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La chiapanequidad en el Soconusco

La chiapanequidad en el Soconusco
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La génesis de la cultura mesoamericana se encuentra en el Soconusco.

En las inmediaciones de Escuintla se encuentra el sitio de Chantuto, uno de los ejemplos de las aldeas precerámicas ubicadas en los esteros y manglares de la costa, cuyos habitantes eran pescadores-recolectores y, como lo prueban los islotes artificiales de la zona, consumidores de pescados, moluscos y camarones.

El camarón seco salado es quizá una de las primeras aportaciones culinarias del Soconusco a la dieta chiapaneca, de extendido consumo en nuestros días, sea en ensalada con pico de gallo o bañado de limón con chile blanco, o bien revuelto con huevo o en tamales.

En Paso de la Amada, en el municipio de Mazatán, están las primeras evidencias de una sociedad sedentaria y estratificada. Los hallazgos realizados por Barbara Voorhiesy Jorge Fausto Ceja Tenorio, entre otros arqueólogos, son fundamentales para “entender las primeras culturas agrícolas y de cultivadores de las costas del Soconusco, para conocer y comprender el origen, difusión y cronología de las culturas formativas en esta área”, como dice el segundo en su tesis de maestría.

Arqueólogos, antropólogos y lingüistas han identificados a estas culturas como hablantes de mixe-zoque, por lo que los pueblos de esas lenguas, vivas aún en el centro, los valles y el norte de Chiapas, y en partes de Oaxaca, Tabasco y Veracruz, vienen a ser nuestros abuelos, como padres de las civilizaciones olmeca y maya.

A esas culturas de la costa del Soconusco les han denominado mokayas, que significa hombres de maíz, aunque ese cultivo no haya sido esencial en su dieta.

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La bella etimología náhuatl de Chiapa, Chiapan o Chiapas, “en el río de la chía”, no aparece representada en el Códice Mendocino o en la Matrícula de Tributos, su posible apéndice, como sí lo están Soconusco, Huehuetán, Mazatán y Mapastepec, junto con otras poblaciones de la región, con los productos que tributaban a los aztecas: ámbar, cacao, chalchihuites, pieles de jaguar y plumas de quetzal y otras aves.

Desde entonces, el Soconusco ha sido un lugar de tránsito constante. Hasta aquí y más hacia el sur, como lo testimonia la persistencia de la lengua pipil en El Salvador, perteneciente al tronco yuto-azteca.

En una conferencia dictada en la Rial Academia de la Lengua Frailescana, el arqueólogo Thomas Lee Jr., uno de quienes más trabajo realizó en esta región, a la que el tapachulteco Marco Aurelio Carballo bautizó como la costa de la selva, hablaba de las incursiones del imperio azteca, cuyas tropas llegaban hasta este sur profundo a cobrar lo que ahora equivaldría al derecho de piso. De repente espetó: en esos días, llegaron los aztecas a amenizar el Soconusco, inmediatamente se corrigió: perdón, me pendejé, llegaron a amenazar el Soconusco.

Desde tiempos remotos sus pueblos y ciudades han tendido al cosmopolitismo, más allá de visiones aldeanas o cerradas, como es el caso de Izapa, sobre la que el propio Thomas escribió un espléndido libro que tuve la fortuna de editar y que merece una reedición, pues se trata de gran centro ceremonial, político y religioso del Soconusco; de acuerdo con algunos especialistas, dice el INAH, representa la evolución del arte olmeca al maya y donde se hayan representados símbolos arquetípicos presentes en otras ciudades mesoamericanas como Teotihuacán o Palenque.

La estela 5 de Izapa sintetiza una cosmovisión compleja y extraordinaria que, mediante la ceiba, el árbol de la vida,conecta, cielo, tierra e inframundo. En ella se representan 12 figuras humanas, 12 animales, 25 diseños de plantas y nueve máscaras de deidades, y se narra el origen del universo y su relación con la tierra, el aire, el fuego y el agua.

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En 2005, año del cuarto centenario de la publicación de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, la Dirección del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España, ofreció recursos a los acervos bibliográficos o documentales que contribuyeran a recuperar la huella de su autor, Miguel de Cervantes Saavedra por el mundo. 

