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La mirada de Humberto Pérez Matus

La mirada de Humberto Pérez Matus
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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, 

Durante las madrugadas, se le ve recorriendo las calles de Comitán atento a la gente y a cada detalle que para uno pasan desapercibidos. Observa las sombras de una iglesia. Fija su mirada en los detalles de un pórtico; en los movimientos de alguna canastera instalándose en la banqueta o en el cuerpo tumbado de un borracho al refugio de algún portal. LA MIRADA DE HUMBERTO PÉREZ MATUS queda grabada en su cámara o en el celular como testimonio de existencia. Porque las cosas existen aunque no las miremos.

Nada es igual en la ciudad de Comitán ni en ninguna otra parte; sea la selva lacandona o la abrumadora Ciudad de México; ninguna cascada, arroyos o lagos son los mismos ante la mirada de Pérez Matus; y aunque él niegue ser un fotógrafo profesional; quien observa su obra, lo reconoce como un fotógrafo artístico. Para él es un ejercicio lúdico para capturar la vida cotidiana. En esa apreciación coincide con Olivia Bonifaz y Carlos Gordillo, quienes tampoco se reconocen como profesionales; ellos sólo capturan fotografías, afirman.

Humberto sale muy de madrugada a observar; a fijar en la cámara las diferencias entre una y otra fachada, puertas, goznes, aldabas, cerraduras, pechos de paloma y rostros de transeúntes  que regresan o van a sus trabajos. Su mirada parece ser introspectiva. Fija la cámara en los huaraches de algún caminante; en el peinado de las tejedoras y artesanas que denotan su identidad. Atrapa los detalles que cuentan grandes historias detrás de la imagen.

Pérez Matus se aficionó a la fotografía al participar en el taller de fotografía al estudiar en la Preparatoria 4 de la Ciudad de México donde nació; más tarde, en la Escuela Nacional de Antropología empezó a documentar, con cámara en mano, los viajes de prácticas e investigación en compañía de Julieta Valle, quien más tarde fuese, directora de la ENAH. Con ella, aprendió los procesos y trucos del laboratorio fotográfico en el cuarto oscuro de Julieta Valle.

Durante los años 80 empezó a viajar a la selva lacandona con otro amigo fotógrafo quien poseía equipos profesionales que le permitían capturar mejores imágenes al manipular tiempos de exposición, obturador, diafragmas y movimientos, todo de forma manual. Así como trabajan los profesionales.

Años antes pasó por la Vocacional del IPN. Ahí, desertó de la ingeniería; ahí, descubrió que lo suyo eran las ciencias sociales, las humanidades y el arte. Así saltó a la preparatoria donde disfrutó esa etapa donde se explora viendo hacia el futuro.

En la selva lacandona conoció también a su gran amigo Mario Arturo Farrera con quien viajaba en jeep experimentando las peripecias de los atascones en lodo, persecuciones de los funcionarios recelosos de su presencia y otros conflictos que los hacían regresar a la galera de PEMEX donde estaban hospedados hasta que los obligaron a retirarse. Era la época de Salomón Nahmad Sittón, frente al INI. Sus fotografías en ese momento fueron clave para decidir quedarse a vivir en Chiapas e ingresar a la UNACH para estudiar la carrera de Historia en el rea de Humanidades.

La carrera de Historia no se abrió en Chiapas, así que regreso a la ENAH de la ciudad de México y su inquietud por Chiapas, lo hizo regresar. Trabajo como un tiempo como voluntario de Luis Marcial en el INAH y después como asistente de María Trinidad Pulido quien tenía a su cargo el inventario de las casas de San Cristóbal de las Casas. 

Ahí recorrió casa por casa tomando fotografías de cada una de ellas, pero sobre todo, empezó a dibujar las fachadas, aleros, tejados, las columnas; todos esos detalles los plasmaba en un cuadernito. Humberto recuerda que su madre era la fotógrafa de la familia utilizando una cámara sencilla cuando el rollo, revelado e impresiones eran bastante costosas.

Fue en Comitán donde empezó a alternar las cámaras Canon y la del celular por la facilidad de capturar escenas complicadas. Sacar la cámara, prepararla, enfocar la y disparar a un objetivo móvil o en medio de alguna riña es complicado, y también evita el robo del equipo. En cambio, el celular con sus lentes profesionales, permite tomar fotos con discreción; especialmente al capturar las expresiones de los rostros.

Humberto reconoce la presencia de excelentes fotógrafas y fotógrafos en Comitán como Belém, MariJo, Carlos Gordillo Alfonzo, Alejandro Akler, Daniel Meza, Olivia Bonifaz, entre otros no menos destacables. Quizá porque todo Comitán y Chiapas, son una postal hacia donde mires.

En los años 80, al trabajar en el Archivo Histórico de San Cristóbal tuvo la oportunidad de conocer a Gertrude Duby Blom y otros destacados antropólogos, historiadores, fotógrafos, pintores y periodistas. Colaboró como corrector de estilo para las revistas Bonampak  Ambar junto con Enrique Alfaro y otros famosos de la época como Juan Balboa, Leticia Hernández,  Touroc, José y Julio López Arévalo, Andrés Fábregas Puig, Arcadio Acevedo quien acuño el término de bolonautas, el poeta Quincho

Los padres de Humberto son originarios de San Francisco Ixhuatán, Oaxaca de donde partieron a la ciudad de México para continuar sus estudios profesionales. Así que se considera chiapaneco pichichi, chiapco, chilango o como quieran llamarle después de radicar en Chiapas por más de 35 años.

La vida de Humberto es la de un explorador viajero que desde sus primeras fotografías con Julieta Valle en la Sierra Norte de Puebla y en la selva Lacandona encontró la fascinación de los paisajes y la gente para plasmar en fotografías las aventuras de cada expedición como cuando tuvieron que escapar de la zona de conflicto escondidos en un camión cargado de frutas.

Humberto Pérez Matus es un tipo interesante, culto y de muchos kilómetros recorridos en brecha y autopistas, dicho literal y metafóricamente. Con Humberto conversamos cerca de 4 horas, imposibles de transcribir en este breve espacio. Su charla viaja de un lado a otro con puntos de inflexión conforme su mente le devuelve nuevos recuerdos. Su memoria es privilegiada; recobra nombres, situaciones, anécdotas, historias de aquí y allá. 

Desde hace años, comparte sus momentos con Rosina, su compañera de vida. La vocación no se compra ni se estudia, es algo que se trae de fábrica. Humberto abrió la puerta a sus vocaciones y habilidades para crecer como fotógrafo, corrector de estilo, traductor de libros, explorador de archivos históricos; persigue las huellas de la arqueología; encuentra respuestas en la antropología. Lector apasionado como melómano adicto al jazz y la música de los años 60 y 70. Excelente conversador que también sabe escuchar las voces silenciosas que descubre en la fotografía. 

Humberto convierte cada fotografía en una cuestión de amor.

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