Sr. López
Tío Milo (Emilio), era muy terco y cuando tía Queta, su esposa, le repitió una vez más que no quería de él sino el divorcio, le propuso que lo pusiera a prueba un año, lo que sacó a la tía una larga carcajada porque tenían tres años separados. Hay gente aferrada. No volvieron.
Pareciera que la opinión pública está conmocionada por el albazo legislativo que Morena y rémoras -la madrugada del sábado pasado-, asestaron al país en el Senado, cuando aprobaron 20 leyes y reformas sin tomarse el trabajo de leerlas. Puede ser.
Puede ser, pero no se entiende la sorpresa, la indignación por algo que en nuestra risueña patria es habitual: los partidos que tienen mayoría, se limpian el extremo inferior de su sistema digestivo con los alegatos de las minorías, cosa incomodísima de la democracia en la que, sí, la mayoría manda.
Sin embargo, lo que molesta a los partidos opositores es lo que les debiera dar mucho gusto porque estos aprendices de brujería legislativa al mayoreo, no saben cómo se hacen esos enjuagues y copian mal, de oídas, las usanzas del viejo PRI imperial, que respetaba los formalismos haciendo imposible recurrir ante la Suprema Corte a invalidar lo aprobado en el Legislativo, y no como ahora, que hacen las cosas por sus legislativas pistolas y no, no es así, hay que cumplir aunque sea de dientes para afuera, con la ley y el reglamento en este caso, del Senado, oír los argumentos de los que no están de acuerdo y votar con la confianza de que se tiene la mayoría simple, la mitad más uno, para modificar leyes, aunque se tengan que tragar su soberbia por no poder reformar la Constitución pues no tienen los votos necesarios, dos tercios más uno.
Es tal su ignorancia sobre cómo hacía el PRI hegemónico para salirse con la suya, que creen que compraba con millones de pesos a los legisladores opositores y este menda da fe de que no hay legislador que haya recibido nunca tamaña cantidad de dinero. Las cosas se arreglaban, se acordaban y se resolvían con mucha saliva, oficio y ejerciendo el poder. Ni siquiera necesitaban comprar a nadie. Faltaba más.
Así, gracias a que Morena y asociados hacen orfebrería con marro, los opositores los van a derrotar en la Corte, no lo dude, y el Presidente de la república tendrá una vez más la dicha inicua de “decirles de cosas”. ¡Ay, qué dolor, qué dolor, qué pena!
Y mientras, pareciera que este gobierno federal da por un hecho que en 2024 van a ganar todo, no solo la presidencia de la república sino todo el Congreso federal, los 500 diputados y los 128 senadores, nueve gobiernos estatales y 30 congresos locales, cuando debería evaluar con seriedad cómo están las cosas para actuar en consecuencia porque no van a contar con un INE “amistoso” por más que se crean que doña Lupita Taddei es amiguita porque les está dando por su lado con lo de su sueldo. Cuídense de las aguas mansas, caballeros… y del electorado.
Efectivamente, el electorado en México no está rentado ni vendido. Por algo del año 2000 a la fecha hemos tenido cuatro elecciones federales en las que han ganado tres partidos, el PAN, el PRI y Morena… y son los mismos electores, que no hay una reserva secreta de ciudadanos, listos a salir rumbo a las urnas a quedar bien con el que se va. De ninguna manera.
Dejando de lado el ramillete de promesas y ofertas de campaña de nuestro actual Presidente, hay unas tres cosas que están grabadas a fuego en la mente de la raza: restaurar la seguridad pública; combatir la corrupción; y “primero los pobres”.
En lo primero, no se puede negar el inmenso descalabro en conseguir seguridad pública y el estruendoso fracaso de las fuerzas armadas en el combate a la delincuencia organizada. El mal no ha hecho sino crecer. No se han recuperado la seguridad y paz públicas, los homicidios dolosos han roto todo registro histórico, no han desaparecido las organizaciones criminales y no se ha restaurado la hegemonía del Estado en las amplias regiones que controlan los criminales. Y el Sol no se tapa con saliva.
En lo segundo, la corrupción carcome a este gobierno. La gente, lo percibe. Nadie se traga el cuento de que las obras y contratos en manos de las fuerzas armadas están blindadas contra la corrupción y el fraude en Segalmex, es un gargajo en la cara de la ciudadanía: nunca antes había sucedido algo siquiera similar, de tan brutal tamaño.
Y “primero los pobres”, naufraga en los datos duros: el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que es un organismo gubernamental, informa el aumento de la pobreza en el gobierno actual: entre 2018 y 2020 creció a 43.9% de la población el número de pobres (3 millones 800 mil personas más), superior a lo registrado desde 2016, lo que el Presidente negó en su mañanera del 21 de agosto de 2021, diciendo: “No acepto los resultados de esa encuesta. Tengo otros datos y creo que la gente está recibiendo más apoyos (…)” Aunque la encuesta es de su gobierno, él la niega, él tiene otros datos y él “cree” que la gente está recibiendo más apoyos. En eso queda, en creencia de él.
Solo le falta repetírselo a cada uno de los casi cuatro millones de pobres más. No sabe que los apoyos económicos en efectivo de sus programas sociales, por falta de reglas de operación y orden administrativo, no están llegando a los hogares más pobres sino a los más ricos, estelarmente el apoyo a los de la edad de tercera. Aparte de la sospecha creciente de que una tajada de los apoyos se extravía en el camino.
El vituperado, neoliberal y conservador Prospera en 2018, llegaba al 18% de los hogares. Los dos programas más importantes de la 4T, están abajo de ese porcentaje: Pensión para Adultos Mayores, 15% y Becas Benito Juárez, 6% de los hogares. Duele. Y ni mencionar el desastre en salud: aumentó en 15.6 millones el número de personas sin servicio.
El Presidente seguirá aferrado a sus otros datos. Y sí, la candidata (o) de Morena puede ganar las elecciones a la presidencia, pero, ¡ay!, en política nadie llega a lavar ajeno.