Leonardo Padura, las palabras del fin de la utopía cubana / Los recuerdos del olvido
Raúl Vera
Un tema vetado en el extinto campo socialista fue el de León Trotsky, acérrimo enemigo del dictador José Stalin. Cuba, que llegó al socialismo real en pleno proceso de desestalinización encabezado por Nikita Jrushchov tras la muerte de Stalin en 1953, no modificó la condena que el dictador impuso a Trotsky desde 1924 y que culminó con su asesinato en Coyoacán, México, en 1940, a manos de Jack Monard, seudónimo de Ramón Mercader.
El pintor Manuel Suasnavar me platicó sobre el libro “El hombre que amaba a los perros”, donde un cubano que vive en la isla aborda ese tema proscrito en el socialismo real. Conseguí el libro y, para mi sorpresa, el asunto está tratado de manera seria, sin el apasionamiento de la condena ni la idolatría ideológica. Leonardo Padura describe a un hombre educado para ocupar un sitio en los altares del proletariado internacional: un Ramón Mercader formado por su madre —combatiente de la Guerra Civil española— para “salvar al mundo” de los agentes del capitalismo, encarnados en el viejo León Trotsky.
Mercader terminó sus días en Cuba, en el socialismo tropical de los Castro. Sin pena ni gloria, la desestalinización de Jrushchov incluyó borrar a quienes habían sido héroes del estalinismo, y en esa condición quedó Ramón Mercader.
Un elemento que me llamó profundamente la atención no solo fue el desarrollo de la trama y el papel de sus personajes, sino el contexto en que la novela es narrada: un país en plena crisis, con graves problemas económicos, donde los techos se derrumban. Una narrativa cruda, muy distinta de la descripción majestuosa de balaustres, baldosas, capiteles, medallones, hornacinas, frontones, artesonados, jambas y nervaduras que Alejo Carpentier narró con esplendor barroco. Padura describe una Cuba lejana del mito del bloqueo, una Cuba que la dictadura castrista dejó caer en ruinas.
Los personajes de Padura transitan por el cotidiano cubano, entre problemas económicos que viven tanto los trabajadores del Estado como aquellos que alguna vez fueron héroes de la revolución internacional. Su narrativa nos muestra el reverso de la moneda de la utopía de los años sesenta. Es una Cuba muy distinta de la que Cabrera Infante retrató, con sus noches de glamour en los centros nocturnos de la isla: es la Cuba del desencanto ante lo que los Castro llamaron revolución y que hoy ha generado un éxodo de millones de cubanos.
En esta narrativa de lo cotidiano, Padura muestra vidas marcadas por la pobreza desde la caída del muro en 1992 y por la diáspora que se volvió pan de cada día. No cabe el lenguaje estilizado: es un lenguaje llano, crudo, tan duro como la vida de los personajes creados desde el tintero de Leonardo Padura.
Es motivo de regocijo que la Benemérita Universidad Autónoma de Chiapas nos acerque a este creador y a sus narrativas, que ya no santifican al líder revolucionario que terminó siendo dictador ni al modelo económico subsidiado desde Moscú, pero que, al ser abandonado, se derrumba día tras día. Y con él, se hunden también los cubanos, que sobreviven en niveles de miseria nunca imaginados.
La narrativa de Leonardo Padura es la del fin de la utopía y el desencanto del primer pueblo del continente que intentó materializarla: el pueblo cubano.