El entonces director general del Archivo General de la Nación de México, donde era yo director de publicaciones y difusión, el poeta Jorge Ruiz Dueñas, me encomendó la tarea de encontrar una razón de peso que permitiera a nuestra institución solicitar el apoyo, que logramos y recibimos por vía de la Fundación del Archivo, para el desarrolló tres proyectos: el rescate de los archivos municipales del Soconusco; la identificación y descripción histórica del Indiferente virreinal de su archivo histórico central y la elaboración de El Soconusco cervantino: cartografía de una encomienda imaginaria.

No me fue difícil hallar el pretexto para que los españoles soltaran la paga, pues conocía la carta que el Manco de Lepanto suscribió en un memorial de 1590, dirigido al presidente del Consejo de Indias, donde dice:

[Miguel de Cervantes] Pide e suplica humildemente, quanto puede a V. M., sea servidode hacerle merced de un oficio en las “Indias” de los tres o quatro que al presente estánvacos, que es el uno la Conthaduría del nuevo Reyno de “Granada”, o la Governaciónde la Provincia de “Soconusco” en “Guatimala”, o Conthador de las Galeras de“Cartagena”, o Corregidor de la Cibdad de la “Paz”; que con cualquiera de estos oficios que V. M. le haga merced, la rescebirá, porque es hombre ávil e suficiente e benemérito, para que V. M. le haga merced; porque su deseo es acontinar siempre en el servicio de V. M., e acavar su vida como lo han hecho sus antepasados, que en ello rescebirá muy gran bien a merced. —En “Madrid” a 21 de mayo de 1590.

Se prueba en la misiva que Cervantes era mejor escritor de novelas que de ocursos oficiales, lo mismo que yo, que, trasuna infructuosa semana dedicada a elaborar un cálculo presupuestal para llevar a cabo los proyectos citados, recibí de mi jefe la siguiente admonición: Carlitos, tú eres bueno para las letras, no para los números.

En un prodigioso relato titulado “La verdadera historia de un tal Miguel de Cervantes, Gobernador del Soconusco”, el historiador, lingüista y jaranero Antonio García de León, nativo del estado de Veracruz, donde también hay un pueblo llamado Soconusco, conocedor profundo de esta región y sus lenguas originarias, escribió como si Cervantes hubiera recibido en realidad el empleo solicitado. He aquí un par de fragmentos:

Por las memorias sobre papel escritas, supimos que era más bien pobre, de complexión recia, seco, avellanado y enjuto de rostro, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, gran madrugador y amigo de la caza. Así lo describían a la letra sus amigos, sus enemigos, y algunos alcaldes indios que lo conocieron y lo acompañaron en sus correrías. Llegó de España a fines de mil quinientos noventa y cinco como “Gobernador del Soconusco”, es decir, como Alcaldemayor de la Gobernación más rica de la Capitanía General de Guatemala y que hoy es, en su mayor parte, perteneciente a la costa pacífica de Chiapas. Permaneció algunos años en el cargo, pero luego cayó de la gracia de las autoridades por su obstinado afán de justicia. Pues como lo apuntaba en su diario al llegar aquí, al darse cuenta de la injusticia habida, se atemperaba su deseo de fortuna.

Salió a recibirme el regimiento del pueblo, compuesto de indios descalzos, y mulatos y pardos que más parecían moros del Abindarráez que cristianos nuevos destas tierras. Tocaron las campanas y todos los vecinos dieron muestras de general alegría y asombro, más de verme llegar en una flaca bestia que en la gravedad de mi cargo, y con mucha pompa me llevaron a la iglesia a dar gracias a Dios. Y luego con algunas ridículas ceremonias, entre ellas mesar los cabellos de los caciques indios de la comarca como lo solían hacer en su gentilidad en señal de obediencia perpetua, me entregaron las llaves del pueblo y me reputaban como perpetuo gobernador de la provincia de Soconusco. El traje, las barbas crecidas, los dientes descompuestos de quien más parecía un caballero de la triste corcova que un alto oficial, tenía admirada a toda la gente. Finalmente, en sacándome de la iglesia me llevaron a la silla del juzgado, entre mil zalamerías de los que después se mostrarían por mis enemigos…

En el texto, asequible en la Internet, se infiere que, en lugar de la manchega llanura, el flaco rocín de don Quijote, también flaco, hubiera cabalgado por los rumbos de Huehuetán o Tuxtla Chico, desfaciendo entuertos y en amoríos con una Aldonza Lorenzo, mulata indiana, “hija de Pedro Lorenzo, poblador, y María Biafara, esclava”.

Otro dato significativo para convencer al ministerio de cultura de España fue la noticia del hallazgo que hizo Francisco Rodríguez Marín en los archivos de la Casa de Contratación de Sevilla sobre los primeros ejemplares del Quixote, corroborados por Luis González Obregón en los expedientes del ramo de Inquisición del AGN, donde se consigna que una flota zarpó de Sevilla el 12 de julio de 1605, en la nao «Espíritu Santo» con 262 ejemplares de la obra, para ser desembarcados en San Juan de Ulúa y consignados a Clemente Valdés en México.

Cita José Rojas Garcidueñas en un artículo titulado Don Quijote en México, que en los últimos días de septiembre y los primeros de octubre, de aquel año de 1605, fueron llegando a la Nueva Veracruz y se les hizo la visita de registro a 25 barcos; don Luis González Obregón pudo ver las actas solamente de 12 registros y, entre ellas, en cuanto a nuestro tema, vale la pena citar que en la nao La Encarnación, el 28 de septiembre, declararon que «para entretenerse traían (con otros libros) Don Quixote de la Mancha…»; igual cosa declaran, en la misma fecha, los de la nao Nuestra Señora de los Remedios; otro barco, que entró el 5 de octubre, traía 20 cajones de libros, 18 a un consignatario de México y dos a otro de Puebla.

Toda una hazaña para la distribución de libros, pues los primeros ejemplares de este libro señera de la literatura española vieron la luz apenas el 16 de enero de ese mismo año.

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Para cumplir con los proyectos, junto con el historiador alemán Justus Fenner y con la asistencia de jóvenes historiadores como Karla Cruz Vila y Fabricio Villegas, hicimos un recorrido por los municipios de las regiones Istmo-Costa y Soconusco, para hacer un levantamiento de sus acervos históricos, la mayoría destruidos por el calor, la humedad, las plagas, la inopia de las autoridades municipales y el desinterés de las estatales.

Recuerdo, a reserva de examinar los registros del proyecto, que los documentos más antiguos localizados son un plano del mancomún del pueblo de Pijijiapan, de 1745, y un acta de cabildo de Tapachula, de 1842. Sobre el archivo municipal de la perla del Soconusco debo mencionar a dos personas que trabajaron largos años en el rescate y cuidado de sus acervos, Javier de León Orozco y la señora Débora Vargas López, quienes, entre otros muchos entusiastas de la memoria colectiva, contribuyeron a su preservación.

Otra tarea consistió en organizar cerca de un kilómetro de documentos del llamado Indiferente Virreinal del AGN, que emprendí con la asistencia de 55 historiadores de la ENAH, la UNAM, el Colegio de México y otras instituciones, acervo constituido por numerosos documentos de diferentes ramos que no habían sido preservados adecuadamente conforme a los principios de procedencia y orden original.

Entre lo hallado se encuentra una carta de fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, así como denuncias de piratería en las costas de Tonalá en el siglo XVIII y en ciertos casos, acervos de mayor magnitud que los que ya existían en el Archivo, en ramos como los de Jesuitas, Californias y algunos más.

El tercer proyecto fue la Cartografía, en la que se reunieron 416 documentos entre mapas, planos y croquis obtenidos de diversos acervos de México y del mundo, entre ellos la Mapoteca Manuel Orozco y Berra, entonces dirigida por Carlos Vitalli, de la Casa de la Cultura Jurídica de Tuxtla Gutiérrez, que contiene los acervos de los juzgados federales que durante cuatro décadas resguardó el Archivo Histórico del Estado adscrito a la UNICACH, donde serví durante 11 años.

Entre los documentos de la cartografía hay mapas antiguos de la Nueva España, la Capitanía General de Guatemala, México y Chiapas, planos de los deslindes practicados en la región fronteriza antes del tratado de límites con Guatemala de 1883, el trazo detallado de la vía del ferrocarril de Estación Jalisco a Tapachula, con los ramales a Puerto Arista y San Benito, los planos del tranvía de Tapachula, la única ciudad chiapaneca que en algún momento contó con este moderno medio de transporte y muchas más, en un conjunto de registros que se puede o se podía consultar por los nombres de pueblos, ciudades, ríos, lagunas y otros accidentes geográficos, por fecha y por fuente.

Al término de esas labores, copias de sus registros fueron entregadas a dicho archivo, lo mismo que al Archivo Municipal de Tapachula, donde están disponibles para su consulta, junto con impresiones de alta resolución de algunos de los mapas.

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Otro referente indispensable en lo que hoy he llamado la chiapanequidad del Soconusco es la relevante participación del tapachulteco Fray Matías de Córdova, quien no sólo participó el 28 de agosto de 1821 en la junta de cabildo abierto que dio lugar a la declaración de Independencia de la Villa de Comitán y su comprensión, sino que fue, junto con el tuxtleco Joaquín Miguel Gutiérrez uno de los introductores de la imprenta a Chiapas y editor de uno de sus primeros periódicos locales: El para-rayo de la capital de Chiapa.

Además, fue un notable educador y escritor que desarrollóun estupendo método fonético para enseñar a leer a los niños y fundó la primera Normal para maestros de América, dejando entre sus numerosas obras La fábula del león y el éxito de su empresa. Un grupo de chiapacorceños del Centro Cultural Napiniaca y yo, nos hemos propuesto reeditar algunas de las obras de y sobre fray Matías y a contribuir a la dignificación del lugar donde reposan sus restos.

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Un capítulo de la historia del Soconusco que siempre me ha atraído es lo que sucedió entre el 14 de septiembre de 1824, momento de la Federación de Chiapas a México y el 11 de septiembre de 1842, cuando se reintegra la región al estado y al país, pues se trata de la expresión de lo que el historiador belga Jan de Vos denominó el sentimiento chiapaneco, eseespíritu de autodeterminación, independencia y libertad que ha estado presente en los momentos más críticos de nuestra historia, y que en el caso de esta región tuvo entonces una manifestación suprema.

Me interesa sobre todo porque más allá de la voluntad de autonomía, en esos años poco estudiados ocurrió que el Soconusco pudo subsistir sin mayor dependencia que la que había de los recursos de sus pueblos, de sus propios, arbitrios y bienes de comunidad, lo que representa una gran lección para todos los chiapanecos.

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Como coda indispensable debo anotar algunos otros elementos en los que la contribución del Soconusco a Chiapas y a México ha sido notable, por ejemplo, la labor de la editora, fundadora y dueña de la editorial Katún, Consuelo Moreno, quien publicó, entre muchos otros, dos libros esenciales para nuestra literatura: Los arrieros del agua, de Carlos Navarrete, novela fundamental para entender el siglo XX chiapaneco, y Ciudad bajo el relámpago, de Efraín Bartolomé, quien entonces usaba aun el nombre de Herman e iniciaba una obra relevante en la poesía.

Dos editores más debo mencionar, Víctor Eduardo Briones Escobar, de la Editorial Soconusco Emergente en Tapachula, y Ameht Rivera de Ala Ediciones en Cacahotán, cuya labor habla de que en la región hay amor por los libros, como lo hay en las librerías El Quijote, que retomó la tradición iniciada por el padre de Marco Aurelio Carballo, iniciador de la noble tradición de hacer presentaciones en la Mesa redonda, propuesta que venturosamente se ha extendido a otros lugares de Chiapas, y La Ceiba de Rocío Ruiz Palma, fundada bajo los auspicios de Rafael Ramírez Heredia, Óscar Palacios, Óscar Oliva y Gerardo Pensamiento Maldonado.

Muchos son los chiapanecos de otras latitudes que como yo han sentido la fascinación de Tapachula y el Soconusco, como Florentino Pérez Pérez, cuya obra polígrafa menciona con frecuencia estas tierras; Roberto Ramos Maza, tuxtleco autor de Tapachula: la perla del Soconusco, y Enrique Orozco, villaflorense que anima las tertulias de los sábados en el Parque Bicentenario bajo el palo de mango.

Carlos Román García

Tapachula de Córdova y Ordóñez, 10 de septiembre de 20242

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