiones para modernizar el TLC, pero que si pensaba liquidarlo -como tantas veces dijo en campaña y después también-, consultara al Congreso “sobre un acuerdo comercial que puede ser enmendado, pero no cancelado”, advirtiéndole al tal Trump que, en caso de que unilateralmente se echara el tiro, acudirían ante la Suprema Corte para impedírselo. Y allá la Corte no se anda con chiquitas: la ley se cumple a rajatabla… bueno, cuando de dinero se trata.

 

Desde el principio para el Trump era pleito perdido y mucho más entre más se acercaban las elecciones de 33 senadores (de cien), de la Cámara de Representantes (diputados), 39 gobernadores (de 50), más muchas elecciones locales; pues este noviembre los que serán candidatos republicanos verían esfumarse sus votos porque para 33 de los 50 estados de la Unión (así le dicen), México es uno de los tres principales destinos de sus exportaciones (México es el principal destino de las exportaciones de cuatro estados de los EUA; el segundo destino para 25; y el tercero para los otros cuatro).

 

Los negociadores mexicanos sabían esto (y todo), no en balde se les reconoce en el mundo del comercio como el equipo de negociadores más capaz del planeta y también sabían que el tiempo estaba de su lado. Por eso le entraron las prisas al Trump para ratificar el tratado comercial con México.

 

Para acabar de descomponer el verso, una de las consultoras internacionales en comercio más importantes, la Trade Partnership Worldwide, emitió en 2017 un informe en el que explica que el principal beneficiado de cancelar el TLC sería China. México y Canadá aplicarían aranceles similares a China y los EUA, pero China produce con una mano de obra mucho más barata, por lo que los EUA perderían competitividad y sus exportaciones a todo el mundo se desplomarían.

 

Los que saben de estas cosas dicen que China es el cuarto socio del TLC, porque desde que entró a la OMC (Organización Mundial de Comercio), su presencia en los mercados de Norteamérica aprovecha las ventajas del tratado. Por eso, en septiembre de 2017, el presidente Peña Nieto, aprovechando que andaba por el rumbo, conversó muy sabroso en Pekín con el presidente chino Xi Jinping, y quedaron en que no descartaban un posible tratado de libre comercio México-China; luego, en noviembre, nuestro secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, tan cándido él, después de la primera ronda de negociaciones del TLC con los yanquis, aprovechó que Monterrey le quedaba de paso para darse una vueltecita a la quinta reunión anual del Grupo de Alto Nivel Empresarial México-China. Los yanquis apretaron la mandíbula. Pero es que México, sin TLC iba a padecer un destorlongue de pronóstico reservado y ya en ese plan, pues cuando menos que le saliera caro al Trump (y todo su país).

 

Igual no se crea que es fácil una negociación con el país más poderoso del mundo, con el que México tiene más del 80% de su comercio exterior. Tiene mucho mérito el equipo nacional.

 

Por todo eso es muy recomendable seguir el consejo del Banco Mundial sobre la diversificación de mercados de nuestro país. Por encargo del BID, la consultora IQOM (Inteligencia Comercial para el Banco Interamericano de Desarrollo), entregó a principios de diciembre pasado su análisis “Oportunidades de diversificación comercial de México”, identificando los países y los 130 productos con que el 59% de nuestras exportaciones dejarían de depender de los EUA. Sí, ojalá y nuestros empresarios entiendan la sabiduría de no tener todos los huevos en una canasta. Digo, para evitar malos modos y apuraciones.

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