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La décima (Centro de protección contra la tristeza)

La décima (Centro de protección contra la tristeza)
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Manuel Ruiseñor Liévano

No suelo escribir sobre el tema de la oferta gastronómica y de bebidas espirituosas; sin embargo y dadas las circunstancias de ansiedad y depresión que privan en la sociedad actual, aquí, allá y acullá, –señalan especialistas en materia de salud mental–, me siento compelido a abordar y subir a escena una referencia sobre lo que alguna vez y con su proverbial sentido del humor, Don Gervasio Grajales, pluma notable en la prensa de Chiapas, refirió como “centros de protección contra la tristeza”. Esto, al ironizar una iniciativa del ex gobernador Velasco Suárez, cuando creó el denominado, eufemísticamente hablando, “Centro de Protección contra la Naturaleza”; en otras palabras, el Cuerpo de Bomberos y antecedente de la protección civil.

Y es que en el atribulado y agobiado Chiapas de hoy –estarán de acuerdo conmigo–, existe una necesidad de proteger nuestra integridad emocional y acaso con ello abonar a nuestra tranquilidad mental. Dicho de modo coloquial, nos urge a la paisanada contar con espacios dignos, más allá del diván del psicoanalista, en los cuales podamos relajar el alma y distender al cuerpo de tanto estrés. Acaso las circunstancias mandatan impedir que la realidad nos termine coleccionando entre sus víctimas por desmemoria, depresión, flato, melancolía, angustia o cualquier otro achaque que se quiera adicionar.

Sostengo que, en este aciago páramo del espíritu del presente, faltan nos hacen y urgen lugares en los cuales podamos protegernos contra la tristeza. Ese moderno mal que nos arruga el corazón al estrangular toda posible alegría.

Pero no todo está perdido en Tuxtla al igual que la Dinamarca de la novela de Shakespeare. Y aquí viene lo bueno; existe un sitio rescatable que puede contribuir a hacer nuestra vida más llevadera. Sin mayor preámbulo, me refiero a un centro de protección contra la tristeza –Gervasio dixit–. donde en verdad es posible hallar consuelo a la depresión y acaso un poco de ese aceite necesario para que nuestro ser lleve en mejores condiciones la otrora fiesta de la vida.

¡Ah fortuna! En Tuxtla, sí, en la que por su encanto urbano he llamado la zona “Azul y Oro”; esto es, la que circunda al Parque Jardín de la Marimba, se ubica, para honrar el dictado del entrañable Gervasio Grajales, el restaurante bar La Décima, sito en 10 poniente norte 340.
Un oasis en el cual generosamente se atiende a la legión de tristes en busca de refugio; deleite etílico y gastronómico, buena charla alegrada por el resonar de una marimba, que en vivo y de jueves a sábado, a partir de las 3 de la tarde, nunca falta. Climatizado el restaurante bar, cumple con satisfacer una necesidad, que no es un lujo, dando consuelo a los acalorados de la capital del estado. Todo ello, en un horario permisionado de 12:00 a 20: 00 horas, lunes a sábado.

Con buen servicio, basta ver su carta para saber que el Tuxtla tradicional y botanero está presente con manteles largos, en un recinto donde para gozo de cada tristenauta, hay exquisiteces de la cocina de mar y tierra, de aquí y de otros lares, las cuales vuelven la experiencia del estar en algo hedónico.
Para gourmets y bon vivants, resaltan en letras negras la parrillada mixta (costilla, tasajo, cecina, longaniza y chorizo), respaldada por frijoles refritos rociados con queso de la tierra y con el infaltable totopo. Por igual, destaca la lonja de tocino (panceta), el costillar de res, la mojarra y el robalo, éste último tanto al mojo de ajo como enchilado (todos al carbón). Ya no se diga el caldo de camarón y la ensalada de mariscos en forma de sunami. Además de la carraca, la carne molida, los guacamoles (normal y cubano); el queso cotija, la deshebrada de res y el cochito.

Todo un halago al buen gusto y paladar, por obra y gracia del gerente y máster Chef, Victórico Grajales, cuya vocación ha trazado un menú capaz de satisfacer a cualquier deprimido de cualquier parte de Chiapas, de México y aún del mundo.

No está demás agregar que los precios de alimentos y bebidas de La Décima, igualmente relajan cualquier preocupación de orden económico. Alcanza para que cada ansioso comensal, encuentre acomodo al tamaño de su bolsillo y destierre cualquier desasosiego.

En fin, venga lo que tenga que venir, bendita vida, hay un sitio en donde templar el ánimo. Recomendable, acaso necesario, en el despliegue de la nueva era de Chiapas. Vale la pena.

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