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Las alfareras de Comitán / Al Sur

Las alfareras de Comitán / Al Sur
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen,

La alfarería es una herencia Tojolab’al en la región de Comitán, de la cual nos da testimonio el Códice Mendocino del Siglo XV, donde se representa a Comitán con una olla, lo que significa “Lugar de ollas” o “Lugar de Alfareros”. Así me lo explicó el arqueólogo Ramón Folch, quien, junto con el artista Manuel Aguilar Díaz y Joseph Welbers, conforman el Comité Organizador de la Feria del Barro a celebrarse del 19 al 21 de julio en San José Yocnajab, comunidad de Comitán.

Según me explicó Ramón Folch, en esta Feria habrá exposición y venta de piezas elaboradas por las mujeres alfareras; talleres, exposición de fotografías de más de 100 años; demostraciones, música en vivo y el afamado Premio a la Creación Alfarera 2024, con la participación de más de una docena de mujeres dedicadas a la alfarería, además de otras pertenecientes a pueblos aledaños. La sede será en San José Yocnajab, comunidad alfarera de antigua tradición, cuyo oficio ha sido importante en la vida cotidiana de la región por la fabricación de obras de gran calidad y belleza.

En San José Yocnajab se conservan las formas tradicionales como tinajas, comales, ollas para cocer frijoles y carne, incensarios, platos, jarras de café y macetas. En cuanto a las técnicas de obtención y preparación de materias primas, se emplean las arcillas, arena, pigmento y bax, los cuales no son fáciles de obtener de las minas debido a la paulatina urbanización de la zona y la necesidad de localizar los mejores materiales.

La Feria del Barro busca rescatar y reinterpretar el oficio de la alfarería, como parte importante de la identidad de Comitán. Nuestro propósito, explica el arqueólogo, es impulsar un mercado justo para las comunidades alfareras. “Imagínate el enorme trabajo que representa elaborar cada pieza en costo, tiempo y creatividad como para enfrentar el regateo de los clientes”, agrega.

Sobre estas conductas, deseamos crear conciencia para revalorar su arte. Y también buscamos ampliar la oferta turística cultural y salvaguardar la expresión material de los pueblos. Con la Feria del Barro buscamos colocar a San José Yocnajab como el pueblo alfarero del Valle de Comitán; lugar que históricamente ocupó y que en las últimas décadas se perdió, me explica Ramón.

A esta Feria concurren alfareras de San José Yocnajab, Ojo de Agua, Yalmutz, Bujucú, Canalúm, Sarabia y Lomatán, principalmente, cada una con sus propias características. Algunas alfareras de mayor edad enviarán sus obras y con la ayuda de artistas plásticos se decorarán con diversos motivos estéticos empleando óleo, acrílico y otro tipo de pinturas. En estas tareas, participan niños y jóvenes motivados en la preservación de tales artesanías.

—”¿Niños y jóvenes participan en las decoraciones?”, le pregunto a los organizadores.

—”Sí. Los talleres son para todas las edades en sus modalidades de: Pinta tu olla; Juega con el barro; Aprende este oficio; Graba tus diseños en tepalcate; y todo cuanto elaboren, pueden llevarlo a sus hogares. Los aprendices interactúan con las alfareras y me preguntarás, ¿para qué? Pues para inspirar y motivarlos a preservar esta tradición y no dejarla perder ante la invasión de la industrialización y el empleo de los plásticos.”

Pero nada es fácil, Ana Karen, para la realización de la Feria se requiere de patrocinadores comprometidos con la expansión de la alfarería y su reconocimiento popular. Es necesario que el público aprecie cada obra, porque aunque se parezcan, cada una es única e irrepetible. Ahí radica el verdadero valor de la artesanía. Cuando los patrocinadores exhiben estas obras de arte en sus negocios: restaurantes, hoteles, agencias de viajes, museos, tiendas de ropa artesanal, joyerías o de cualquier tipo, ellos contribuyen a su difusión, promoción y venta; pero sobre todo a la preservación de nuestras tradiciones brindándole a estas mujeres alfareras el reconocimiento que merecen.

Quiero comentarte que estas piezas se elaboran con materiales selectos y se hornean a muy altas temperaturas, que exceden los mil grados centígrados, con lo cual se crean obras de muy buena calidad porque no se resquebrajan ni se filtran al contener líquidos de cualquier clase.

Si de algo puede sentirse orgulloso cualquier comiteco es justamente de esta tradición de siglos, porque no solo Amatenango del Valle destaca por su artesanía; Comitán tiene lo suyo y es digno del reconocimiento internacional, porque aunque no lo creas, los extranjeros parecen darle el valor que merece.

Las mujeres artesanas merecen ser reconocidas, apreciadas y valoradas en su justa dimensión. De nosotros depende elevarlas a la categoría de artistas del barro; es loable transmitir el esfuerzo que conlleva cada pieza y sobre todo, comprender que las manos de las mujeres alfareras son prodigiosas porque cada obra representa una creación de vida que nutre nuestro espíritu. Por ese motivo considero conveniente que las autoridades, la sociedad civil y sus organizaciones, giremos la vista hacia ellas con admiración y orgullo para brindarles apoyo.

Te comento, Ana Karen, hace tiempo, la alfarera Carmen se presentó en el Café Giraluna donde platicamos sobre un concepto de familia. Ella me sugirió representar a la familia en ollas de barro y así lo hizo; una obra genial que conservo en casa a la vista de invitados y familiares.

Quiero decirte, Ana Karen, que en cada Feria siento la energía creadora de estas mujeres emprendedoras y recuerdo que hace muchos años, allá por los setenta, un un gobernador del Estado de México colocó en los ojos y gusto de los europeos los tapetes de Temoaya, cotizándolos como joyas de arte que siguen siendo. Hagamos lo mismo en Comitán, porque las manos duras de nuestras alfareras y su creación siempre será una cuestión de amor.

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