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La Feria / De la farsa al drama

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Sr. López

A tía Marcia nunca la conoció este López. Decían que era viuda de un General con el que tuvo tres hijos; de los que el mayor, Manuel, se hizo cura y vivía en Madrid; el que seguía, Ernesto (Neto), se fue de voluntario a la Segunda Guerra Mundial y lo dieron por desaparecido en el desembarco en Normandía (el “Día D”); la nena, ‘Marcita’, se había hecho monja Reparadora y estaba en Roma; y de ella, que vivía muy bien en Guadalajara de una casa de huéspedes muy grande que tenía hacía años. Una vez salió en la plática y alguien (la abuela Virgen), aprovechó para echarle una pedrada a Pepe (el más impresentable primo que tenerse pueda), ahí presente: -Ella sí puede estar orgullosa de sus hijos, dos  entregados a Dios y otro, héroe en la guerra –pero también estaba tía Victoria que quería mucho a Pepe y aparte de saber vida y milagros de todos tenía la boca radioactiva: -No, Virgen, tú no sabes nada: su hijo Manuel, sí vive en Madrid, bailaba flamenco y se presentaba como ‘la Manola’, ahora no sé a qué se dedique; Neto no se perdió en las playas de Normandía, sino que está en las playas de las islas Marías haciendo sal, de donde con suerte, sale en 20 años; la ‘Marcita’ no es Reparadora en Roma, sino en Veracruz, donde es cabaretera; y la Marcia nunca se casó y no tiene casa de huéspedes, sino de citas -soponcios, desmayos… todo era cierto. ¡Ay, tía!

Decimos que algo es farsa cuando no es cierto o es fingido; y por farsante, todos entendemos que nos referimos a quien aparte de mentir, actúa aparentando algo distinto a la realidad. Le asestamos con soltura estos términos a nuestra vida política y a nuestros gobernantes: todo es una farsa, todos unos farsantes, aunque siempre haya las reglamentarias excepciones que duelen precisamente por serlo, pues debiendo ser norma la rectitud y la seriedad, su opuesto es lo común; pero en nuestra risueña patria, nadie se despeina por eso.

La cosa es que no parece que seamos conscientes de que en mayor o menor grado, todos participamos en esta farsa nacional (se repite lo de las excepciones).

Suena feo lo de ‘farsa nacional’, porque es feo, y peor: es verdad. Si los que se dedican a hacer el mal desde la política, si los que ejercen para su beneficio los cargos de gobierno, nos tuvieran engañados a todos… bueno, entonces ellos serían unos grandes farsantes y nosotros sus babosos, pero la verdad es que sabemos en las que andan, las que hacen y dejan de hacer. Todos.

Dejemos a los especialistas el análisis de nuestro modo de ser, individual y colectivo, pero así somos y toleramos lo indebido al punto de ser más que comparsas, cómplices por omisión, con una peculiaridad: hay un límite nacional aceptado de raterías y bajezas misceláneas; por eso decimos cosas como ‘robó pero salpicó’, apechugando lo que está mal, pero no tan mal. Nadie lo acepta, nadie lo dice, pero ese límite existe; ¿cuál es?, no está definido, pero hay un punto que no se debe pasar porque la gente se pone de morder.

Un ejemplo de cuando se rebasa el límite aceptado: un funcionario se casa (digamos un Gobernador); ya se sabe que la boda se paga con dineros del erario, que no será modesta la fiestita, y que celebrara la ceremonia algún alto dignatario eclesiástico… pero cuando la boda es una misa concelebrada por ocho obispos (uno de ellos, Cardenal, nota con todo y foto, en el ‘Universal’ de ayer), entonces la cosa pasa de castaño oscuro, digo, nomás piense que la boda del príncipe Felipe -hoy rey de España-, con Letizia, se las celebró un arzobispo -uno-; que a la reina Isabel II de Inglaterra la casaron dos arzobispos (el de Canterbury y el de York); en cambio, su alteza serenísima don Eruviel Ávila de Toluca: el cardenal de Tlalnepantla y siete obispos (¡adentro con los tamales!).

Otro ejemplo: está bien que un papá le regale un coche a su hijo, pero cuando es  un Enzo Ferrari que cuesta por ahí de dos millones de dólares (36 millones y pico de pesos, más tenencia, placas y seguro), como el que el líder del sindicato de Pemex, Carlos Romero Deschamps, dio a su hijo Juan Carlos, también es pasarse de la raya (y que haya nada más otros 399 coches así en todo el mundo, y que nada más se vendan a quienes tengan ya otros dos Ferrari, es ya echarle sal a la herida).

Los entendidos, los que se codean con esa gente bonita, dirán que se asusta uno por cositas, porque los de esta casta son del palo de hasta arriba, y no hace falta andar en esos olimpos para darse sus gustos, como el exalcalde de Soledad de Graciano Sánchez, en San Luis Potosí, quien en su declaración de bienes patrimoniales aparte de 13 empresas, anotó un violín valuado en 5 millones de pesos (¡esos son violines!)

Los excesos de nuestra actual clase política sobrepasan los límites de la prudencia. Y no todos son de cosas materiales, mire:

Ya reventado desde Nueva York el escándalo del supuesto espionaje del gobierno federal (supuesto,  el denunciado, que es un ‘Malware’ caza bobos, porque los del poder espían a quien les da la gana, cuando les da la gana), indignados hasta echar espuma por la boca los supuestos espiados (secretamente orgullosos, porque eso da ‘curriculum’), brincó el gobierno federal (bueno, brincó despacito), y ayer anunció Ricardo Sánchez Pérez, titular de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra de la Libertad de Expresión (FEADLE), de la PGR, que “integró un grupo de apoyo técnico” en el que participarán el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), un organismo de la ONU, de la Asociación Mundial de Operadores Móviles (GSMA), y el IPN.

Eso es pasarse de la raya: que inviten organismos internacionales, pasa, está bien, pero llamar al FBI es declarar la vocación de criados del tío Sam que tienen; y muchísimo peor, cuando de la embajada de los EUA sale la aclaración de que no es cierto y no les ha pedido nada el gobierno de México; aunque el señorcito de la PGR dijo que “los van a invitar”.

Y el país se desliza de la farsa al drama.

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