- Una Tradición Viva que casi inicia
Noé Juan Farrera Garzón
Cada mes de diciembre, este pintoresco Pueblo Mágico se convierte en el escenario de una de las tradiciones más singulares y emblemáticas de la región: la Topada de Flor, una práctica ancestral, profundamente arraigada en la comunidad, fusiona elementos prehispánicos con la fe cristiana, generando una expresión cultural única que se mantiene viva a través de generaciones.
Del 14 al 21 de diciembre, los devotos del Niño Florero, liderados por el “patrón de los floreros”, don Tomás Nigenda, emprenden una travesía hacia las montañas de los Altos de Chiapas para recolectar flores nativas como el Niluyarilo, el Nuri Rosa y la Mazorca. Estas flores son esenciales para la elaboración del altar del niño Jesús, una obra colectiva que se presenta en la iglesia principal de Chiapa de Corzo el 22 de diciembre.
La tradición está impregnada de una leyenda poética que vincula al sol y la luna con el origen del niño representado en la flor de Niluyarilo, cuya forma recuerda la mano de un pequeño. Esta narrativa refuerza el vínculo entre la naturaleza y la espiritualidad, destacando la importancia de esta práctica como puente entre las creencias indígenas y el cristianismo introducido durante la conquista.
Considerada por algunos historiadores como una tradición prehispánica adaptada al cristianismo, la Topada de Flor es más que un ritual religioso. Es un testimonio de la riqueza y herencia cultural de Chiapa de Corzo y una celebración de la identidad comunitaria que fortalece los lazos sociales. Sin embargo, no está exenta de desafíos.
El impacto ambiental de la recolección de flores ha sido objeto de debate, pese a que se asegura que la práctica es controlada para preservar el ecosistema, la comunidad trabaja en un delicado equilibrio entre el respeto por la naturaleza y la conservación de su patrimonio cultural, que es motivo de críticas año con año.
La Topada de Flor y la leyenda del Niño Florero, son un reflejo de la diversidad cultural de Chiapas, convirtiéndose en una ventana al pasado que sigue dando vida al presente. Mantener viva esta tradición no solo enriquece el patrimonio del estado, sino que también refuerza su identidad ante el mundo.