- Parte del arte floral de Tuxtla Gutiérrez que habita en la memoria.
Noé Juan Farrera Garzón
Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas, es mucho más que un centro urbano moderno. Sus calles, sus barrios y sobre todo sus habitantes, resguardan un legado intangible que se manifiesta en costumbres cotidianas llenas de simbolismo.
Según el maestro historiador Roberto Ramos Maza, esta memoria colectiva conforma lo que hoy se reconoce como patrimonio cultural actual: prácticas vivas, heredadas de generación en generación, que siguen dando identidad a la comunidad.
Entre estas tradiciones destaca una en particular: la entrega de coronas de flores como acto previo al cumpleaños de una persona tuxtleca. Este gesto, aparentemente sencillo, encierra una carga simbólica profunda. Lejos de ser una moda reciente, se trata de un ritual con raíces históricas que, según Ramos Maza, se vinculaba originalmente con el estatus y la distinción social.
Recibir una corona floral era —y en muchos hogares sigue siendo— una forma de reconocimiento, una manera de decir: “hoy tú eres importante”.
El arte floral en Chiapas, y en especial en Tuxtla Gutiérrez, tiene una riqueza estética y emocional que se manifiesta con especial fuerza en estas coronas. Elaboradas con flores naturales y diseños variados, pueden ir desde las más sencillas hasta las más elaboradas, dependiendo del estilo y el afecto de quien las ofrece.
Las coronas de flores no son exclusivas de esta región, claro está. A lo largo de la historia, han sido símbolos universales de honor, belleza, protección y celebración. Utilizadas por monarcas, atletas o en rituales religiosos, siempre han representado un reconocimiento especial hacia quien las porta.
En Tuxtla, esa universalidad se transforma en una práctica íntima y local, donde el cumpleaños no solo se celebra con pastel y música, sino también con flores que rodean la cabeza como un aura festiva.
Además del gesto decorativo, estas coronas evocan una conexión con la naturaleza y con la comunidad. Son una forma tangible de cariño, una ofrenda que mezcla afecto, estética y tradición, dejando claro que en Chiapas, lo cotidiano puede ser también profundamente significativo.
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