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Jugar con fuego / A Estribor

Jugar con fuego / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

Viniendo del presidente, la sola mención de un golpe de estado es gravísima. Preocupa dada la situación económica y de inseguridad porque atraviesa el país.  No abona al clima de gobernabilidad  y agudiza la incertidumbre. Es parte de los estertores del fallido operativo en Culiacán que revela fuertes contradicciones entre el mando civil y los militares.
Ya es sabido qué, entre las fuerzas castrenses sin importar la jerarquía, la estrategia de paz (abrazos y no balazos) para evitar confrontaciones con saldos mortíferos, ha provocado molestias por las faltas de respeto a la milicia por parte de pobladores o presuntos delincuentes que los encaran a sabiendas de que tienen ordenes de no recurrir al uso de las armas. Desde hace meses circulan videos en las redes sociales donde se puede apreciar que personajes envalentonados los increpan e insultan sin demostrar un mínimo de respeto al que la mayoría de los ciudadanos estamos acostumbrados con nuestras fuerzas armadas.
Por muchos años, el ejercito mexicano se ha ganado la simpatía de los ciudadanos dado que atienden y socorren oportunamente a la población civil en caso de desastres naturales con el llamado plan DN-III. Una encuesta reciente del periódico Excélsior revela que el 77.1% de los mexicanos tiene una confianza alta en el ejercito. Han sido institucionales y demostrado una lealtad ajena a los vaivenes de la política y los cambios de gobierno sin importar el color partidista. No todo ha sido miel sobre hojuelas. Desde lo sucedido en Tlatelolco y el surgimiento de grupos guerrilleros se los ha acusado de represión. Los movimientos izquierda los han señalado sin rubor en casos como el de Ayotzinapa con más conjeturas que pruebas. Estos contrastes han sido marginales y no han empañado el papel de nuestras fuerzas armadas.
En México se ha transitado desde la revolución mexicana de mandos militares a civiles en la presidencia de la república. Distinto a lo sucedido en Latinoamérica y Centroamérica con historias golpistas, nosotros logramos un siglo de paz social en el que las transiciones políticas se han dado sin sobresaltos. Por eso preocupa ahora la sola mención por parte del presidente de un presunto e improbable, pero por nadie deseado golpe de estado. En este circo maniqueo donde el que no apoya a la 4t es inmediatamente calificado de ser parte de la derecha, se juega con fuego al polarizar a la sociedad, la prensa, las organizaciones civiles o empresariales, las instituciones de le república y peor aún al ejercito.
Varios generales en retiro han manifestado discrepancias y preocupación por esa secuela de acontecimientos que hoy ponen en cuestionamiento el papel del ejercito como Guardia Nacional. La sujeción a un mando civil, Alfonso Durazo, antes que al presidente de la república como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, no parece cuajar entre la formación y disciplina castrenses. La orden de no hacer uso de la fuerza que es para lo que están entrenados, inhibe su capacidad de respuesta ante la delincuencia organizada.
Mal hacen los propagandistas del régimen al azuzar a los fieles creyentes del presidente con sus teorías golpistas y que estos reproducen multiplicando señalamientos por el hecho de que los mandos militares hayan colaborado, como era su deber, con anteriores gobiernos.
Eso de que el pueblo se opondría es una barrabasada. Es hora de tomarse en serio las cosas. De no poner en tela de duda la lealtad del ejercito a nuestras instituciones comenzando por el presidente de la república. De disipar ese delirio de persecución y entender como funcionan las democracias. El partido en el gobierno ha dado muestras de encono al interior de sus propias filas. La prensa se siente acorralada por los reiterados señalamientos a quienes se atreven a cuestionar. Los empresarios  no tienen la confianza para invertir y eso se esta resintiendo en la economía.
A pesar de todo, yo soy de los que piensa que el presidente tiene en sus manos la oportunidad de corregir el rumbo y llamar a la reconciliación. Debe tener voluntad para escuchar y rectificar. De otro modo seguiremos a ciegas ante el temor de un futuro incierto y poco prometedor. Lo que si se precisa es dejar de jugar con fuego. No atizar el encono sino sosegar a la sociedad. Con lo que ya estamos padeciendo basta. El hilo se puede romper por lo más delgado…

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