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La máquina de fango / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

“El drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad” Humberto Eco

Me llegó por ahí al wattsapp un video (de hace 2 años) de Carlos Loret de Mola. En él, después de una jornada noticiosa en sus diferentes espacios televisivos y radiofónicos, se confesaba “especialmente hastiado” de reportar tantos casos de corrupción en México. Y cómo no, si ahora, en la civilización del espectáculo y el consecuente rating, los noticieros no se dedican a informar, sino a saciar morbos. De ahí  que los casos relacionados a la corrupción pero también a los crímenes –somos necrófilos- ocupen buena parte del espectro del que día a día nos intoxican con sus veleidades.

Las grandes estrellas del periodismo con el más alto rating se han convertido en los modernos Torquemadas. De ahí que nadie se atreva a contradecir o refutar a los autoinvestidos  propietarios de la verdad y lo que desde su espada flamígera se condene o se señale. Lo curioso de todo esto es que el ejemplo se replica aunque proporcionalmente en el uso de las redes sociales.

Juan Villoro escribió al respecto un interesante texto: “El narcisismo de los esclavos”. En él señala, “Somos los primitivos de una nueva era, dominada por la realidad virtual. Nuestra situación es similar a la de los seres rupestres que inventaron el cuchillo y no le encontraron mejor uso que encajarlo en la barriga de un prójimo.” Para el escritor: “La comunicación en red ha permitido acceder en forma instantánea a numerosas fuentes informativas, beneficio decisivo para sociedades autoritarias o periféricas. Sin embargo, también ha traído conductas que rompen el trato cívico… También produce un nuevo salvajismo.”

El escritor Humberto Eco también criticó el uso de las redes sociales. En su última novela “Número Cero”, se refirió al chantaje y la extorsión a través de la impresión de periódicos con el número cero, cuyo único propósito era difamar. Conseguido el objetivo de enganchar a los aludidos se procedía a la componenda económica, a cambio de no circular el “número cero”.

Esto viene a colación por la despiadada crítica de que somos objeto los funcionarios públicos que ante todo somos personas. El deporte favorito es prejuzgar, desahogar los odios incubados y subir al cadalso mediante juicio sumario al acusado. Es la quema de brujas de la era medieval. No estoy excluyendo por eso a quienes desde el poder incurren en el cinismo, la deshonestidad y la incongruencia. Vaya que los tenemos. Pero en la confusión y la desinformación se agarra parejo. Mucho se ha avanzado en materia de libertad de expresión pero su abuso con fines de chantaje es reprobable. “Difama que algo queda” y todos corren prestos en Fuenteovejuna a sumarse a los linchamientos.

Otra cosa curiosa que sucede y no objetamos es, quién hace la crítica ¿de que investidura o áurea moral están poseídos para juzgar con tal frivolidad a sus semejantes? ¿El periodismo o la expresión en redes sociales es una clase de fuero protector que garantiza también impunidad? Y a veces el tiro sale por la culata. A Loret de Mola le han acusado de poseer un departamento Miami con valor de más de 400 mil dólares, López Dóriga pasea en lujosos Yates por la bahía de Acapulco. Y la lista es larga. No hablamos sólo de periodistas, sino toda clase de personas que se vuelven opinadoras en la ociosa costumbre de convertir sus muros de Face en alocada metralla. Juzgan a los demás, pero no se ven en el espejo.

“En ocasiones –dice Villoro- un linchamiento parte de una información errónea. Se acusa a alguien de un acto agraviante. Pero verificar eso llevaría dos minutos de búsqueda, lapso que equivale a una eternidad en la era de la precipitación digital. Resulta preferible dar por bueno el pretexto que permite desahogarse.”

Que cada quien se acomode el saco…

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