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Mal y mintiendo / La Feria

Mal y mintiendo / La Feria
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Sr. López

Tío Cruz era distraído… irresponsable. Una vez iban de vacaciones a Acapulco (cuando era una novedad), por carretera, en su coche; tía Luisita se encargó de maletas, tortas para el camino y aprestar a los cinco hijos. Veinte veces le preguntó si el coche estaba listo. Veinte veces dijo que sí. A medio camino se les ponchó una llanta… no llevaba gato; hicieron señas a cuanto coche pasó hasta que un buen samaritano se detuvo; le prestó su gato… la llanta de refacción no tenía aire. El buen samaritano no quiso prestarle su refacción, los dejó ahí. Tía Luisita paró un autobús y se regresó a México con sus hijos. No se hablaron semanas.

Este menda, siempre al último grito de la moda, le trae una palabra que casi seguro no ha oído: albarradón (¿verdad que no?… si, sí, pásele al Club del Saber Inútil, acá lo espera su junta palabras).

Albarradón es español en desuso, ni aparece en el diccionario. Viene de albarrada (esa sí está consignada en el lexicón). Albarrada llegó a nuestro idioma, del árabe, significa barda, pared. Un albarradón viene a ser un murote, una bardota. De nada.

Se lo digo por el Albarradón de Nezahualcóyotl, el impresionante dique construido por los mexicas (que no aztecas), por ahí de entre 1449 y 1504, que medía22 kilómetros de largo con casi siete metros de ancho y cuatro de altura (no le haga caso a Wiki, tiene mal estos datos), para evitar inundaciones en Tenochtitlánpor las lluvias.

Ya siendo Nueva España, en 1604, por órdenes del virrey Juan de Mendoza y Luna, fray Gerónimo de Zárate construyó el Albarradón de Ecatepec (o de San Cristóbal), para lo mismo, evitar inundaciones, ahora las causadas por los lagos de Zumpango y Xaltocan.

No sé usted, pero al del teclado (y a la historia), le importa un pito cuánto se gastaron en esas obras, lo que aquí interesa es que las autoridades al menos intentaron evitar desastres, con menor o mayor fortuna, pero el deber, lo cumplieron.

Una vez, siendo gato (de angora pero gato), escuchó el del teclado al presidente López Portillo decir, después de terminar una reunión en la que le hicieron un reclamo muy injusto (respetuosamente, claro): -Así es esto, si hay inundaciones, es culpa del Presidente; si hay sequía, es culpa del Presidente; y si todo está bien, es gracias a Dios – cierto.

Pero, seamos serios, no se puede responsabilizar al gobierno por los fenómenos naturales. Huracanes, tormentas, terremotos, incendios forestales, epidemias, son cosas imposibles de evitar y que no raramente exceden toda capacidad humana para impedir tragedias. Pero lo que sí se puede es mitigarlas. Y resolverlas con atingencia, prontitud, eficacia, cueste lo que cueste.

Cuando la pandemia del Covid 19, tuvimos una primera probada de cómo atiende el gobierno cuatrotero los embates naturales: personalmente, el que en mala hora era Presidente de la república, minimizó la cosa; luego, ante la llegada del virus, recomendó el uso de estampas religiosas; después, despreció las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y se aferró a no usar nunca el cubrebocas. Cuando por fin hubo vacunas, se prohibió al sector privado venderlas, solo el gobierno las daría, pero solo el federal porque también se prohibió a los gobernadores adquirirlas y aplicarlas; y el gobierno tardaba en promedio 19 días en distribuirlas. Resultado, 300 mil muertes que pudieron evitarse. ¡Ah!, y los contratos de compra de las vacunas se reservaron, nadie sabe nadie, supo cuánto gastaron.

Y nunca se le olviden los seis millones de niños que el Señor de Badiraguato dejó sin las vacunas contra la hepatitis B, tétanos, difteria, rotavirus, neumococo o sarampión, que estaba erradicado y ya reapareció en el país; nunca se le olvide.

Ahora con el tragedión causado en Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro, por las lluvias “atípicas” de cada año (así de “atípicas”), la señora del segundo piso, insiste en que cayeron por sorpresa, inesperadamente abundantes, así lo dijo el lunes pasado:

“No había ninguna condición científica, meteorológica, que pudiera indicarnos que la lluvia iba a ser de esta magnitud”. Miente.

Miente y más nos vale que mienta a sabiendas porque si no, sería la persona peor informada del país. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), de SU gobierno, advirtió desde al menos el lunes 6 de octubre sobre lluvias torrenciales; y avisó diario, cada vez con mayor alarma sobre la gravedad de lo que se le venía encima al país.

Las inundaciones no se iban a impedir ni los daños materiales (ni es cierto, hace años se sabe en qué ríos se deben construir muros, represas y diques), pero, no nos pongamos delicaditos: los daños a casas e infraestructura, no se iban a evitar… pero sí las muertes, si no todas, casi todas. Falló Protección Civil de los tres niveles de gobierno, pero el mayor responsable es el federal, que acapara el presupuesto. Las tormentas del jueves y viernes pasados, estaban previstas y la gente no fue alertada. El resultado hasta el momento son 64 muertos y decenas de desaparecidos.

Es un atajo fácil achacar esta catástrofe a la desaparición del Fonden, el fideicomiso para desastres; con y sin eso, el gobierno federal tiene los recursos financieros, humanos y materiales para atender y resolver las consecuencias pero… están “censando” damnificados… ¡ah, bueno!

Cerca de 500 comunidades afectadas, aisladas; medio millón de damnificados y ya están repartiendo despensas, en algunos casos, en bolsas del color de Morena. Hay que aplaudir al ejército (¿de veras?), hay que aplaudir a la Marina (¿por qué?); hay que aplaudir a los de la Secretaría del Bienestar (¿en serio?). ¿Y a los narcos que también reparten apoyos?

No, no hay que aplaudir, están para trabajar. Por cierto, a ver si la doñita trata el asuntito de que en Poza Rica se inundaron con aguas con una pasta negra, de hidrocarburos que Pemex echa al río Cazones.

Para esto, para un gobierno así, no hay amparo que valga. Van mal y mintiendo.

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