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Mala paga / La Feria

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Sr. López

Tía Lita (Emilia, Emilita, Lita… bueno), era de las de Toluca y se casó con un veracruzano dueño de una cadena de tlapalerías de pueblo que le daban buen dinero; el señor, luego supo ella, tenía un defecto, uno solo: era muy jugador. Cuando esperaban el segundo hijo, su esposo le confesó que había perdido el negocio, tenía hipotecada la casa y deudas hasta las cejas, pero le dijo que no se preocupara, iba a rifar su coche, un Chevrolet que en esos años 50 del siglo pasado, valía unos 300 pesos. Según él, iba a vender mil boletos de a 30 pesos para juntar 30 mil, pagar lo que debía, rescatar la casa y empezar otro negocio. Tía Lita, tiesa, meditó un poco y muy seria le preguntó por qué no vendía mejor dos mil boletos; su marido aplaudió la idea; luego, ella le dijo que pensándolo bien, mejor vendiera diez mil boletos; él, exultante, hizo cuentas: se harían de 300 mil pesos; la tía mirándolo raro, añadió que ya en esas, vendiera 50 mil boletos de a 60 pesos cada uno; el señor brincaba de gusto: ¡tendrían tres millones de pesos!, que fue cuando la tía vociferó una palabra que rima con azulejo y empezó a echar por la ventana de la calle la ropa de él, que se puso digno y ya no se supo de él. Haciendo pasteles, la tía salió adelante con sus dos hijos, arriba de bien. En buena hora.

Como anticipo del Día de Reyes, el martes pasado el Presidente de la república, anunció que para vacunar a la población contra el Covid-19, se alistan 10 mil brigadas integradas por personal de salud, soldados, marinos, promotores y voluntarios, hasta un total de 120 mil personas, todas resguardadas por la Guardia Nacional. Van a vacunar explicó el Ejecutivo, a 300 personas a la semana.

‘Fíjate qué suave’, diría Manolín el de Shilinsky: 10 mil brigadas, de a 300 por semana, son 3 millones de vacunados por semana, doce millones al mes. Como el plan del gobierno es vacunar a 116 millones de atribulados tenochcas, en nueve meses y 20 días se acabó el problema. ¡Padre!

La alegre estrategia deberá lidiar con algunos inconvenientes, uno, organizar a los 120 mil brigadistas, cosa sen-ci-llí-si-ma; dos, integrar los grupos de 300 personas a vacunar y avisarle a cada uno cuándo tiene que ir a que lo inyecten, no hay problema, al fin que nomás son 116 millones (¿de dónde van a sacar la lista?, ¿cómo les van a avisar?); tres, que no toda la gente va a ir a los ‘centros integradores’ a que la vacunen, cosa prevista por el Presidente, quien explicó que las mismas brigadas irán a vacunar a los faltantes en las… 280 mil localidades dispersas y las dos mil 500  cabeceras municipales (o sea, los brigadistas van a tener que repetir el milagro anual de transportación de los Santos Reyes, para mantener el promedio de vacunación en tres millones semanales); y cuatro: la disponibilidad de vacunas, no solo que la surtan a tiempo los laboratorios sino repartirla simultáneamente en 10 mil direcciones.

No se trata de fomentar el pesimismo, eso todos sabemos, está mal visto desde el siglo IV a.C., cuando el filósofo Hegesias de Cirene enseñaba que como en la vida hay tantos dolores, morirse era un bien y provocó una oleada de suicidios (lo desterraron); pero tampoco es cosa de ponerse en plan de optimista indomable, pues eso fomenta esperanzas falsas o peor aún, que la gente se confíe, baje la guardia y se agrave el problema. Lo mejor es la perogrullada de ser realistas, tratar de serlo.

Lo realista es que no tenemos razones para confiar en que el plan nacional de vacunación contra el Covid-19 conseguirá las metas que se propone, de ninguna manera, y si le parece una afirmación catastrofista y gratuita, se le recuerda que desde el 7 de agosto del 2019,  la Secretaría de Salud aceptó el desabasto de las vacunas que habitualmente se aplican en el país desde hace mucho (triple viral y doble viral -sarampión-, hepatitis, difteria, poliomielitis y tuberculosis): el año pasado, el 40% de los que requieren de esas vacunas se quedaron sin ellas… y no es un misterio la razón, dos ejemplos:

Desde mediados de 2019 hay desabasto de vacuna contra la tuberculosis que se aplica a recién nacidos; para que calcule el tamaño de la aberración: en 2016 se adquirieron 14 millones de dosis, este año 2020, compraron 83 mil. Y de la vacuna contra el virus del papiloma que evita en caso extremo el cáncer cervicouterino, se contó en 2016 con arriba de 4 millones 500 mil dosis, en tanto que en 2020 el sector salud dispuso de menos de 200 mil. De ese tamaño es la austeridad republicana. ¡Fantástico!

Lo anterior tampoco da para suponer que la campaña contra el Covid-19 será un gran fracaso. No. Pero tres millones semanales de vacunados es dorarle la píldora a la gente y si fuera posible, si se consiguiera (quisiera el Buen Dios), entonces que nos expliquen el abandono en que están niños y mujeres con las otras vacunas, las de siempre, las que antes eran rutina.

En el peor caso el plan de los 3 millones de vacunados por semana, sería una burla, en el mejor, un propósito que muy difícilmente se cumplirá. Se cumpla o no, el gobierno sigue teniendo pendiente cumplir con las vacunas de esas otras enfermedades que van a repuntar, afectando a millones de personas; y no se le vaya a olvidar que en su momento el Presidente atribuyó la escases de vacunas a un nunca probado complot de corruptos saboteadores de la 4T.

Entonces, quedamos: ni pesimistas de suicidio ni optimistas de babero, advirtiendo que la pertinacia presidencial no anuncia nada bueno. Ayer mismo se permitió asegurar que él no cree que haya en el mundo un funcionario como el doctor Muerte, al que defendió hasta el ridículo, cuando dijo del exnovio de México: “es de lo mejor, es un sueño”.

La única conclusión segura es que la realidad y la verdad, están proscritas del razonamiento presidencial. No sospecha ni de lejos que se ha cerrado toda escapatoria, de esto él es el único responsable y al menos, ya barato, ante la historia le tocará pagar la factura… a ver si no resulta que también es mala paga.

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