Carlos Román García
Arcadio toma en serio los juegos y se burla de las cosas serias. Nadie que yo conozca se enoja tanto si su compañero en el dominó tira mal. Desde el reparto de las fichas y el primer gesto del amigo o los contrarios, sabe quién va a ganar; todo es cuestión de que nadie se equivoque, de que el orden del azar y la exactitud de la aritmética se acomoden. Sonríe ante el triunfo o espera el error del rival para cerrar la partida y ahogarle la mula de seis. Lo he visto tirar las fichas de un golpe y levantarse de la mesa farfullando, “si no es por pendejo, te vendiste”, cuando su cunca sale sin contar y pierde ventaja si su contrincante inmediato es avezado.
En cambio, de los gobiernos se pitorrea con unos dibujos sencillos y ácidos que ha puesto en sus publicaciones físicas y virtuales sin miedo a la censura, con un lenguaje mero chiapaneco: “va por vó, flor del sospó / va for you, flor de nacapitú”. Entre sus virtudes esenciales está la pureza de su habla y su escritura, salpicada de latinajos de seminario y de agudeza lingüística.
Burlón, cala a los interlocutores con la mirada un poco alzada y habla más fuerte y con más razones que la mayoría de sus amigos periodistas, políticos, del deporte y de toda laya y ralea. También se enoja cuando supone o acierta en que le hacen trampa en el Maratón, en cuyos torneos cantinescos es casi siempre finalista o ganador. Hay grandes aventuras que Arcadio cuenta como testimonio de una vida errante, donde le ha sido destinado ser michoacano en Chiapas y chiapaneco en Michoacán.
Cerca de las regiones del misterio, Arcadio estará lúcido y gruñón, medio bolo e impecable en la presentación, desde la indumentaria hasta el bigote, elegante al decir tras la jugada de un desprolijo en la ubicación de las piezas rectangulares: “acomodo”, como advertencia para meter la mano y restablecer sus líneas. Estará en el cuatro sentado en mesa reglamentaria, mascando su trago y definiendo a los gemelos Ruiseñor y a quien esto escribe como el Pequeño Larousse y la Enciclopedia Británica; celebrando el relato a dos voces de Adolfo y de mí de un combate de boxeo imaginario. Buscando en el Libro del Año, antes de Google, el dato que suelto en mi discurso; bromeando sobre las cosas pomposas de la vida: la enfermedad, la muerte, pero también las cosas que sanan, como dar de beber al sediento.
Lucio de los Santos, 17 de agosto de 2024