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La crisis que viene / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

Quizá no deberíamos abordar ya los temas de lo que dice o deja de decir todos los días López Obrador a no ser porque se trata del Presidente de la República. Si bien los temas nacionales son muy importantes deberían importarnos los que afectan a nuestra realidad local. Las consecuencias económicas de la pandemia nos afectan dependiendo de la región o el estado de la republica de que se trate.

Chiapas sigue siendo el estado más pobre del país. El 76.2% de su población está en pobreza. Le sigue Oaxaca con un 66.8% y Guerrero con un 65.2%. Tenemos la tasa de fecundidad más alta. A nivel nacional es de 2.21 hijos por mujer y en Chiapas de 2.90. La cifra se acrecienta marcadamente entre los mas pobres dentro de los pobres. Graves problemas de desnutrición crónica hacen precaria la atención de la salud. Los 17 municipios de Los Altos con población indígena presentan el mayor grado de pobreza, y entre 50 y 68 por ciento de los niños presenta algún grado de desnutrición. Los programas sociales no sólo no han logrado revertir la desnutrición infantil, sino que la población beneficiaria presenta problemas de sobrepeso y obesidad, debido al consumo de alimentos industrializados, bebidas endulzadas como la Coca Cola, sobre el consumo de frutas y verduras.

No hay políticas económicas que incentiven la productividad sino programas asistenciales. La misma receta desde el 94, que no ha hecho otra cosa que multiplicar la pobreza en vez de reducirla. En la misma proporción nos hemos convertido en un granero de votos poniéndonos a merced de la rapacidad política y el ofertismo que se inclinan según convenga a los intereses del poder en turno. Por esa razón la conflictividad social es permanente.

Vivimos una especie de colonialismo interno. La mayor parte del territorio productivo del estado es propiedad social. Hemos depredado bosques y selvas con siembra de maíz y ganadería extensiva. Nuestros litorales (300 km) no se han potencializado. La pesca no es industrial ni sustentable y no abastece siquiera al mercado interno. Los productores de café son minifundistas en su mayoría y venden su producción a intermediarios que comercializan sujetos a las variables del mercado. Nuestro potencial forestal no se explota de manera sustentable ni racional. No hay una industria maderera y prevalece la extracción y comercio ilegales. Por tanto, el deterioro de nuestras riquezas naturales es permanente. Las comunidades se multiplican por miles, sin ninguna planeación, haciendo imposible que el presupuesto gubernamental proveniente de la federación atienda las necesidades más básicas de la población. Amplios sectores de la población sobreviven con la economía de traspatio, la educación pública gratuita, los desayunos escolares y un acceso precario a la salud.

Pocas empresas son las que generan verdaderos empleos permanentes. La región fronteriza, Tapachula y la meseta comiteca, dependen en buena medida del comercio con Guatemala. Por eso los chiapanecos han emigrado a otras partes del país en busca de mejores condiciones de vida. Un tanto a los Estados Unidos que sirven a la economía local con el envío de remesas. La población ha emigrado a la capital y otros centros urbanos que viven del comercio. Dependen en gran medida del flujo de recursos del gasto gubernamental. Los poco más de $102 mil millones de presupuesto están etiquetados en un alto porcentaje en educación y salud, pago de deuda, así como en la enorme burocracia estatal. Muy poco es el dinero que se invierte en obras de infraestructura siendo que es generadora de empleos inmediatos directos. El gobierno federal centralizó el gasto para realizar sus megaobras y programas asistenciales. Nuestra dependencia del gasto federalizado es aproximadamente del 95%. Nuestra recaudación es casi nula.

La economía nacional se contraerá significativamente por la pandemia. El PIB se calcula en un -8% en todo el país. Pero ya focalizado por estados impactará significativamente al nuestro. El turismo se vio severamente afectado y tardará en recuperarse. Miles de personas han perdido su empleo en esa industria. Regresaremos a la nueva normalidad, pero ya no será lo mismo.

Son loables los resultados del gobierno en materia de seguridad, pero es difícil mantenerlos cuando se asoma cada vez más el rostro de la pobreza. Los programas de bienestar han distribuido a decir del gobierno unos 11 mil millones de pesos. Se apuesta al apoyo de adultos mayores, jóvenes construyendo el futuro, becas educativas, sembrando vida y producción para el bienestar. Hay opacidad absoluta para saber de que manera se están distribuyendo. No hay objetivamente una manera de medir el impacto social.

Dos de las grandes obras para el sureste podrían tener alguna repercusión, pero sus resultados no se verán a corto plazo. El tren Maya apenas llegará a Palenque generando algunos empleos temporales. No hay manera de que surta algún impacto económico en el resto del estado. Todo está en veremos. Urge por eso un programa efectivo de reactivación económica, no solo para atender la afectación por la pandemia sino para apostar a un futuro menos incierto. Ese es el reto, no está nada fácil y hasta ahora no se ve por donde ni como podamos encararlo.

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