Ery Acuña
A México no le quedó más que disculparse. Era necesario, diplomáticamente. No puedes exigir a Estados Unidos respeto a la soberanía nacional, cuando en el sur, los policías se vieron obligados a cruzar la frontera. Así que la disculpa del Gobierno Mexicano fue necesaria y correcta. Igualmente, en público, solicitar sanción a los policías pakales que cruzaron la frontera; aunque en privado, tal vez, los feliciten por rescatar a sus compañeros que sguramente serían ejecutados en territorio chapín.
No olvidemos que apenas seis días antes, el dos de junio, el mismo grupo criminal, identificado como el Cartel Chiapas-Guatemala, relacionado con el Cartel Jalisco Nueva Generación, mató a cinco policías estatales, en territorio chiapaneco, entre ellos a una mujer.
Así que con esa presión los pakales no podían permitir que más compañeros fueran ejecutados, y no les quedó más que cruzar la frontera y rescatarlos, a plomo y fuego.
La tensión no ha terminado. Pues durante el enfrentamiento en Comalapa, fueron ejecutados cuatro miembros del narcotráfico, entre ellos, Baldemar Calderón Carrillo, y su hijo, “El Teniente”, señalados como líderes de esa célula delictiva que opera entre Chiapas y Guatemala. Y sus jefes, no se van a quedar de brazos cruzados.
Así que ahora hay mil policías chiapanecos cuidando la frontera para evitar que más miembros de esa célula ingresen a Chiapas a matar más policías, como seguramente, lo estarán pensando.
¿Qué les dijo Omar García Harfuch al fiscal de Chiapas, Jorge Llaven Abarca, y al titular de la Secretaría de Seguridad del Pueblo, Oscar Aparicio, cuando los mandó a llamar a la Ciudad de México para platicar en persona? Porque para echar un café, no los buscó.
Así que, no sé usted, pero era mejor decir “disculpe, usted”, que conseguir pañuelos para llorar a los policías que hoy, seguramente, estarían muertos.