Muchas gracias por estar aquí una semana más, hoy comienzo con una anécdota que me fue narrada por mi abuelo materno, Francisco Aguilar Cervantes, un médico de esos de vieja madera, que anteponía el humanismo en el ejercicio de su carrera profesional; el muy querido Dr. Panchito me contó que cuando la década de los sesentas veía su fin, el célebre médico chiapaneco Manuel Velasco Suarez, dejó la ciencia para convertirse en político, de tal manera que se presentaría para actos proselitistas en el municipio costeño de Tonalá, en consecuencia le solicitaron a los integrantes del cabildo turulo organizar un multitudinario y emotivo evento para la ocasión y en el preciso momento en que uno de ellos solicitó los recursos necesarios para la tradicional movilización, al estilo del otrora todopoderoso revolucionario institucional, se le indicó, que el Dr. Velasco Suarez había prohibido determinantemente esas viejas y denigrantes prácticas, sabedor que él llenaría cualquier auditorio con su puro prestigio.
Llegó el día del evento, y el cacareado prestigio del neurocirujano no bastó ni para llenar la mitad del foro, decepcionado y maltratado en su vanidad, el candidato propinó a los integrantes del cabildo turulo una reprimenda de época. Conociendo a éste Chiapas, no dudo que si el médico hubiera contoneado el cuerpo al ritmo de la música de moda, como décadas después lo hizo su frívolo nieto, en sus propios actos proselitistas, quizá hubiera logrado congregar a unos cuantos cientos de incautos más.
Ese día mi abuelo comprendió que tratándose de la gran mayoría de nuestros políticos, no basta la veracidad para alimentar sus egos, por lo que a la usanza de los cantaores de flamenco, resulta necesario tenerles dispuestos varios palmeros para mantenerlos contentos y no provocar que su ira desate sobre nosotros cualquier tipo de revancha.
En el folclore de Andalucía, hay una expresión artística, que sin duda alguna ustedes han escuchado, la cual combina la música, el canto y la danza; en el flamenco podemos encontrar usualmente a un guitarrista de portentoso talento, un cantante, una bailarina de gran belleza y a los susodichos palmeros.
El palmero, como su nombre lo sugiere, acompaña con las palmas la tarea del resto de los artistas flamencos, en pocas y simples palabras su actividad es aplaudir.
Los políticos mexicanos, en su mayoría, sufren de un grave caso de histrionismo agudo, en el que, como si fueren alegres cantaores de flamenco, necesitan de un palmero que acompañe su actividad; el problema en lo anterior radica en que ellos no son artistas, ni sus tareas son lúdicas, por lo que al convertirnos en sus palmeros, lo único que estamos propiciando es acrecentar un pernicioso culto a la personalidad que en nada abona al ejercicio de los quehaceres públicos.
Todo servidor público, desde el propio presidente de la república hasta el que ocupa la posición más modesta dentro del escalafón, es un empleado del pueblo, y por supuesto que no digo esto como si en ello hubiera algo ofensivo, por el contrario, para cada uno de ellos debería ser un honor servirnos, por lo que si lo señaló de esa manera es porque considero que lo más saludable es que ningún político o servidor público recibiera el trato de celebridad o casi de divinidad que muchos mexicanos, por costumbre o necesidad, les prodigan.
Los políticos no necesitan, ni mucho menos deberían, tener palmeros y ninguno de nosotros debería prestarse a eso, no veo la razón de porqué aplaudirle a alguien por tan solo hacer el trabajo para el cual fue contratado y por el cual devenga un jugoso sueldo, la alta burocracia no merece que se le rinda un homenaje por hacer aquello que es su obligación, sin embargo, resultan insultantes las cantidades de dinero que se gastan en armar fastuosos eventos para alimentar el ego de nuestra mezquina clase política.
Estoy convencido que el primer paso para madurar como sociedad en nuestra relación con las personas que ejercen el poder es dejar de aplaudirles cada vez que nos sonríen y se dignan a estrechar su mano con nosotros o a darnos un abrazo, a medida que humanicemos a nuestros políticos y dejemos de idolatrarlos, estaremos en condiciones de exigirles tal como debe hacerse y estaremos más próximos a lograr un desarrollo como nación.
Los espero el próximo viernes, estamos próximos a iniciar el taller en línea de creación literaria, informes al 961 4 79 17 61 y en marzo estará disponible la edición infinito de mi libro Para decir adiós: Las dos princesas, en próximas columnas les contaré un poco al respecto. Todo comentario será bienvenido en Facebook, Instagram o al correo electrónico ysinembargosemuevecolumna@gmail.com, también pueden estar pendientes de próximos proyectos y algunos escritos e ilustraciones dentro del canal de mi Whatsapp.