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Los milagros no existen / La Feria

Los milagros no existen / La Feria
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Sr. López

 

Contaba la abuela Elena de un tío suyo, médico, que allá a principios del siglo pasado en Guadalajara, se hizo de un enorme prestigio, aunque jamás pisó una escuela de medicina. Decía que tenía “la pinta” y que ya de bata blanca, cualquiera se tragaba que estaba ante una eminencia. Contaba la abuela que el secreto de su éxito era que siempre diagnosticaba las más terribles enfermedades a todos sus pacientes. A todos. Como no era pulmonía cuata el catarrito, ni cáncer de colon la diarrea, resultaba que se curaban solos, pero la gente se creía que le debían la vida; y los que sí se le morían, solo ratificaban su sabiduría: ya había dicho que estaba muy grave. Contaba la abuela.

 

Se ha dicho mucho que México es un país sobre diagnosticado (lo que de entrada frunce el ánimo: diagnóstico suena a enfermo y un enfermo muy diagnosticado, suena a mal médico o varios malos médicos… y a que el enfermo va para fiambre a paso veloz).

 

Junto con eso, es indudable que en México es de mal tono decir que vamos bien, ¡vaya!, ni siquiera se puede decir que estamos mal pero vamos bien. No: lo políticamente correcto es afirmar que el país está mal y camino a la tragedia y sí está mal en cosas de importancia, de gran importancia, es cierto, como la inseguridad pública, la corrupción institucionalizada, el régimen de partidos y varios asuntos más… pero está bien en otras cosas y no parece de ninguna manera que vayamos rumbo al precipicio (por poner un solo ejemplo y sin ánimo de que le falte usted al respeto a la señora López: nuestro sistema público de salud y seguridad social… disculpe usted, pero ya lo quisiera la súper potencia yanqui y no pocos otros países de este mismo continente… piénsele).

 

Como sea: ahora mismo que padecemos otra campaña presidencial, enconada por la concurrencia de elecciones estatales, municipales, de legislaturas, similares y conexas, en la que políticos de varia intención compiten por 3,326 cargos (629 federales y 2,697 en los estados), en comicios a celebrar simultáneamente en 150 mil casillas electorales (más el voto que llegará desde el extranjero, de tenochcas apasionados por la democracia que -¡de ninguna manera!-, van a dejar de cumplir con su deber cívico), usando un total de 520 millones de boletas electorales (lo que ya nos da una idea de las posibilidades de que no haya algunos errorcitos de conteo), ahora mismo, repito, algunos no pocos de los cerca de 10 mil candidatos (haga sus cuentas), parece que compiten en magnificar lo que está mal para ofrecer a todos la redención, hacer exactamente lo opuesto a lo que se está haciendo y salvar a la patria. Será menos.

 

Destacan (es obvio), las campañas de los candidatos a La Grande, a La Silla, a la presidencia de la república. En lo que se inscriben los independientes (¡Jesucristo-aplaca-tu-ira!), son tres los que están a la vista: Meade, el C.Anaya y el Pejeremías.

 

A Meade se le echa en cara que por su discurso parece que esto fuera una sucursal del Edén (no es cierto, no lo dice, pero lo traen a mal traer por eso, porque no es tremendista); pero los otros dos, el C.Anaya y el Pejehová,  deprimen a un osito panda: todo está fatal, la nación va en ruta de colisión planetaria, ellos son (según ellos), nuestros valedores, lavarán el prestigio nacional, terminarán con la corrupción, harán que la burocracia marche como reloj suizo, y por sus méritos, desde el azul del cielo, las estrellas celosas, nos mirarán pasar, no habrá más que armonías, será clara la aurora y alegre el manantial (aplausos, cada vez canta mejor Gardel).

 

No sé usted, pero este junta palabras viene oyendo hace décadas que el país va a reventar. No sé usted, pero este su texto servidor está hasta el copete (no seamos vulgares), de conocer Mesías que hemos desaprovechado. No sé usted, pero este López ya no traga más planes nuevos de restauración nacional, cada seis años estrenamos un “plan de desarrollo”. ¡Ya esténse!

 

Sí hay muchas (muchas) cosas que se deben corregir, sin duda. Sí pasan hoy muchas cosas terribles. Sí hay no pocos asuntos que ya se trabaron y no se van a cambiar en unos buenos años, como la entrega de nuestros energéticos (o “reforma”, que viene a ser lo de menos como le digamos), con la que siempre ha mostrado su desacuerdo el del teclado… pero, sin por ello dejar de aceptar que el modelo anterior ya no funcionaba del todo bien, y que las cataratas de dinero que produjo Pemex, de alguna extraña manera no parecen haber sido bien administradas y no por el “demoníaco” sindicato (que, dicho sea de paso, es el campeón mundial indiscutible en bajos costos de extracción), sino por autoridades y mandos que no hicieron con pulcritud su chamba, o sea: no estaremos de acuerdo en esa reforma, pero algo había que hacer, eso sí.

 

Ante los “diagnósticos” de que el país está en situación terminal, póngase en alerta. En serio. No es así. No es necesario que se vuelva usted porrista de Los Pinos, puede estar muy en desacuerdo con el actual gobierno federal, pero no permita que le retaquen la cabeza con un mensaje engañoso que no es sino la estrategia del tío aquél que no era médico y murió con fama de sabio.

 

El señor Meade no arrastra multitudes, de acuerdo, pero pensemos que tal vez seamos nosotros los que estábamos esperando un histrión, un mago, un pico de oro, y de repente no entendemos que un tipo serio hable en serio y no nos venga a redimir ni salvar. Ya iba siendo hora.

 

El C.Anaya no necesita fiscal, él es su propia parte acusatoria. El Pejesús es más de temerse, es profesional de lo suyo y tiene la pinta, pero no se le olvide que gobernó la capital del país, que es casi la quinta parte de México y no pintó… ¿sabe por qué?, porque los milagros no existen.

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