Home Columnas Los riesgos de la intolerancia / A Estribor

Los riesgos de la intolerancia / A Estribor

Los riesgos de la intolerancia / A Estribor
0
0

Juan Carlos Cal y Mayor Franco


Uno de los logros importantes de la transición política en los últimos años ha sido el ejercicio de la libertad de expresión. Durante el régimen priísta, de la post revolución a la época de Miguel de la Madrid, la figura del Presidente era intocable. Con Salinas y Zedillo fue madurando una crítica que ya con Fox, Calderón y Peña Nieto se volvió exponencial. Durante este último gobierno, con la masificación de las redes sociales, la crítica escaló a niveles insospechados  que afectaron notablemente la imagen presidencial. Nadie escapa del escarnio. El big brother tiene los ojos vigilantes con millones de smartphones y el empoderamiento ciudadano dispuesto a la denuncia, que en muchas ocasiones se hace viral.

 

Las herramientas digitales jugaron un papel tan importante en el proceso electoral, que el ahora presidente las califica de “benditas”. Atribuye parte del éxito electoral al despliegue demoledor que en esta ocasión permitió que los medios tradicionales, como la prensa escrita y la TV, quedaran apabullados.  El “encabronamiento” social tornó en sublevación que traducida a votos representó un contundente resultado electoral.

 

Hoy la consecuencia es un gobierno que rompe con el pasado neoliberal asimilado a la corrupción decidido a repudiar en los hechos todo lo que consideró un agravio por los privilegios y el abuso de la clase política.

 

LA SENTENCIA POPULAR

Se van miles de burócratas despedidos, se cancela el aeropuerto por un tufillo a corrupción y por representar un gasto opulento, se vende el avión presidencial a precio de remate. Se reducen salarios y se acaba el mal uso del fuero como cobijo de impunidad. Se dice adiós al Estado Mayor y el Presidente viaja en avión comercial. Todo en perfecta conexión con el clamor popular. El apoyo popular al presidente es envidiable para cualquier mandatario del mundo. Hay una fe ciega y esperanza en su liderazgo para transformar la vida pública del país. Esa energía bien encauzada puede ser un motor muy poderoso si se cataliza positivamente.

 

BUENOS PROPÓSITOS

El presidente se ha propuesto erradicar la corrupción en el país. Suena convencido y por eso convence. Quiere depurar la democracia sancionando como delito grave el uso de programas sociales con fines electorales. Se ha manifestado respetuoso de la libertad de expresión pero hace efectivo su derecho de réplica.  Quiere reconciliar al país pero no rehúye al debate con sus críticos. Por ratos parece confrontar y polarizar. Está imponiendo su estilo personal de gobernar acorde a su personalidad y a eso nos tenemos que acostumbrar.

 

GRANDES EXPECTATIVAS

Por eso es que la expectativa de su gobierno es grande e incluye a quienes votaron pero también a quienes no votaron por él. Tiene el beneficio de la duda. Cuenta con respaldo ciudadano para hacer efectivas sus tesis en el ejercicio del gobierno. ¿Quién en su sano juicio puede estar en contra de su deseo de pacificar al país? ¿Quién puede estar en desacuerdo con una política económica que pretende reducir la desigualdad social, sin endeudar al país ni incrementar los impuestos? ¿Cómo no desear que se generen oportunidades que permitan frenar la migración a los Estados Unidos y todas sus dramáticas consecuencias que hoy separan a familias?

 

El gran tema es cómo lograrlo. Ahí es donde sus críticos ponen el ojo en la lupa. Y es que parte del reto es sortear todas esas críticas. En un país que se precie de ser democrático, se tiene que nadar contracorriente de quienes en el ejercicio de su libertad de expresión o de prensa opinan lo contrario. No se puede aspirar tampoco a la unanimidad o al pensamiento único.

 

REACCIÓN VIRULENTA CONTRA LA CRÍTICA

Por eso llama la atención la manera en que reacción los seguidores de AMLO ante cualquier criterio disidente. Contrario a lo que ofrece el presidente, se irritan a la menor provocación y reaccionan con virulencia.  Recientemente Luis Hernández, coordinador de opinión de La Jornada, Se quejó por ser víctima de ataques por un artículo (no de su autoría) publicado en la Jornada. Literalmente afirmó “Aparecieron como enjambres de mosquitos cuentas con escasos seguidores tratando de descalificarnos, a mí y a él (refiriendo al autor de un texto), sin idea de quiénes somos. No debaten, calumnian.” Lo mismo le pasó a la Revista Proceso que lleva varias publicaciones al hilo con algunas críticas al Presidente. Recién publicó un texto crítico  de Javier Sicilia, hombre de izquierda, afín a López Obrador, y las respuestas fueron las mismas. Se informa del final de un programa de radio de Loret de Mola y no lo bajan de chayotero. Lo mismo a todos los que se atreven a criticar.

 

YA PASO LA CAMPAÑA

Ya va siendo hora de dejar la confrontación que se vivió en la campaña. La tentación de eliminar a punta de descalificaciones a la disidencia puede llevarnos a un retroceso democrático. Es la pérdida del ejercicio de la libertad de expresión producto de los linchamientos en masa que se prodigan en las redes sociales. Peor aún cuando incluso a los de casa (La Jornada o Proceso) los miden con el mismo rasero. La intolerancia puede llevarnos a niveles insospechados de lo que luego nos podríamos arrepentir. Por eso la necesidad de hacer efectiva una tregua para jalar parejo en la medida de lo posible. Al menos dirimir nuestras diferencias sin caer en insultos y agresiones.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *