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¡La lucha sigue y sigue! / La Feria

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Sr. López

 

Tía Rosita, tía bisabuela de la abuela Virgen (la de los siete embarazos), nació en 1850 y falleció en la casa en que nació, en 1967, a los 117 años de edad. La “casa” era una valiosa propiedad colonial en pleno centro de Toluca; una manzana: tres patios arcados y al fondo una huerta. Tía Rosita ya grande tuvo el disgusto de que el bisnieto de un tío bisabuelo de ella, se quiso quedar con su casa esgrimiendo una escritura en pergamino de 1807, firmada por un bisabuelo de un bisabuelo de ella. Se arregló la cosa porque  el Juez se carcajeó diciendo que “la señorita Rosa” era más dueña de su casa que el Papa de la Basílica de San Pedro. Bueno, pero tía Rosita no le volvió a hablar a ese “muchacho de mal corazón” (el “muchacho” tenía 71 de edad). Ni nadie de la familia, por canalla.

 

Ayer nuestro Presidente informó que envió dos cartas: una al rey de España y otra al papa Francisco, pidiendo “se disculpen por los abusos cometidos por los españoles durante la conquista del actual México”.

 

Falta la mera buena a Trump, pidiéndole lo mismo por más de la mitad que nos quitaron a punta de pistola… luego, no hay prisa.

 

Los que se tendrían que disculpar son los tlaxcaltecas, totonacas -de Veracruz, Puebla e Hidalgo-, y cholultecas, que encantados de la vida se unieron a los que iban “como hermanos contra aquel tirano fiero y carnicero de Moctezuma”.

 

La caída de la gran Tenochtitlán, fue una batalla entre 300 mil aztecas, contra 86 de caballería, 1,300 de infantería, 15 ó 16 cañones y 13 bergantines (del lado español), apoyados por entre 320 mil ó 290 mil indígenas (varían las cifras, 200 mil indios calcula Charles Mann, “1491: New Revelations of the Americas Before Columbus”. Madrid, 2006: Taurus). O sea, el rey de España, nos debe entre el 0.43%, el 0.49% o en el peor caso, el 0.69% de disculpas. La demás matazón fue por cortesía de indios de otras tribus. Y México debe las costas y gastos de todos los juicios que se llevaron en el Tribunal de Indias, allá en España, durante tres siglos, muchos de los cuáles se fallaron a favor de los indios, pues no valía para el Rey el derecho de conquista sobre las tierras ocupadas y gobernadas por indios (las actuales sacrosantas tierras comunales).

 

La conquista de la Nueva España la hicieron los indios con  tal de liberarse del dominio azteca, que eran algo así como los Zetas de la época, el Cartel Azteca Nueva Generación… pavor les tenían y nunca gobernaron los territorios que expoliaban, nomás mandaban por el tributo y se los pagaban como ahora los comerciantes pagan “piso” a los malandrines.

 

El Derecho de Conquista (bien o mal), era un principio de Derecho Internacional válido hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando se le consideró crimen de agresión en los Principios de Nuremberg y después por las Naciones Unidas (Resolución 3314 –XXIX- de la Asamblea General); porque le vino en gana a los EUA y la Unión Soviética, para restablecer fronteras una vez acabado el despelote de la Segunda Guerra Mundial, aplicando el principio de Derecho Internacional, de “statu quo ante bellum”, retachar las fronteras adonde estaban antes de la guerra.

 

Antes, valían otros principios de Derecho Internacional. El más común era el “uti possidetis iuris” (latín: “como poseéis de acuerdo al derecho, así poseeréis”), y a eso se atenían los países para preservar los territorios que decían -decían-, era suyos geográficamente y de “siempre”. También el “uti possidetis de facto” (latín: “poseer de acuerdo al hecho”; o sea tenía valor legal en Derecho Internacional, dominar cuanto territorios se podía dominar, a cañonazos si hacía falta); y también el “uti possidetis, ita possideatis” (latín: “quien posee de hecho, debe poseer de derecho”; o sea: si lo tienes es tuyo, que fue como Portugal preservó las fronteras de Brasil).

 

Así y como solo se trata de pedir disculpas, sería bueno ir pensando en quién va a ir a disculparse con chichimecas, apaches, tepehuanos y mayas, que perseguimos y exterminamos hasta bien entrado el siglo XX… a ver, quién. Y luego que Brasil se disculpe con Venezuela, Colombia, Paraguay y Uruguay, por sus fronteras conseguidas a tiro limpio. Aparte de los asuntitos que quedaron pendientes entre El Salvador, Honduras, Bolivia y Perú.

 

Si le hacen caso a nuestro Presidente, la DHL se va a congestionar de cartitas de “usted disculpe”.

 

Luego: México no tiene que disculparse con China, como propone nuestro Presidente, ya lo hicimos ante el representante del Emperador, el regente príncipe Chung, después de la matanza de chinos en mayo de 1911, en Torreón… lo que sí quedó pendiente (¡chin!, se nos pasó), fue pagar la indemnización: 3 millones 100 mil pesos oro mexicanos; se hicieron patos Francisco León de la Barra, Madero y Huerta… bueno, ahí luego.

 

Capítulo vergonzosísimo de nuestra historia la persecución contra los chinos de fines del XIX a tiempos de la post Revolución: “Álvaro Obregón expidió un decreto que les prohibía vender comestibles, entrar a los restaurantes, casarse con mujeres mexicanas, tener acceso a los puestos públicos y salir de sus barrios luego de las 12 de la noche. El ex presidente y ex gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, los había acusado de transmitir la sarna, la lepra, el tracoma y la tuberculosis. Una historia que el país ha tratado meticulosamente de olvidar” (Nexos, 2013, junio 5; no son chismes).

 

Además por favor que alguien le explique al Presidente que los Derechos Humanos no son retroactivos, se firmaron por 48 países en la ONU el 10 de diciembre de 1948; pero en México se reconocieron constitucionalmente hasta el 10 de junio de 2011… y ahora queremos (¿queremos?), disculpas 490 años retroactivas.

 

España ya nos contestó de mal modo, lamentando se haya hecho pública la carta dirigida por nuestro Presidente a su Rey el 1 de marzo. A ver qué hace el Papa… porque está difícil que se disculpe por no haber respetado los derechos de Huitzilopochtli.

 

¡Huitzilopochtli, vive!… ¡la lucha sigue y sigue!

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