Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen,
Para un verdadero librero los libros son su pasión; con esa vocación, conviene su librería en un templo del Saber y el placer de leer.
Hace días, me invitaron a dar una Conferencia acerca de la importancia de los libros y las librerías a un grupo de jóvenes entre los 12 y 18 años, es decir, todos nacidos en el Siglo XXI donde sus respuestas a mis preguntas, eran de esperarse. Salvo los libros de texto, ninguno leyó un sólo libro en el último año. Solamente 3 de los 25 chicos han visitado una librería acompañando a sus padres. Para la mayoría de ellos, los libros se leen en plataformas de Internet mediante el PDF, pero tampoco leen desde ahí.
Ninguno de ello supo la fecha del invento de la imprenta de Gutenberg. Eso me dio pie a preguntarles cuáles son sus entretenimientos; y obvio, recibí una cátedra sobre juegos modernos, series de televisión coreanas y japonesas, inteligencia artificial, técnicas para ser influencer en las redes sociales y diversas aplicaciones de diseño, grabación, edición y fotografía. En eso, son expertos. Pero de lectura, nada. La brecha cultural es tan entendible como patética para mí.
—Les contaré una historia sobre los libros, -le dije. —Si hoy les pidiera que me entreguen 1000 copias de algún libro, seguramente correrían a escanear el ejemplar y lo subirían a Internet en formato de pdf sin problema, o bien, acudirían a sacar fotocopias o a imprimirlo en alguna imprenta moderna con sistemas de láser. Pero antes del año de 1450, los libros se escribían a mano empleando a muchos escribanos quienes trabajaban durante largos meses antes de producir un libro.
Entonces, les explico cómo Gutenberg llegó a inventar la imprenta de prensa con “tipos móviles” que son letras del abecedario en mayúsculas, minúsculas y de diferentes tamaños, fundidas en bronce para formarlas conforme al texto original y al presionar sobre el papel, la tinta grababa las letras del texto. Esta técnica permaneció hasta nuestros días, finales del Siglo XX antes del offset y los métodos modernos de impresión mediante el láser.
Los primeros libros editados fueron la Biblia, los misales y otros de carácter religioso, además de la gramática latina. Las copias se vendían a 30 florines cada una, que era aproximadamente el salario de tres años para un empleado medio.
Con la edición de los libros surgen las primeras librerías en Europa en el Siglo XV. En París y Londres se popularizaron. Además de la venta de libros, en esos locales, se organizaban talleres, presentación de libros, círculos de lectura, de conversación y convivencia intelectual.
En América, Juan Pablos estableció en la Ciudad de México la primera imprenta y empezó a vender libros en 1539. Después surgió Andrés Martín en el centro Histórico de la Ciudad de México; aunque se reconoce la librería Moravian, en Pensilvania, como la más antigua de América.
Las dos innovaciones que favorecieron la producción de libros fue la introducción del papel en Europa en el siglo XI, y la creación de los “tipos móviles” en metal, de Johan Gutenberg. Gracias a ello, podemos leer las obras de Aristóteles, Platón, Galeno, y cientos de autores de la antigüedad,
Con la producción de libros de texto para estudiantes de cualquier grado; de libros científicos y obras literarias, las librerías se fueron multiplicando. La demanda creciente y la rapidez en la edición que proporcionaba el invento de la imprenta, permitió que la edición de libros saliera del poder de la iglesia, reyes y nobles, y se “popularizaran”. Algunas librerías e especializaron en la venta de libros de medicina, otras, en cuestiones metafísica y esoterismo. Otras librerías abrieron, en un sólo establecimiento, diferentes secciones.
SER LIBRERO no era cualquier cosa; no se trataba de un vendedor común sino de un apasionado de los libros; alguien sediento por conocer las obras impresas y a los autores. Para ello, empezaron a organizar presentaciones de libros que condujeron a prolongadas tertulias y a la creación de esos famosos círculos de lectura.
Algunos lectores de los círculos, se interesaron en aprender a escribir lo cual motivó la multiplicación de talleres para la formación de nuevos escritores, como sucede hasta la actualidad.
Las primeras ferias de libros operaron en la feria de Medina del Campo, que por aquel entonces del Siglo XV, era el mayor mercado franco donde era impulsada por la Grande Compagnie de los libreros de Lyon en Francia y la de Salamanca creada por libreros afincados en esta ciudad.
En la actualidad, en México cada año se abren más ferias de libros, siendo la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y la de la Ciudad de México, las más emblemáticas.
Un buen Librero ama los libros, los acaricia, los restaura como el médico cuida de sus pacientes; los conoce por nombre, apellido, origen y fecha de nacimiento. Los adquiere a través de la editoriales o de herederos quien vende las bibliotecas familiares en pequeños o grandes lotes. El librero separa los libros por materia y autores. Para el Librero, cada uno de ellos, representa un camino diferente que conduce al conocimiento.
Veo a los Libreros retirar el polvo de los libros viejos con sus pinceles con la delicadeza como se cuida a un bebé; los veo restaurar las guardas del libro (portadas) y el lomo y la cubierta del libro; reponen la faja y la cabezada de ser necesario. Contemplan el texto de la obra leyendo cada palabra de su prólogo; y cuidan que aparezca el índice, el apéndice, el glosario y la bibliografía donde se requiere. Con mucho amor, encuadernan aquellos que por su condición requieren de esa cirugía mayor.
Los impresores, editores y los libreros cuidan con exagerado celo su actividad. Un dato curioso es que estas nuevas empresas crearon desde el Siglo XV, una red de enlaces matrimoniales para mantener el negocio dentro de las familias, casando a las hijas con maestros impresores o empleados de taller; y en este ir y venir, algunas viudas herederas de sus maridos consiguieron mantener la empresa por sí mismas.
En el S. XVI figuran 19 mujeres viudas, que al parecer siguieron solteras al frente de sus talleres, incluso siendo algunas analfabetas; en el siglo XVII se sabe de 141 mujeres activas (libreras, impresoras y editoras) en España. Otro dato curioso: Por un real decreto de 1767 los ciegos y sus viudas eran los únicos que podía vender impresos baratos.
En cada ciudad importante se siguen abriendo nuevas librerías; y a pesar de la invasión de Internet, los libros, impresores, las librerías, sus Libreros y lectores que aman de verdad los libros, emprenden verdaderas batallas de sobrevivencia. Los vendedores de libros casa por casa ya son una especie en extinción. Y espero, que los lectores del Siglo XXI.
Hace días conocí a Fany, una apasionada librera de San Cristóbal de las Casas cuyo proyecto actual es abrir nuevas librerías en Chiapas en las principales ciudades y hacer de “Chilam Balam Chiapas, La Librería del Francés” una marca prestigiada porque impulsar la lectura de los libros impresos siempre será una cuestión de amor.
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