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La soberbia / A Estribor

La soberbia / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

Si algo caracteriza a esta nueva ola de políticos, opinadores, legisladores y demás seguidores de la 4t, es la soberbia. Se comportan como si hubieran ganado una guerra y no un proceso electoral. Los derrotados no merecen más que la flagelación y el derecho a permanecer callados. Ensimismados con su cantaleta de los 30 millones de votos (53% de la votación) desairan al 47% de los electores que no votaron por López Obrador. Actúan y se expresan como si tuvieran patente de corso encarnando la voz del pueblo como si el resto de los ciudadanos no tuvieran derecho a disentir, manifestarse o criticar los hierros del actual gobierno. Ni siquiera los propios disidentes del movimiento morenista que tienen la osadía de discrepar. Su líder es infalible, inmaculado, incorrupto, poseedor y dueño de una verdad. Prenden la hoguera inquisidora contra los infieles. Se tragan el cuento de que llegaron cual caballeros templarios a convertir a los infieles. Como Herodes dejan que la turba manifiesta a mano alzada exonere a los ladrones. Quien se arrepienta puede entrar por la puerta grande al reino de la 4t.
Ensoberbecidos, subestiman a sus adversarios. Creen que la ciudadanía les expidió un cheque en blanco. Pero una y otra vez se equivocan. Reinciden en sus errores. Con el barco a la deriva se entregan a la bacanal triunfalista. Hacen y deshacen con su hasta ahora mayoría poseedores de un poder omnímodo. El barco hace agua pero creen que es un jacuzzi hecho ex profeso para su deleite.
Basta con escuchar a Yeidckol Polevnsky. La señora no tiene tablas y sus competidores por la dirigencia lo cuestionan, saben que su tiempo se acaba y no puede seguir comodinamente bajo la égida del presidente. Necesitan a un cura y no un monaguillo para enfrentar las próximas elecciones. Sus disquisiciones ya no convencen a la difusa militancia que se expresa en la pluralidad de pareceres que constituyen a un movimiento que quiere ser partido. En las primeras elecciones celebraron los triunfos en dos gubernaturas. Un triunfo cualitativo, pero no cuantitativo. La suma de votos en los 5 estados dejó a Morena en un segundo lugar por debajo del PAN a pesar de su carencia de liderazgos. Se esfumó la aplanadora
El comportamiento y la voracidad en plena rebatinga por el control del poder es evidente. Polevnsky acusa Bertha Luján y deja en evidencia  que los “servidores de la nación”, el proyecto insignia de los programas sociales, se utiliza para fines electorales. Martí Batres acusa a Monreal de arrebatarle el liderazgo del senado con cañonazos de dinero entre sus compañeros senadores. Lilly Téllez la senadora morenista por Morena se opone a la despenalización del aborto y la hacen trizas en las redes. El Fisgón, Rafal Barajas y John Ackerman acusan a Yeidckol de arrebatarles 400 millones para el proyecto de adoctrinamiento estilo soviet para los cuadros de Morena. Barttlet es impresentable pero lo defienden en demérito de la credibilidad de la cruzada anticorrupción del presidente.
Los opinólogos de la 4t invaden el espectro de los programas de opinión, los medios impresos, digitales y la televisión oficial. Se ufanan no solo de los votos sino de la popularidad del presidente. No ceden ni un ápice. Presumen que tiene un 70% de aceptación. Salinas y Fox, incluso Calderón y hasta Peña, tenían los mismos niveles de aceptación para estas fechas en sus respectivos gobiernos. Mantienen esa línea discursiva mientras se implementa el programa de apoyos sociales para crear una solida base electoral a partir del dispendio de los recursos públicos.
Mientras la delincuencia no cede. Ahí si las cifras superan por mucho a los gobiernos anteriores. La anarquía se empodera en las manifestaciones de la izquierda y se regodea en la réplica de los cristales rotos. Los nazis destrozaron los comercios de los judíos, ellos las franquicias símbolo del neoliberalismo. Lo más dramático es que la economía va en picada. El desempleo no ceja. El gobierno incurre en un criminal subejercicio presupuestal que paraliza la inversión. 232 mil millones.  Frenan la inversión y paralizan el crecimiento. Crean nuevas cargas impositivas, endurecen la fiscalización y recortan gastos a discreción para satisfacer la vorágine gastalona y el financiamiento de los megaproyectos presidenciales como si fueran las panaceas primermundistas. Con eso nos vamos al 2021 más lo que se acumule cada semana. Yo si creo que somos mucho país para enmendarles la plana y hacerlos corregir el rumbo que nos lleve a mejor puerto. No se trata de desestabilizar al gobierno sino de reconstruir por la vía democrática el futuro del país. No más. No menos.

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